Tres
poetas
La zapoteca Natalia Toledo,
el zapotlanense Víctor Manuel Pazarín y el bonaerense-gallego
Rodolfo Alonso, nos entregan aquí los testimonios de su voz en este
momento preciso.
San
Agustín Apoala
Natalia
Toledo
Habitaciones muchas habitaciones
sobre la montaña
Qué hace Apoala en mis sueños.
Niños bautizados con aire virgen,
de sonrisa convexa.
Danzo en la iglesia con los hombres del
pueblo
están disfrazados.
Una piñata se mueve en el cielo
el cura eleva su falo hasta quebrarla,
pedazos de caña nos golpean la
cabeza.
Qué hace Apoala en mis sueños.
Águila bicéfala, murciélago
volando
en el vientre de la tierra |
Natalia
López De Paz No. 416
Estoy viva
en la profundidad del tallo
en el grito del que nace.
Mi sangre flor abre de noche como la muduvina,
busca su espacio en la superficie
para habitar el cuerpo que lo inunda.
Sólo sé que los ojos cambian
cuando el aire es fresco
y desenvaina las semillas.
Las estrellas amalgama de miradas
que se abrazan en la distancia.
Ahora no soy coágulo
soy púrpura que camina.
|
Elogio
de los cuerpos
Víctor
Manuel Pazarín
I. Elogios de los cuerpos
Entró el bosque a la casa para darles
raíz. El fuego de los cuerpos iluminó de pronto el pensamiento.
El pensamiento hizo posible el elogio de los cuerpos. Los cuerpos la forma
de la casa. Entonces la alfombra ardió. El ardor les dio alas a
los cuerpos. Y los cuerpos volaron. Se alejaron de pronto y la casa quedó
visible. El bosque, dador de alas también, quemó el pensamiento.
El pensamiento y los cuerpos bajaron. Ascendieron después sus llamas
desde tierra. El bosque los miraba. La mirada del bosque entró a
la casa. Iluminó la noche cada vez más crecida. Y de las
cenizas los cuerpos volvieron a arder. Ardieron los cuerpos hasta quedar
suspendidos. No pudieron bajar.
|
II. Elogio del vino
De la boca de la diosa ah, su dulce boca,
sus rosados labios surgió el vino. Lo depositó en la boca
del Amado: él se estremeció al recibirlo. Embriagados se
tocaron los cuerpos; se besaron largamente. Fueron un enorme, eterno temblor.
Extendió sus brazos el bosque y fueron acariciados. Llevados por
los aires. Quemados por el delicado sopor del verano. El lecho fue entonces
la tierna flor de maravilla del bosque. En ella se mecieron. Y de ella
surgieron convertidos en música. En fino sonido de cristales. |
III. Elogio de la casa
Extensión de los cuerpos: libertad
del amor, cárcel del placer, curación de todos los males.
Todo en ella se alberga: se sujeta y se amortiza. Se libera y se aprisiona.
Cuerpos que son casas, que son vida. ¿Qué en ella falta?
¿La eternidad? Ahora mismo Amor hace las paces. Nada falta. ¿Y
los cuerpos amándose? ¿Y la siempre cotidianidad? Faltan
las manos de la diosa, manos que siempre encuentran el calor de otras manos.
¿Nada falta? Faltan las palabras de los que se aman pidiéndose
la sal. Está el amor y la sal. ¿Falta entonces qué?
A los cuerpos el tiempo y el amor los eterniza. |
Crónicas
del Proceso
Rodolfo
Alonso
A Franz Kafka, con
toda modestia
Parecía presumirse un panorama
preferible: una fraternidad latente, un
coro
subyugado. Pero la cosa vino a dar
en cambalache apenas, mancebía,
trastienda de tartufo, cuchitril
de usurero, lenocinio, caverna
de bandoleros pobres, noche de miserables
lomos mojados por la lluvia
que nunca cesará.
|
Vizcacha
¿La metáfora viva que buscaron
para buscarse todos, al buscarse,
vuelve como parodia e ironía?
¿Este misterio, este país
que somos
y que se enzarza fiero en su destino
como luz mala en el desierto, ahora o
siempre bajo el solazo crudo, al rayo
del deseo, la impaciencia y su hermana
ciega: la impotencia? ¿Ni civiles
ni bárbaros, apenas decadentes?
¿Esa imagen profunda de uno mismo
donde abrevaba el mito, la verdad
oculta porque oscura, oscura
porque honda, eso que nos hacía
ser y que íbamos a ser, culpables,
desolados, quejosos, engreídos,
ni Cruz ni Fierro fueron, sino El Viejo?
|
|