viernes 31 de mayo de
2002 |
Entrepanes Con el respeto de la mesa... n Alejandra Fonseca |
Hace un año tuve el
honor de compartir micrófono con Daisy Turné y Elena
Azaola, entre otras personalidades, en el encuentro
"Dimensiones sociales del trabajo sexual"
realizado en Xalapa, Veracruz, por el CIESAS Golfo
Centro. Daisy es la diputada uruguaya que cabildeó para
que pasara la propuesta de ley para que el trabajo sexual
fuera reconocido como trabajo en su país, primero en
Latinoamérica que lo estipula de esa manera. Elena es
mexicana, tiene doctorado en Antropología social, es
investigadora del Colegio de México y autora del libro
Infancia perdida en cuyas páginas se ha inspirado el DIF
Nacional para referir la explotación sexual comercial
infantil. En su momento, Daisy, Elena y yo nos sentamos a platicar de nuestras experiencias y el trato que hemos tenido con las personas dedicadas al trabajo sexual. Hablamos de las diferentes formas que ha tomado este fenómeno social,de la preocupación de la prostitución y pornografía infantiles a nivel nacional y mundial, y, sobre todo, su atención. Tuvimos muchas coincidencias. Ninguna podía estar a favor de la explotación de ningún tipo y mucho menos la sexual en infantes. La diferenciación tajante en la manera que los adultos y los jóvenes, adolescentes y niños -hombres y mujeres- vivían este fenómeno nos daba tema para dividirlo en dos: una es la prostitución de adultos (as), otra totalmente diferente es la de los y las menores, aunque, la primera -adulta- es continuación de la segunda, -la infantil-. Ahora, con el respeto de la mesa, voy a desaguar, como diría la tía del artículo pasado: casi toda persona que se dedica al trabajo sexual, inició de niño o niña. Actualmente se habla de prostitución infantil como si fuera un fenómeno aislado del resto del fenómeno social de la prostitución y de la forma que ha tomado nuestra sociedad. En esos momentos les comenté a mis interlocutoras que no podíamos estudiar, y mucho menos atender la prostitución infantil si no, primero, nos inmiscuíamos en la adulta, porque son mundos aparte pero pertenecen al mismo universo. En el trato que he tenido con estas personas adultas, y con bastantes menores, quedó demostrado claramente para mí que las personas que se dedican a este trabajo transitan de la infantil a la adulta, y el consumidor de sexoservicio transita a la inversa: de la adulta a la infantil. Y lo peor: en el universo de quienes se prostituyen, muchas veces el contacto con los menores son los adultos, por eso hay que trabajar con la prostitución adulta, para poder llegar y atender a la infantil. No hay de otra. Como se puede percibir, en esto no hay generación espontánea. |