GASTRONOMIA
Renzo Miller
Intxaurrondo : Día 3
SAN SEBASTIAN, ESPAÑA, 3 DE JUNIO. San Sebastián
es única por muchas razones, su belleza, la calidez de sus habitantes,
la diversidad geográfica, pero sobre todo su apego a la buena comida.
Poblada por 200 mil habitantes, esta ciudad cuenta con más de cien
Sociedades Gastronómicas. La gran mayoría están prohibidas
a las mujeres y los niños, dejándole de esta manera un espacio
a los hombres para relajarse, cocinar entre amigos y de vez en cuando ponerse
unas buenas borracheras. Por decirlo así, esta ciudad es la meca
de los cocineros y de los cocinólogos. Es dentro de este marco,
tan de convivencia y rústico, que se organizan las cenas degustación
del festival.
ESTA
NOCHE, DONOSTIA ve regresar a su hijo prodigio. Después de 8
años en México, Bruno Oteiza vuelve a San Sebastián
con las especias y los sabores que aprendió a usar y a amar en su
nueva tierra de adopción. Bajo la supervisión de Juan Mari
Arzak, Bruno dirige la cocina del restaurante Tezka que se localiza en
el Hotel Royal Zona Rosa. La comida que quiso presentarle a sus paisanos
se asimila más una colección de impresiones que una comida
de fusión. La base es evidentemente la de su alma mater que
es Juan Mari, pero los destellos y el aura provienen definitivamente de
la mente de este talentosísimo cocinero de 32 años.
PARA ABRIR BOCA, un aperitivo para beber, Clamato
preparado. Hoy, nada de vasos escarchados ni jugo Maggi, sino una copa
champañera, con callo de hacha marinado, sumergido en Clamato preparado.
¿Por qué el Clamato? Esta bebida de origen chicano, inventada
en Mexicali e inexistente en el viejo continente, vuelve locos a los europeos
que la prueban. En el mismo orden de ideas, el ceviche de lubina
ahumada sorprendió a los comensales por su frescura y sencillez.
La lubina es probablemente uno de los grandes orgullos de este puerto,
pero aunada con un toque de humo y un aire de México la percepción
de este elemento tan cotidiano resultó ser para muchos todo un redescubrimiento.
El peculiar sabor del tamarindo
LA EMPANADA DE boniato (camote) con mariscos y
tamarindo fue quizás uno de los platillos que crearon más
adeptos. Su textura crujiente y el descubrimiento de un sabor tan particular
como el del tamarindo fue uno de los momentos cumbres para los paladares
presentes. Un minibocadillo de queso foie y melón con fideos
y cilantro, elegantemente presentado en un plato cuadrado fue, tanto para
los ojos como para los sentidos, una invitación al viaje.
COMO ERA DE esperarse, Bruno compartió con
sus paisanos la belleza y sutileza de las flores de calabaza, que frió
y rellenó de una preparación con queso. Sobre el plato, las
flores formaban una corona que bien hubiera podido pertenecer a alguna
reina. Con una cocción más que perfecta, la merluza con polvo
de cuitlacoche y flor de jamaica terminó de seducir a la concurrencia.
Para no interferir con el ritmo de la cena para explicar cada uno de los
ingredientes presentados, un pequeño léxico de sabores de
México fue colocado en cada uno de los lugares. Así, probando
y leyendo, los comensales fueron familiarizándose con cada uno de
los sabores incluidos en esta muestra gastronómica tan sofisticada.
DESPUES DEL PESCADO, debo confesar que el hambre
ya me había abandonado, pero, al llegar el lomo de venado con maracuyá,
manzana y levadura, la porción, que me pareció demasiado
generosa, desapareció rápidamente de mi plato. Los postres
cerraron con broche de oro y mantuvieron el mismo nivel de sorpresa y calidad
que el resto de la cena. La sopa de coco y mango de manila, que más
que una sopa era un bocadillo divino, me dejó con la boca abierta:
un cuadrito de tapioca envuelto en finas láminas de mango sobre
una crema de coco. Los sabores eran delicados, frescos complejos y la textura
fresca. Al llegar los canutillos de zapote negro con queso, naranja y nuez
garapiñada, empecé a llorar la patria; con las pequeñas
croquetas de cajeta que se derriten en boca, me reconcilié con ella.
LO MAS BONITO del asunto es que esta muestra de
sabores de México en tierra vasca fue todo un éxito, pero
si probáramos estos platillos en tierra azteca, el choque sería
de la misma intensidad. Las vivencias de un vasco en México nunca
han sido tan conmovedoras y llenas de pasión como la que Bruno compartió
con nosotros esta noche. Lo que más gusto me da es que, cuando de
regreso a México extrañe San Sebastián, una simple
visita al Tezka me bastará para estar inmediatamente de vuelta.