La gran sorpresa de la velada fue la presencia
en el escenario de Compay Segundo
Contagia la candela del Buena Vista a miles en el Monumento
a la Revolución
Uno de los momentos más emotivos, cuando recordaron
a Manuel Licea y a Rubén González
Si te abandona la música es lo peor que te puede
pasar, expresa el pianista Roberto Fonseca
MIRANDA ROMERO ESPECIAL
Calor y ritmo, desde Cuba para México. Ron de caña,
limón, yerbabuena (machacada, que si no, no tiene chiste), azúcar
y agua mineral se mezclan y uno se sienta al fresco para darle entrada
a la noche. Es la hora de La Habana. Se empieza a congregar la gente, hombres
y mujeres que pronto bailan y cantan al ritmo de lo más profundo
del corazón cubano, representado por unos músicos que vienen
rescatando la tradición del son de Cuba: Buena Vista Social Club.
El
ensamble dado a conocer al mundo por Ry Cooder terminó el domingo
pasado una exitosa temporada en la ciudad de México con un masivo
gratuito en la explanada del Monumento a la Revolución, al que atrajo
gran cantidad de personas que desde temprano aguardaban ansiosas a que
diera inicio la presentación.
Por supuesto, la espera valió la pena. Primero,
como entremés, subió a escena Compay Segundo, que prendió
al público con algunas canciones, entre las que estaba La negra
Tomasa, ganándose el aplauso de la concurrencia. Acto seguido,
salió a escena el grupo completo y comenzó con una pieza
instrumental que bastó para despertar el ánimo que predominaría
a lo largo de la noche. Tocó una variada selección de su
discografía más famosa, con piezas como Candela, Píntate
los labios María, Silencio y Pío mentiroso,
pero se llevó al bolsillo al público con las interpretaciones
de Cómo fue y Dos gardenias.
Uno de los momentos más emotivos fue cuando los
Buena Vista recordaron la memoria de Manuel Licea, uno de los fundadores,
que falleció el año pasado, y a Rubén González,
a quien los años le pesan y se ha retirado a Yucatán para
disfrutar de sus últimos sones.
La amenaza de lluvia no amedrentó al público,
que a lo largo de más de dos horas se entregó totalmente
al conjunto. Estaban en el escenario: Omara Portuondo, Ibrahim Ferrer,
Pío Leyva, Eliades Ochoa, Barbarito Torres, Juan de Marcos, Compay
Chiquito, además de los magníficos músicos entre los
que sobresale la presencia de Roberto Fonseca, un joven pianista que desde
hace un año ha sabido ganarse un lugar dentro del Buena Vista.
Talentoso al piano
Roberto Fonseca es un hombre alto, de carácter
tranquilo y maneras amables, que arranca suspiros de las espectadoras no
sólo por su manera de tocar el piano, virtuosa, sino además
por su físico, como lo atestiguó el número de admiradoras
que ansiosas lo esperaron al pie del escenario.
-¿Cómo te formaste?
-Tengo 27 años, nací en La Habana y empecé
a estudiar piano a los 8, en la Escuela Elemental de Música y la
Escuela Nacional de Artes, para luego irme a otro instituto, pero lo tuve
que dejar por problemas de trabajo. Cuando tenía 14 o 15 años
empecé a formar grupos de jazz latino con gente de la escuela, nos
reuníamos y hacíamos otras cosas aparte de los conciertos
en la escuela. Después comenzaron los festivales de jazz, en La
Habana y festivales internacionales, dentro del día que les dan
a los estudiantes para hacer conciertos. Luego me volví más
profesional, empecé a grabar discos y ahora estoy con el Buena Vista
Social Club.
-¿Cómo surgió la oportunidad de tocar
con el Buena Vista?
-Yo empecé grabando con ellos, tuve la suerte de
que les agradara el resultado y entonces se gestó la posibilidad
de que yo comenzara a trabajar con ellos; eso fue posible en junio del
año pasado. Como soy el más chiquito, (ríe)
me cuidan mucho, pero hay veces que no es que me molesten, pero juegan
conmigo, pues hay muchas cosas que no conozco, me hacen aprenderlas de
una manera ruda, pero todo muy bien, uno aprende mucho musicalmente y lo
que más me gusta de trabajar en el Buena Vista es aprender a respetar
el estilo de ellos, trato de hacerlo lo mejor que puedo.
-¿Cuál es tu estilo?
-Estoy en una edad en la que todavía el músico
no ha llegado a su desarrollo total, casi siempre se llega a la madurez
a los 40 o 50 años, y todavía me encuentro alimentándome
de muchas fuentes. No escucho nada más música tradicional
o jazz, escucho un poco de jungle, de hip-hop, de R&B y un poco de
pop y todo eso lo recojo y lo fusiono y es lo que llevo al piano, también
hay algo de música de concierto.
-¿Cuáles son tus influencias y planes musicales?
-Mucha música de concierto, sobre todo de Bach.
Escucho bastante de todo, no quiero nombrar a nadie porque se me puede
olvidar alguien y se van a enojar (ríe). Mis planes
son seguir desarrollando mi manera de tocar el piano dentro de la música
tradicional.
México y Cuba
-¿Qué te ha parecido México?
-Es mi primera visita a México; me ha parecido
un lugar muy chévere. Aquí son muy cálidos
y lo notas por el público; la gente está muy a la expectativa,
entiende muy bien este tipo de música y la acoge muy bien, espera
ansiosamente. Este concierto ha sido de gran energía y el público
ha recibido la música mejor que en otros países; eso te pone
muy contento. Hemos hecho giras por Estados Unidos, Europa, muchas partes,
no logro recordarlos todos, pero todos los países han sido muy interesantes,
hemos ido también a las Antillas, Martinilla, Guadalupe.
-¿Qué hacías en Cuba antes de ingresar
al Buena Vista?
-Siempre he tocado; siempre he tenido otros grupos. Tengo
una banda de jazz que se llama Temperamento, con la cual he grabado cuatro
discos. Nunca he dejado de tocar, porque la música es muy celosa:
si tú la dejas ella te deja, si no la tratas bien, te abandona,
y eso es lo peor que le puede pasar a un músico.
-¿Qué es para ti Cuba?
-Es el mejor país del mundo, me siento muy tranquilo
ahí, donde está toda la música; más bien toda
mi música crece ahí. Siempre he preferido grabar los discos
en Cuba que en otros países; ahí es donde está el
alma de la música, la musa le llega a uno ahí. No es lo mismo
estar fuera de Cuba que en ella. Lo que más me gusta son sus colores,
la tranquilidad de la gente.
La mejor escuela de música tradicional
-¿Qué significa para ti estar en el Buena
Vista?
-Es un sueño, es lo mejor que le puede pasar a
un músico joven. Con el Buena Vista uno aprende realmente a tocar,
conoce la música, pues fueron ellos los que la desarrollaron, es
como la mejor escuela de música tradicional, como estar en la universidad
más privilegiada y si, además de eso, tienes la fortuna de
que te den papeles protagónicos y confíen en ti, eso no tiene
precio. Si uno tiene la suerte de vivirlo hay que aprovecharlo al máximo.
Yo quisiera que nunca se agotara el Buena Vista Social Club y poder estar
siempre con ellos.
-¿Qué hace tan especial al grupo?
-La sencillez de sus músicos. Son muy naturales.
Esa sencillez se transmite y uno avanza mucho más.
-¿Qué se siente tocar ante gente tan talentosa
como la que te precede?
-Lo que más trabajo cuesta es tratar de tocar como
esos pianistas, pues yo soy joven y ellos ya tienen una edad avanzada,
por lo que no tocamos igual, nuestro desarrollo no es el mismo. El reto
ha sido tratar de acercarse lo más que uno pueda a los pianistas
de esa época. Ahora estamos interpretando piezas de los discos de
Ibrahim, de Omara, arreglos que ya están hechos, pero espero la
oportunidad para componer, ojalá llegue para mí ese momento.