Juan
Bañuelos
Él
mismo es escritura y sabiduría
Desde
muy joven en Chiapas supe de Ángel María Garibay, estudioso
de los primeros pobladores de México. Por Rosario Castellanos leí
los escritos iniciales de Miguel León-Portilla, cuidadoso seguidor
de Garibay. Sus magníficas traducciones del náhuatl vinieron
después. Años más tarde en la unam nos hicimos amigos
y junto con otros maestros sapientes Alfredo López Austin, Rubén
Bonifaz Nuño, Carlos Navarrete, Enrique Florescano empecé
a internarme desde mi latitud de poeta en el México indígena
y el legado de su cultura, sobre todo de Chiapas. Sin embargo, reconozco
que el Tlamatimine que me acercó el espejo de obsidiana delante
de mi rostro fue León-Portilla. Él ha sido el guía
de los códices, pinturas y jeroglíficos de lo que está
sobre la Tierra, de lo que está sobre nosotros y las realidades
que pertenecen a la región de los muertos, según la cosmogonía
de nuestros antepasados, y según su filosofía: los orígenes
del hombre se explican porque es él un ser requerido por los dioses...
gracias a que tiene el don de la conciencia.
Para muchas generaciones de mexicanos Miguel
León-Portilla ha sido la memoria de nuestra identidad, una luz,
una tea que no ahuma; él es el heredero de los humanistas de la
Colonia que se dieron cuenta de la civilización indígena
y de sus textos dignos de preservarse y aun de difundirse Andrés
de Olmos, Bernardino de Sahagún, Bartolomé de las Casas,
Vasco de Quiroga, Alonso de Zurita. León-Portilla ha seguido la
tradición de acercarse a los sabios indígenas sobrevivientes,
recorriendo el país, descubriendo textos y traduciéndolos
al español; a él se debe, en buena medida, que la antigua
palabra sea hoy un género literario: el mensaje que aporta es testimonio
de la sabiduría de Mesoamérica.
Después de la Insurrección
Cultural Maya de 1994, la aportación filosófica de León-Portilla
en mucho ha aclarado este levantamiento, y que, también, literatura
y humanismo indígenas formen parte ya de las letras clásicas
en el mundo. La cultura es un todo orgánico y como tal lo ha estudiado,
aborda el pasado y el presente indígenas sin enfilar comparaciones
con otras culturas, sino como una comprensiva templanza de la transformación
del hombre.
Existe un hecho singular en mi amistad
con el maestro Miguel. En 1997 el Colegio Nacional publicó en una
pequeña edición su estudio Pueblos originarios y globalización
texto poco leído con un tema de antecedentes históricos
muy antiguos y en estrecha relación con los problemas actuales de
Chiapas. Me obsequió cincuenta ejemplares para que lo conocieran
las comunidades de aquel estado. El documento fue una revelación
para los interesados en las zonas del conflicto: "Pueblos originarios son
los que han vivido en un territorio antes de que cualesquier otros penetraran
en él bien sea por conquistas, colonizaciones violentas o supuestamente
pacíficas, inmigraciones o de otras formas." Muchas ideas del maestro
fueron asimiladas por los indios en la defensa de sus autonomías.
Cuando los grupos paramilitares de los caciques obligaron a huir a los
civiles, aumentaron los expulsados de la selva, y más aún
con la matanza de Acteal, teniendo que instalarse en zonas de refugio bastante
precarias; entonces, León-Portilla invocó el artículo
1º del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo,
suscrito por México (que aún no cumple) y el inciso 1b de
dicho artículo sobre los pueblos considerados indígenas,
oponiéndose a la "rampante globalización económica":
los gobiernos quieren uniformar un mundo sin memoria. También ha
requerido una nueva relación con los pueblos originarios de México
para que se reconozca su personalidad como entidades de derecho público
y de esa forma puedan alcanzar su autonomía, lucha que tanto sufrimiento
les ha causado. Hace apenas unos meses, el doctor Miguel León-Portilla
donó la suma monetaria de un premio que le fue conferido, para las
necesidades apremiantes de tantos relegados.
Le deseo mucha vida, fraternalmente y...
no tengo más que este poema escrito para un desplazado singular
de Acteal (sólo intento compartir con él su honda aflicción
humanista). Nos esperan los Montes Azules y otros
desahucios.
El
ciego
desplazado
de Acteal
llorando
dijo: "si por esta ciega cárcel transitas...
¿mi hijo dónde
está?¿por qué no te acompaña?"
Dante
A
Miguel León-Portilla
Somos
la fruta
pudriéndose
en el árbol
Somos el río paralítico
de sangre
Yo
que tantos
hombres
he sido
no fui nunca el vagabundo azar
ni el tiempo persistente
¿Por qué
la luz
quieren
nombrarla
oscuridad?
Tanta noche/tanto día
Nos han arrincado a un bosque con rejas
duras espantable
Se sube
como humo
nuestro
pálpito
Dicen
que el mar es muy grande
No lo creo
Dicen
que nací hace mucho
Me sorprende
Nunca
me he
visto
en un
espejo
Eh señor
¿ya se fue?
¿Quiere
una pera?
Deme mi bastón/camino sin nombre
caminar o ser ¿qué importa?
Estamos vestidos de carne
Nunca fue
acariciosa
con nosotros
la eternidad
¿o es que es una mujer
siempre en trance
de parto?
Entre lluvias y frío
nos cobijan el lodo
y
el terror
y esa tos que no nos deja dormir
Antes
el frijol sobre el fuego olía a familia
Callan los musiqueros
¿No oyes?
el silencio
es agua con sal
y sombra
Voz de nadie
Cómo se anda su espanto mi corazón
¿caso me acuerdo
que el mundo
era grande?
No tengo
lágrimas
Insecto tierno
es el rocío
Cómo se pega a la pared la
sombra de esa silla
Somos
solamente
inquilinos
del tiempo
No pregunten quién me ha muerto
que yo me he muerto
Plantas animales hiedra
ruido oscuro de bocas
vientres de mujeres sajados
por cabrones
Soy el que soy...
cómo lo siento miedo
cuando un mi pie
alcanza
el otro pie
Soy el oído vivo
que solo
tejedor de redes
adenbalde
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