Felipe Arizmendi, obispo de San Cristóbal
Critican pasividad de católicos ante malos ejemplos de algunos curas
ALMA E. MUÑOZ
El obispo de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, Felipe Arizmendi, criticó a los feligreses que "cuando oyen que los sacerdotes y los obispos damos un mal ejemplo se justifican a sí mismos y siguen tranquilos en sus juicios y pecados".
A esos católicos los acusó de cometer los siguientes pecados: "promover o ejecutar abortos; dañar, herir y matar a sus semejantes; abusar de la sexualidad con palabras y hechos, con pornografía, masturbación u homosexualidad; robar de muchas formas, como cuando no pagan lo justo a sus trabajadores o éstos no desquitan el sueldo; robar la luz y no pagar los impuestos justos.
"Dicen mentiras y hacen trampas por todas partes. Son infieles en su matrimonio y quieren tener todo tipo de experiencias sexuales, sin el compromiso de un matrimonio formal. Codician lo ajeno y se lo apropian por medio de secuestros, corrupción, tráfico de personas y drogas. En una palabra, no aman a Dios, al prójimo ni a sí mismos."
Durante su mensaje dominical en la catedral chiapaneca, adelantado a la prensa, el obispo pidió enaltecer la vida cristiana y "no caer en la ruina.
"Pongo delante de ustedes la bendición y la maldición", dijo, y puntualizó: "La bendición, si obedecen los mandamientos del Señor, su Dios, que yo les promulgo. La maldición, si no lo hacen y se apartan del camino que les señalo para ir en pos de otros dioses que ustedes no conocen. Estas palabras son muy sabias y oportunas, porque la vida de muchas personas transcurre por senderos muy diferentes a los que Dios ordena. Son como una casa sin cimientos, que al primer problema se derrumba".
A esos católicos les recordó que la fe se centra en Cristo, no en los sacerdotes y los obispos para alejarse de la Iglesia. "Esas personas, cuando oyen que los sacerdotes y los obispos damos un mal ejemplo, se justifican a sí mismos y siguen tranquilos en sus vicios y pecados. Jesucristo nunca falla".
Quienes se llaman católicos o creyentes y no ponen en práctica los dictados de la Biblia "no tienen esperanza de salvación. Desde esta vida empieza su maldición, su infierno, su castigo, su ruina", señaló.
En cambio, "quien hace cuanto puede por pobres, presos, migrantes, enfermos y todos los que sufren; lucha por defender los derechos de quienes son explotados y vejados; abre su corazón y mano para socorrer a los necesitados; promueve fuentes de trabajo para los desempleados; hace esfuerzos porque las estructuras sociales, económicas y políticas del país y del mundo no sean injustas, causantes de miseria y corrupción, sino generadoras de justicia, libertad, paz y solidaridad, aunque sufra incomprensiones y persecuciones, tiene un lugar asegurado en el corazón de Dios".
También, dijo finalmente, alcanzarán un espacio "aquellos que acepten, respeten y valoren a quienes son diferentes por raza, partido, organización, creencia, sexo, posición social y económica".