La Jornada Semanal,  26 de mayo del 2002                         núm. 377
Juan Bañuelos

Él mismo es escritura y sabiduría

Foto Omar Meneses/archivo La JornadaDesde muy joven en Chiapas supe de Ángel María Garibay, estudioso de los primeros pobladores de México. Por Rosario Castellanos leí los escritos iniciales de Miguel León-Portilla, cuidadoso seguidor de Garibay. Sus magníficas traducciones del náhuatl vinieron después. Años más tarde en la unam nos hicimos amigos y junto con otros maestros sapientes –Alfredo López Austin, Rubén Bonifaz Nuño, Carlos Navarrete, Enrique Florescano– empecé a internarme desde mi latitud de poeta en el México indígena y el legado de su cultura, sobre todo de Chiapas. Sin embargo, reconozco que el Tlamatimine que me acercó el espejo de obsidiana delante de mi rostro fue León-Portilla. Él ha sido el guía de los códices, pinturas y jeroglíficos de lo que está sobre la Tierra, de lo que está sobre nosotros y las realidades que pertenecen a la región de los muertos, según la cosmogonía de nuestros antepasados, y según su filosofía: los orígenes del hombre se explican porque es él un ser requerido por los dioses... gracias a que tiene el don de la conciencia.

Para muchas generaciones de mexicanos Miguel León-Portilla ha sido la memoria de nuestra identidad, una luz, una tea que no ahuma; él es el heredero de los humanistas de la Colonia que se dieron cuenta de la civilización indígena y de sus textos dignos de preservarse y aun de difundirse –Andrés de Olmos, Bernardino de Sahagún, Bartolomé de las Casas, Vasco de Quiroga, Alonso de Zurita. León-Portilla ha seguido la tradición de acercarse a los sabios indígenas sobrevivientes, recorriendo el país, descubriendo textos y traduciéndolos al español; a él se debe, en buena medida, que la antigua palabra sea hoy un género literario: el mensaje que aporta es testimonio de la sabiduría de Mesoamérica.

Después de la Insurrección Cultural Maya de 1994, la aportación filosófica de León-Portilla en mucho ha aclarado este levantamiento, y que, también, literatura y humanismo indígenas formen parte ya de las letras clásicas en el mundo. La cultura es un todo orgánico y como tal lo ha estudiado, aborda el pasado y el presente indígenas sin enfilar comparaciones con otras culturas, sino como una comprensiva templanza de la transformación del hombre.

Existe un hecho singular en mi amistad con el maestro Miguel. En 1997 el Colegio Nacional publicó en una pequeña edición su estudio Pueblos originarios y globalización –texto poco leído– con un tema de antecedentes históricos muy antiguos y en estrecha relación con los problemas actuales de Chiapas. Me obsequió cincuenta ejemplares para que lo conocieran las comunidades de aquel estado. El documento fue una revelación para los interesados en las zonas del conflicto: "Pueblos originarios son los que han vivido en un territorio antes de que cualesquier otros penetraran en él bien sea por conquistas, colonizaciones violentas o supuestamente pacíficas, inmigraciones o de otras formas." Muchas ideas del maestro fueron asimiladas por los indios en la defensa de sus autonomías. Cuando los grupos paramilitares de los caciques obligaron a huir a los civiles, aumentaron los expulsados de la selva, y más aún con la matanza de Acteal, teniendo que instalarse en zonas de refugio bastante precarias; entonces, León-Portilla invocó el artículo 1º del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, suscrito por México (que aún no cumple) y el inciso 1b de dicho artículo sobre los pueblos considerados indígenas, oponiéndose a la "rampante globalización económica": los gobiernos quieren uniformar un mundo sin memoria. También ha requerido una nueva relación con los pueblos originarios de México para que se reconozca su personalidad como entidades de derecho público y de esa forma puedan alcanzar su autonomía, lucha que tanto sufrimiento les ha causado. Hace apenas unos meses, el doctor Miguel León-Portilla donó la suma monetaria de un premio que le fue conferido, para las necesidades apremiantes de tantos relegados.

Le deseo mucha vida, fraternalmente y... no tengo más que este poema escrito para un desplazado singular de Acteal (sólo intento compartir con él su honda aflicción humanista). Nos esperan los Montes Azules y otros 
desahucios.
 
 
El ciego
desplazado de Acteal
llorando dijo: "si por esta ciega cárcel transitas... 
¿mi hijo dónde está?¿por qué no te acompaña?"
Dante

A Miguel León-Portilla

•
Somos
la fruta
pudriéndose
en el árbol
Somos el río paralítico de sangre

–Yo
que tantos
hombres
he sido
no fui nunca el vagabundo azar
ni el tiempo persistente

••
¿Por qué
la luz
quieren
nombrarla
oscuridad?
Tanta noche/tanto día

Nos han arrincado a un bosque con rejas
duras espantable
Se sube
como humo
nuestro
pálpito

•••
Dicen
        que el mar es muy grande
                                                    No lo creo
Dicen
        que nací hace mucho
                                                    Me sorprende
Nunca
me he
visto
en un
espejo

••••

–Eh señor
¿ya se fue?
¿Quiere
una pera?
Deme mi bastón/camino sin nombre
caminar o ser ¿qué importa?
                                                    Estamos vestidos de carne
Nunca fue
acariciosa
con nosotros
la eternidad
–¿o es que es una mujer
                             siempre en trance
                                                           de parto?  
Entre lluvias y frío
nos cobijan el lodo
       y el terror


        y esa tos que no nos deja dormir

Antes
        el frijol sobre el fuego olía a familia

Callan los musiqueros
                                    ¿No oyes?
 

el silencio
es agua con sal
y sombra
                                    –Voz de nadie

Cómo se anda su espanto mi corazón

–¿caso me acuerdo
que el mundo
era grande?


No tengo
lágrimas

Insecto tierno
es el rocío

•
Cómo se pega a la pared la sombra de esa silla
–Somos
solamente
inquilinos
del tiempo

No pregunten quién me ha muerto
–que yo me he muerto
 

Plantas animales hiedra
ruido oscuro de bocas
–vientres de mujeres sajados
por cabrones
••
Soy el que soy...
                                                cómo lo siento miedo
cuando un mi pie
                                    alcanza
                                                        el otro pie

Soy el oído vivo
                            que solo
                                            tejedor de redes
                                                                          adenbalde