martes 4 de junio de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
Del hecho al dicho

Amor y paz

n Manuel de Santiago

Los personajes se encontraban enfrascados en animadas conversaciones acerca de temas literarios. "Cascando" como decía el más alto del grupo, un sujeto de tez blanca, cuarentón, de cabello hirsuto y algo rojizo, con una barba pegada al mentón, ataviado con una gabardina negra (lloviera o no lloviera), quien siempre llevaba consigo un buen número de libros bajo el brazo, los leyera o no los leyera.
El acento andalú (malagueño, después lo supe) hacía que el tono de la discusión fuera más alto del que se acostumbra en estas tierras, lo cual aparte de intimidante, en un primer momento, llegaba a ser gracioso y hasta fascinante para algunos "segundones" de las mesas contiguas. El maestro Alfonso Simón Pelegrí, poeta de no pocos vuelos, era el de la voz tronante y de los muchos aspavientos que la acompañaban, la energía que desplegaba algunas veces no lograba abatir las murallas de Jericó de sus interlocutores, menos gritones pero bien parapetados en sus posiciones de buenos Cronopios, como se hacía llamar el cenáculo.
Después de apurar con poco apuro unos cuantos cafés chirriaguas, ya entrada la noche, el grupo se disolvía dejando sólo los ecos de su charla en el restaurante así como un pesado ambiente de humo de cigarro. Han pasado 34 años de la escena que describo y Alfonso, por un extraño sino, ha permanecido ligado a Puebla y a un círculo de cuates que se han relevado entre sí en función a los desencuentros entre ellos, porque curiosamente el vate de marras mantiene amistad con todos.
El poeta malagueño, como le conocemos y le evocamos sus cuates durante sus estancias y ausencias respectivas en la ciudad de Puebla lleva, en su zurrón de poeta trashumante, una rica colección de perlas de sabiduría, de ingenio y de buen humor que regala a sus amigos con total desprendimiento.
En estos días, situado ya entre los beneficiarios de su amistad, sé que se va pronto a la "madre patria" para ver a su familia y atender un asunto. Así que, entrando en terrenos de Beto Ferniza, le deseo un feliz viaje al "corazón de la Costa del Sol, Málaga, que se acomode entre pecho y espalda algunos chatos y algunas tapas y que vuelva pronto, no tanto como para no planear una visita sin otro interés que saludarle ¿verdad?" ¡Amor y paz, hermano!