Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 10 de junio de 2002
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Cultura
Circula de su autoría Diccionario crítico de las letras mexicanas en el siglo XIX

Fuentes, el último intelectual que nos queda: Carballo

Ya no hay análisis literario, sólo elogios; perdí amigos por mi ejercicio profesional

CESAR GÜEMES

La mejor manera de corroborar que la historia, si no se estudia, se repite, es el caso de México y su entrada al siglo XXI. La tesis de Emmanuel Carballo, el crítico de críticos de la literatura nacional, es que regresamos al XIX porque como país jamás solventamos los problemas que desde entonces era necesario resolver. La afirmación de Carballo acompaña la salida de su libro Diccionario crítico de las letras mexicanas en el siglo XIX (Océano-CNCA), en el cual deja en claro, junto con sus colaboradores Norma Elizabeth Salazar Hernández y Jesús Gómez Morán, que al menos en el terreno literario ese tiempo pasado fue mejor.

-El censo de escritores e intelectuales mexicanos en el siglo antepasado hace palidecer a toda historia de la literatura nacional posterior. Hay ahí una enorme riqueza, por cierto olvidada.

-En efecto. Acabamos de brincar del siglo XX al XXI, pero el salto no fue hacia adelante sino hacia atrás porque no hemos resuelto los problemas del XIX. No hay gobernabilidad, como no la había entonces. Los cien años de soledad en Colombia de los que habla García Márquez, equivalen al siglo de ingobernabilidad en México. Los caudillos locales, los presidentes municipales, los titulares del Ejecutivo que no daban el ancho y los pronunciamientos militares están tanto en el XIX como en el XXI. No avanzamos. Hoy los políticos son gerentes de fábrica y gobiernan a corporaciones en lugar de países. Los lazos de amistad que México tenía con otros países han sido cambiados por nexos comerciales con la Coca Cola.

''Veo con asombro que mi libro, hecho sin intencionalidad política, cobra vigencia porque mucho de lo que ahí consigno se repite. Sólo que es preciso tener cuidado: a Fox se le sitúa superficialmente al lado de Santa Anna, algo imposible porque este último tenía un enorme carisma, imán e innegable aroma a político verdadero. Después de todas las canalladas que le hizo Santa Anna al país, luego de todas las derrotas a las que lo llevó, había muchedumbres que le pidieron su regreso a Palacio Nacional. Fox, en cambio, sólo puede aspirar a terminar su periodo, no a ser once veces presidente, ni él ni su partido".

-¿Dirías que la falta de interés por el pensamiento del XIX llega hasta las universidades, el sitio donde debería ser justamente valorado?

-Más o menos así pasa. Dirijo en el Instituto Mexiquense de Cultura la colección Ojos de papel volando, dedicada a textos desconocidos del XIX. El primer título es de Luis de la Rosa, quien firmó los tratados de Guadalupe-Hidalgo, con lo cual se volvió muy impopular pese a que todo mundo sabía que era preciso firmarlos. Bien, luego de cumplir con esa encomienda lo mandaron a Washington como representante nuestro. El escribe su viaje, que ocurre entre septiembre y octubre de 1848, de México a Veracruz, de ahí a Nueva Orleans pasando por Cuba, y luego hasta Washington en ferrocarril y diligencia. De la Rosa se convierte en el primer mexicano del XIX que escribe un diario de viaje en el cual es más importante lo exterior que el interior. El hecho de publicar algo así es un logro, aunque sea breve. Algo parecido lo realiza el Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM. Lo malo es que las casas de estudio no le hacen saber al público sus alcances, por eso poco o nada se lee del XIX. El lector bien intencionado llega a la librería a buscar el best-seller que promueven las editoriales españolas, las más importantes en lengua castellana.

-Quizá de haber tomado enseñanza del XIX no habríamos cometido los errores del XX.

-Ese es el centro de mi tesis. Hoy los conservadores son mucho más activos que los liberales, quienes no se han dado cuenta de que deben luchar. Muy probablemente la llegada al poder no sea de seis años sino de doce. El PRI está completamente desmembrado, pero puede resucitar ante la ineptitud del PAN y del PRD, lo cual sería deleznable para el país.

-En el XIX los políticos eran pensadores, hoy las plumas serias no están en ninguno de los bandos posibles.

-Y me pregunto algo anterior: ¿hay grandes intelectuales en México a inicios del siglo XXI? Creo que hay muy pocos. Sólo nos queda Carlos Fuentes, un intelectual de 360 grados, que lo mismo hace novela que cuento o da una magnífica conferencia, y lo digo pese a que hay una parte de su obra con la que no coincido. Desde luego, no hay escritores que defiendan la visión del mundo del PRD o del PRI, mucho menos del PAN. Las personas que escribimos en los diarios criticamos o elogiamos según el actuar cotidiano de los políticos.

"En el siglo XIX las invasiones extranjeras provocaron que los intelectuales se polarizaran. Por una parte los defensores de la monarquía y por otra sus detractores. Los monárquicos eran, qué curioso, los académicos de la lengua. Hoy mismo, si analizamos la academia mexicana nos damos cuenta de que no hay un liberal ni para remedio, sólo hay escritores de medio pelo, personas sin obra importante, desconocedores de la gramática, prosistas sin estilo. En El Colegio Nacional, ya en el México contemporáneo, estuvieron Azuela, Reyes, Vasconcelos, Caso, y hoy los vemos y es de risa, son un kínder Montessori. En la UNAM ya no hay catedráticos de primera salvo uno o dos, el resto se fueron. Ni siquiera hay buenos críticos literarios. Aquellos que escriben sobre libros, ya muy pocos, se dedican a puras tonterías. Elogian a sus amigos y esperan reciprocidad. No hay crítica literaria. Cuando yo me retiré parece que se acabó ese ejercicio. Siempre perdí amigos por la crítica".

-¿A qué se debe que no hayas regresado?

-A que me siento alejado de la estética de las letras actuales. El modelo que apliqué en mis libros y en mis notas me parece que ya caducó y soy el primero en aceptarlo. No es lo mismo hablar de las personas de mi generación, como Fuentes, que hablar de Volpi, a quien por cierto auspicié. Mi manera de entender la literatura es ya muy distinta a la que tienen los jóvenes de 18 años. Así como las generaciones de escritores deben renovarse, tiene que hacerlo la crítica. Cuando me retiré, el primer nombre que me pareció que podía ocupar un buen lugar era Christopher Domínguez, pero se dedicó a hablar de sus amigos, a sentirse la divina envuelta en huevo y a escribir sobre autores extranjeros, quienes en su lengua tienen a críticos superiores en mucho a Domínguez. Acabó pensando que era escritor, y su obra creativa no es mala sino mediocre, ahí está, cualquiera que acuda a ella puede corroborarlo.

-Desde luego en el panorama general influye el mercado.

-Claro, resulta que los buenos son los que venden bien, algo casi siempre falso. Hay escritores mexicanos magníficos de los cuales no hay libros en ningún lado. Ahora cualquiera está traducido a dos idiomas, ¿y qué? Si analizamos cualitativamente la obra traducida de nuestros nacionales usualmente no propone nada, no revoluciona, no sirve. Habría que inventar una especie de auditor para que pusiera orden en la literatura mexicana y acabara con los excesos y las tonterías que hemos venido soportando desde hace por lo menos medio siglo.

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