lunes 3 de junio de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
Semanálisis

Mayoría de edad

n Horacio Reiba

México ha asistido a once de las 17 Copas del Mundo, más que campeones como Uruguay (9), Inglaterra (10) o Francia (10), y que selecciones de la prosapia de Hungría (8), España (10) u Holanda (7), cuyos nombres remiten a expresiones rotundamente adultas del futbol, independientemente de altibajos generacionales y épocas oscuras. Un misterio éste de la adultez futbolística que a algunos les llega de golpe y otros tardaron sangre, sudor y décadas en alcanzar, por no hablar de la categoría "adolescentes eternos" que siempre tuvo en México a uno de sus abonados consentidos, mientras los que se encumbraban por sorpresa eran siempre otros (Holanda, Dinamarca, Croacia, Camerún, Nigeria...), y portadores de prestigios añejos (como checos, húngaros, charrúas) hacían el opuesto viaje del esplendor a la sordidez, sucesivas versiones del Tri lucharon en vano por desafanarse de la imagen de "Ratones Verdes" en que los aprisionó el genio descriptivo de Manuel Seyde. Finalista "geográfico" llegó a llamarnos alguna vez cierto resentido dirigente español, y lo malo es que la historia lo avalaba: México obtuvo su primer punto hasta la cuarta copa en que participaba (Suecia 58, contra Gales), y ganó su primer partido en la quinta (3-1 a Checoslovaquia, en Chile 62); luego se vino la noche, y ni jugar en la Concacaf garantizaba ya el boleto (no estuvimos en Alemania 74, España 82 ni Italia 90), con lo que las modestas calificaciones a cuartos las dos veces que fuimos país sede (1970 y 1986) quedaban en consuelo de viuda, pues ni siquiera jugando aquí habían dado los nuestros el estirón, representantes netos de un futbol monocorde, huérfano de personalidad y ayuno de valores auténticos.
La mano de Menotti. Escuchaba en estos días, expresadas por Mejía Barón y Manuel Vidrio, muestras de un inmenso reconocimiento y respeto hacia el DT argentino que Maurer contrató a fines de 1990 y que en poco más de un año de trabajo fue capaz de cambiarle la cara, el ánimo y el futbol a nuestras selecciones nacionales. A estas alturas, la cuestión es si la década dorada que fue para los verdes la última del siglo sólo se debió a la poderosa inercia menottista, o si por el contrario existe ya una base de sustentación más sólida y duradera, no gracias sino a pesar de los directivos de equipos, federaciones y ramas, aquejados ellos sí de infantilismo incurable. Recuerdo haberle oído al mismo Menotti unas lúcidas deducciones sobre este país y su futbol: "lo normal -decía el Flaco- sería que México fuera un grande del futbol si partimos del gusto de su gente por el juego, lo que éste mueve en términos de economía, el número de habitantes y las condiciones naturales del mexicano para la práctica de un deporte que premia la astucia y el ingenio antes que la exhaustiva planificación y el poderío físico; no me explico por qué, teniéndolo todo, no están ustedes en la primera fila del futbol mundial. Y como soy curioso, he venido a averiguarlo". Hablando así, el rosarino era capaz de convencer a las piedras, y aunque duró aquí poco, expulsado por el cuartelazo de Televisa y Córdoba Montoya en la FMF, el caso es que tales palabras y la novedosa actitud que transmitían impregnó con tal fuerza nuestro futbol que no sólo ha sido en estos pocos años monarca de la Copa Confederaciones (México 99) y doble subcampeón de América (Ecuador 93 y Colombia 01), amén de finalista y animador de la Libertadores, sino que ese ímpetu lo ha llevado también a los Mundiales de EU 94 y Francia 98, concretado en estilo propio -la muy azteca mezcla de picardía de buena ley y juego asociado que ya había vuelto locos a los checos en 1962- con resultados más que aceptables (dos calificaciones a octavos, a pesar de habernos tocado en primera ronda grupos francamente complicados).
Si esa lenta evolución hacia la mayoría de edad es o no real, toca a la actual selección -y a partir de esta madrugada- confirmarlo.