lunes 3 de junio de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
Del hecho al dicho

No me gustan los uniformes

n Manuel de Santiago

En este mundo globalizado poco a poco las transnacionales poderosas van intentando imponer, con alarmante éxito, "valores universales" a culturas de distintas partes del mundo, para con ello hacer de este mundo un enorme mercado consumidor de harta "madre" que producen. Cada vez es más difícil que nosotros mismos le demos la debida importancia a muchos aspectos de nuestra gran variedad de culturas regionales.
Por lo pronto, en este país de prietos y prietas, los güeros y las güeras son más estimados. Tal vez esto corresponda a un viejo atavismo de nuestro pasado colonial en el que entre más cambujo se tenía el pellejo, se estaba más abajo en la escala social y sólo los blancos podían ocupar los puestos del poder. Lo mismo sucede con otras características físicas de nuestro paisanaje que al ser chaparros y timbones no encajamos en las modas de los caballones y esbeltos gringos o europeos.
Así, los patrones de belleza tienen que ver con estereotipos, prácticamente inalcanzables para nosotros: personas güeras, altas y esbeltas; las mujeres pechugoncitas y con carita de Barbie y los señores mamucones y con la jeta de Kent.
Si a esto le agregamos la cantidad de productos que buscan que "te distingas" aunque andes igual que todos los demás consumidores, entonces estás listo o lista para ser un o una winner, aunque todos los menjurjes con los que te embijas, los trapos que te cuelgas y los accesorios que cargas los pagues en abonos y te anden correteando los acreedores.
Los lugares a los que acudes para socializar son importantes para tu status. No es lo mismo ir a un balneario para remojarte la callocidá, que ir a un club con la ropa y los aditamentos apropiados; no es lo mismo ir al gimnasio de la colonia y programarte el tipo de ejercicio que te convenga que ir un gymn en un rumbo elegantioso, con "asesores especializados", aparatos y hartas madres paÕ tu salú. Los restaurantes serán, entonces, los de moda y la comida lo que menos se parezca a la antojería mexicana, excepto si ésta tiene una presentación que la "dignifique" y parezca menos "naca". Por cierto, que el intentar renunciar a la cultura alimentaria es de lo que más difícil se desprende la gente. Le gana el gusano ¿no?
Por eso como dice la canción de El aventurero: "Me gustan las altas y las chaparritas/ las flacas, las gordas y las chiquititas/ solteras y viudas y divorciaditas/ me encantan las chatas de caras bonitas./ Me gustan las suegras que no sean celosas/ Me encantan las chatas poco resbalosas..."
En la variedad está el gusto.