ASTILLERO
Julio Hernández López
A LA JORNADA Y A esta columna llegó ayer una carta de Tlatelolco llena de hilarantes presunciones aclaratorias respecto a los viajes personales a destinos turísticos que, según información periodística publicada y no desmentida en su momento, estaría realizando el secretario de Relaciones Exteriores en aviones de la Fuerza Aérea Mexicana y con asistencia de personal del Estado Mayor Presidencial. No tiene el tecleador ninguna prueba (sino una sospecha derivada del agitado tono de la mismísima carta) de que tal texto fallidamente correctivo hubiera sido redactado al final de una larga velada degustadora de vinos extranjeros. Pero, sean cuales fueren los mecanismos detonadores de los arrebatos epistolares del canciller, comparta el lector las perlas con las que, a través de su director de comunicación social, pretende dar clases de periodismo conforme a sus conveniencias.
SE QUEJA EL LITTLE BROTHER del gabinete presidencial de que "una vez más", aquí se "brinde espacio para publicar información no confirmada y evidentemente falsa, basada en chismesİ de periódicos locales". De un plumazo y con una visión autoritaria y discriminatoria, el secretario de Relaciones Exteriores pide al autor de esta columna que de manera sumaria considere mentirosas las notas publicadas en tres diarios, sólo porque son "locales" (uno de ellos editado en la ciudad de México), respecto a sus viajes personales y, en especial, respecto a los señalamientos, aquí reproducidos tal cual, entre comillas y con fuente acreditada, de que el canciller habría tomado "un avión de la Fuerza Aérea Mexicana para trasladarse de nuevo a la capital de la República", y que "el acceso al hangar de gobierno en el aeropuerto internacional de Cancún fue cerrado por elementos del Estado Mayor, hasta 200 metros, para proteger al polémico canciller" (esa misma información, por cierto, fue publicada el pasado lunes como primera nota, acreditándola a su fuente, en el resumen informativo del ISSSTE que dirige Gerardo González Acosta y se difunde por Internet). No podría, por desgracia, el autor de estas líneas aceptar esas propuestas indecorosas: en primer lugar, porque él mismo es director, desde hace casi cuatro años, de uno de esos "periódicos locales", La Jornada San Luis, y en segundo porque la ocasión anterior en que publicó información relacionada con el canciller Castañeda, al dar a conocer en exclusiva la cena habida en Bruselas entre este funcionario y el ex presidente Carlos Salinas de Gortari, la respuesta del citado secretario fue rotunda e inequívocamente mentirosa, al argüir historias de amigos personales citados a cenar como prueba de que no había hecho una cita formal con el ex mandatario, sino que lo había encontrado por accidente, y que había sostenido con él una plática informal, de banqueta. La verdad, sabida horas después, de que Castañeda había hecho gala de sus dotes fabuladoras, es que en el restaurante Lola de la capital belga se había hecho una reservación oportuna, sólo para dos personas, de apellidos Castañeda y Salinas, que se reunieron largamente y en privado. En aquella ocasión, este escribiente ni siquiera tuvo información de "diarios locales", sino de mexicanos que por vía internética y telefónica reportaron a Astillero lo visto circunstancialmente allá.
AHORA, EL CANCILLER Y contador (de historias) se refugia en el recurso de unos boletos de avión expedidos con sapiencia histórica por Aviacsa a nombre de "Castañeda Jorge Mr.", para negar la información publicada que Astillero retomó adjudicándola a su fuente original. No sería la primera ni la última vez en que ese tipo de documentos fueran arreglados a gusto de un cliente poderoso, y tampoco es cierto, como dice en su carta el vocero de Tlatelolco, que por sí mismos demuestren que el canciller no ha usado aviones y personal oficial para escapadas personales. La presunta carta aclaratoria está, además, cargada de imprecisiones y frivolidades esclarecedoras como las siguientes: "En efecto -reconoce el vocero Lozano- el secretario Castañeda se trasladó el pasado fin de semana a Playa del Carmen, y no a Cancún, Quintana Roo, y cenó en un restaurante, en el que, por cierto, no degustó vino francés, sino una copa de vino australiano". En el primer párrafo del Astillero de ayer, se decía claramente que el canciller y la Big Sister habían sido vistos "en la madrugada del domingo anterior en Playa del Carmen, a 65 kilómetros de Cancún", y, respecto a la nacionalidad del vino degustado, este tecleador no puede sino solidarizarse con la intrascendente ignorancia enológica del reportero quintanarroense que en su nota (reproducida en Astillero entre comillas y plenamente acreditada) daba por francés lo que, šoh equivocación!, resultó ser australiano.
LA POSTURA DISCRIMINATORIA de lo que no sea publicado en inglés o en diarios no locales, y aclaratoria de puntos tan esenciales como el país de origen de una copa de vino, se ve reforzado con la queja castañedista contra los persecutores profesionales de estrellas de la farándula que le acosan. Montado ya en la cumbre del vedetismo mundial (Madonna en Tlatelolco), dice que es sabido que "el trabajo de un paparazzo es precisamente sacar de contexto y escandalizar", y agrega su sorpresa porque aquí se dé cabida a esas informaciones, a pesar de que "es claro que la línea editorial de La Jornada no ha sido particularmente afín al canciller".
QUEDE, PUES, CONSTANCIA de que el hombre de Tlatelolco asegura que en el más reciente de sus viajes personales a destinos turísticos "no se hizo acompañar de personal de vigilancia, ni fue sujeto de asistencia por parte de militares en su paso por el aeropuerto de Cancún, ni en el hotel en el que se hospedó, ni en ninguna otra parte de Playa del Carmen". Quede constancia, aquí, de que esta columna recogió y reprodujo, acreditándolo a sus fuentes originales, lo publicado en diarios "locales", y que añadió, además, la mención (que al canciller, según su carta indirecta, le parece "lo más lamentable") de similares reportes conocidos antes. Deplora Castañeda que este tecleador, "tendenciosamente, se haya atrevido a mencionar un informe confidencialísimoİ de un supuesto funcionario de inteligencia federal" sobre el uso de naves gubernamentales y asistencia militar para asuntos de "absoluto orden personal del secretario, sin aportar dato alguno que compruebe su presunta veracidad".
ES LAMENTABILISIMO, CIERTAMENTE, no el atrevimiento de este tecleador de contar lo que a sus ojos fue puesto por un alto funcionario federal de inteligencia, sino la evidencia pública, dañina para la salud de la nación, de que en el propio gabinete federal haya tales pugnas internas que personajes de alto nivel estén dispuestos con frecuencia a aportar datos y pistas relacionados con los excesos y los abusos de su Little Brother viajero.
Y, SIN EMBARGO, se mueve.
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