Circula de su autoría Diccionario
crítico de las letras mexicanas en el siglo XIX
Fuentes, el último intelectual que nos queda:
Carballo
Ya no hay análisis literario, sólo elogios;
perdí amigos por mi ejercicio profesional
CESAR GÜEMES
La mejor manera de corroborar que la historia, si no se
estudia, se repite, es el caso de México y su entrada al siglo XXI.
La tesis de Emmanuel Carballo, el crítico de críticos de
la literatura nacional, es que regresamos al XIX porque como país
jamás solventamos los problemas que desde entonces era necesario
resolver. La afirmación de Carballo acompaña la salida de
su libro Diccionario crítico de las letras mexicanas en el siglo
XIX (Océano-CNCA), en el cual deja en claro, junto con sus colaboradores
Norma Elizabeth Salazar Hernández y Jesús Gómez Morán,
que al menos en el terreno literario ese tiempo pasado fue mejor.
-El censo de escritores e intelectuales mexicanos en el
siglo antepasado hace palidecer a toda historia de la literatura nacional
posterior. Hay ahí una enorme riqueza, por cierto olvidada.
-En efecto. Acabamos de brincar del siglo XX al XXI, pero
el salto no fue hacia adelante sino hacia atrás porque no hemos
resuelto los problemas del XIX. No hay gobernabilidad, como no la había
entonces. Los cien años de soledad en Colombia de los que habla
García Márquez, equivalen al siglo de ingobernabilidad en
México. Los caudillos locales, los presidentes municipales, los
titulares del Ejecutivo que no daban el ancho y los pronunciamientos militares
están tanto en el XIX como en el XXI. No avanzamos. Hoy los políticos
son gerentes de fábrica y gobiernan a corporaciones en lugar de
países. Los lazos de amistad que México tenía con
otros países han sido cambiados por nexos comerciales con la Coca
Cola.
''Veo
con asombro que mi libro, hecho sin intencionalidad política, cobra
vigencia porque mucho de lo que ahí consigno se repite. Sólo
que es preciso tener cuidado: a Fox se le sitúa superficialmente
al lado de Santa Anna, algo imposible porque este último tenía
un enorme carisma, imán e innegable aroma a político verdadero.
Después de todas las canalladas que le hizo Santa Anna al país,
luego de todas las derrotas a las que lo llevó, había muchedumbres
que le pidieron su regreso a Palacio Nacional. Fox, en cambio, sólo
puede aspirar a terminar su periodo, no a ser once veces presidente, ni
él ni su partido".
-¿Dirías que la falta de interés
por el pensamiento del XIX llega hasta las universidades, el sitio donde
debería ser justamente valorado?
-Más o menos así pasa. Dirijo en el Instituto
Mexiquense de Cultura la colección Ojos de papel volando, dedicada
a textos desconocidos del XIX. El primer título es de Luis de la
Rosa, quien firmó los tratados de Guadalupe-Hidalgo, con lo cual
se volvió muy impopular pese a que todo mundo sabía que era
preciso firmarlos. Bien, luego de cumplir con esa encomienda lo mandaron
a Washington como representante nuestro. El escribe su viaje, que ocurre
entre septiembre y octubre de 1848, de México a Veracruz, de ahí
a Nueva Orleans pasando por Cuba, y luego hasta Washington en ferrocarril
y diligencia. De la Rosa se convierte en el primer mexicano del XIX que
escribe un diario de viaje en el cual es más importante lo exterior
que el interior. El hecho de publicar algo así es un logro, aunque
sea breve. Algo parecido lo realiza el Instituto de Investigaciones Bibliográficas
de la UNAM. Lo malo es que las casas de estudio no le hacen saber al público
sus alcances, por eso poco o nada se lee del XIX. El lector bien intencionado
llega a la librería a buscar el best-seller que promueven
las editoriales españolas, las más importantes en lengua
castellana.
-Quizá de haber tomado enseñanza del XIX
no habríamos cometido los errores del XX.
-Ese es el centro de mi tesis. Hoy los conservadores son
mucho más activos que los liberales, quienes no se han dado cuenta
de que deben luchar. Muy probablemente la llegada al poder no sea de seis
años sino de doce. El PRI está completamente desmembrado,
pero puede resucitar ante la ineptitud del PAN y del PRD, lo cual sería
deleznable para el país.
-En el XIX los políticos eran pensadores, hoy las
plumas serias no están en ninguno de los bandos posibles.
-Y me pregunto algo anterior: ¿hay grandes intelectuales
en México a inicios del siglo XXI? Creo que hay muy pocos. Sólo
nos queda Carlos Fuentes, un intelectual de 360 grados, que lo mismo hace
novela que cuento o da una magnífica conferencia, y lo digo pese
a que hay una parte de su obra con la que no coincido. Desde luego, no
hay escritores que defiendan la visión del mundo del PRD o del PRI,
mucho menos del PAN. Las personas que escribimos en los diarios criticamos
o elogiamos según el actuar cotidiano de los políticos.
"En el siglo XIX las invasiones extranjeras provocaron
que los intelectuales se polarizaran. Por una parte los defensores de la
monarquía y por otra sus detractores. Los monárquicos eran,
qué curioso, los académicos de la lengua. Hoy mismo, si analizamos
la academia mexicana nos damos cuenta de que no hay un liberal ni para
remedio, sólo hay escritores de medio pelo, personas sin obra importante,
desconocedores de la gramática, prosistas sin estilo. En El Colegio
Nacional, ya en el México contemporáneo, estuvieron Azuela,
Reyes, Vasconcelos, Caso, y hoy los vemos y es de risa, son un kínder
Montessori. En la UNAM ya no hay catedráticos de primera salvo uno
o dos, el resto se fueron. Ni siquiera hay buenos críticos literarios.
Aquellos que escriben sobre libros, ya muy pocos, se dedican a puras tonterías.
Elogian a sus amigos y esperan reciprocidad. No hay crítica literaria.
Cuando yo me retiré parece que se acabó ese ejercicio. Siempre
perdí amigos por la crítica".
-¿A qué se debe que no hayas regresado?
-A que me siento alejado de la estética de las
letras actuales. El modelo que apliqué en mis libros y en mis notas
me parece que ya caducó y soy el primero en aceptarlo. No es lo
mismo hablar de las personas de mi generación, como Fuentes, que
hablar de Volpi, a quien por cierto auspicié. Mi manera de entender
la literatura es ya muy distinta a la que tienen los jóvenes de
18 años. Así como las generaciones de escritores deben renovarse,
tiene que hacerlo la crítica. Cuando me retiré, el primer
nombre que me pareció que podía ocupar un buen lugar era
Christopher Domínguez, pero se dedicó a hablar de sus amigos,
a sentirse la divina envuelta en huevo y a escribir sobre autores extranjeros,
quienes en su lengua tienen a críticos superiores en mucho a Domínguez.
Acabó pensando que era escritor, y su obra creativa no es mala sino
mediocre, ahí está, cualquiera que acuda a ella puede corroborarlo.
-Desde luego en el panorama general influye el mercado.
-Claro, resulta que los buenos son los que venden bien,
algo casi siempre falso. Hay escritores mexicanos magníficos de
los cuales no hay libros en ningún lado. Ahora cualquiera está
traducido a dos idiomas, ¿y qué? Si analizamos cualitativamente
la obra traducida de nuestros nacionales usualmente no propone nada, no
revoluciona, no sirve. Habría que inventar una especie de auditor
para que pusiera orden en la literatura mexicana y acabara con los excesos
y las tonterías que hemos venido soportando desde hace por lo menos
medio siglo.