Sufrió el infierno de la marginación por un supuesto dopaje
Hace 5 años Vidrio estaba a punto del retiro;
hoy es pieza clave del Tri
DPA
Fukui, 6 de junio. Era 1997 y Manuel Vidrio, entonces
de 24 años, parecía liquidado para el futbol: se le acusaba
de dopaje, pocos aficionados confiaban en él, se le censuraba su
violencia y por su bajo nivel estaba relegado a la banca en uno de esos
clubes sin opción de ganar un campeonato.
Cinco años después, Vidrio es titular de
la selección mexicana en la Copa del Mundo y se le considera uno
de los jugadores más sólidos del equipo y líder de
la defensa, que se que caracteriza por tener un buen desempeño.
La evolución tiene nombre: Javier Aguirre. El timonel
del Tri se acordó de él y lo llevó al Pachuca,
entonces una escuadra modesta y sin grandes pretensiones. El zaguero dio
las gracias en la cancha y se convirtió en pieza clave de una mejoría
que incluso llevó a los Tuzos a proclamarse campeones.
"Esto ha sido increíble. Hace unos años,
yo ni siquiera sabía si mi carrera había terminado. Todo
era muy confuso", recuerda Vidrio luego de concluir una de las prácticas
de la selección en Fukui.
Blanco de duras críticas por su tendencia al juego
violento, su estrella se apagó. Perdió la titularidad en
su club (Chivas) y el país empezó a olvidarse de su nombre.
En eso estaba cuando llegó el escándalo
mayor. Un examen oficial lo encontró responsable de dopaje. En medio
de contradicciones, el caso se disipó sin que hubiera sanción.
Sin embargo, la duda estaba instalada y muchos se alejaron poco a poco
del jugador.
"Todo fue una cuestión extradeportiva. Los doctores
(del análisis) se equivocaron. Sufrí mucho por eso. No sabía
si iba a volver a jugar. Me hizo mucho daño una cuestión
extradeportiva", apuntó.
El asunto quedó así. Ni sanción ni
absolución. Todo un misterio hasta hoy. Mirado de mala manera por
la crítica y la afición deportiva, Vidrio deambuló
por equipos "chicos", muchas veces en la banca, justo cuando por su edad
debía estar en plenitud sobre el terreno de juego.
La revancha llegó de la mano de Aguirre, quien
ya lo había dirigido en Pachuca y ahora lo llamaba para una nueva
etapa. "El profesor siempre me ha ayudado. Le debo mucho", señala
el futbolista con inocultable gratitud.
Vidrio volvió a ser el zaguero sólido. Corrigió
sus intemperancias y llegó como titular a la Copa América
que se disputó en Colombia, puesto que no volvió a perder.
Vidrio es básico en el clásico 3-5-2 de
Aguirre. Con Rafael Márquez y últimamente con Salvador Carmona
conforma un triángulo difícil de superar. No luce para la
tribuna, pues esa no es su función. Pasa inadvertido, los lujos
se los deja a otros, lo suyo es impedir que el rival cree situaciones de
gol.
"Y pensar que alguna vez pensé que mi carrera había
terminado", insiste mientras vive el sueño de estar en un campeonato
del mundo.