Cerca de ocho mil personas en el concierto del roquero en el Auditorio
Con mercadotecnia y buenos músicos Rod Stewart sedujo a un público dócil
FRANCISCO GUTIERREZ MUÑOZ
Roderick David Stewart -mejor conocido como Rod Stewart- demostró la noche del lunes, en el Auditorio Nacional, que su éxito se debe, más que al rock, a la logística y a la estrategia mercadotécnica.
Además del roquero de voz aguardentosa y cabellera desordenada, en el concierto de la noche del 20 de mayo vimos a un Stewart estratégico, seduciendo a un público dócil, sediento de rolas nostálgicas, sin ánimo de exigir experiencias musicales innovadoras, sino que se conforma con lo consagrado, con lo que no requiere riesgo de aceptación o de rechazo. El veterano Rod lo sabe (o sus asesores se lo dicen) y aplicó la táctica:
Una adecuada y rigurosa logística, revisada hasta en los más minuciosos detalles; material humano de primera, que integraron cinco excelentes músicos; un requintista y un baterista (de excelsa calidad) a los que se unieron un chelista y cuatro violinistas, entre ellos una guapa mujer que mostró sus virtudes en el instrumento, además de sus atractivos en vestido de gala y minifaldas. Mención aparte merece la rubia saxofonista, quien en enfundados pantalones de cuero y en diminutas faldas rojas, y con 1.75 de estatura, provocó los silbidos de más de un gañán asistente; además de bella demostró que sabe hacer sonar tanto la caña del sax alto como del tenor (en dos melodías) y el sax barítono (en una ocasión).
Completa el equipo el bien tiplado trío de coristas, dos de los cuales tuvieron la oportunidad de interpretar cada uno una pieza como solista.
Espera hasta la impaciencia
Todo estaba listo desde horas antes del show; sin embargo, Stewart, oriundo de Highgate, Londres, dejó que el público se impacientara 15 minutos después de la hora establecida; cuando faltaban cinco para las nueve de la noche y se escuchaban los primeros silbidos de impaciencia, salieron al unísono la banda, los coros y los violines, seguidos por Stweart, quien ataviado de pantalón negro, camisa de olanes blanca y saco satinado color marfil calmó los ánimos de los impacientes con las nostálgicas Handbags y Reason to believe. ƑMilagro? No, mercadotecnia.
El roquero, radicado en Los Angeles (para evadir al fisco de su país), se siguió con otras rolas, también probados éxitos, como Forever young, Some guys have all the luck, Yours in my heart, entre otras, con las cuales realizó movimientos aeróbicos y cambios de vestuario con el propósito de embelesar al ya cautivado público, entre el cual estaban cincuentones de clase media alta acompañados de sus hijos, a quienes querían demostrar que no sólo Nsync ni Air Supply son la neta.
Balones de regalo
Ya picados, y sobre todo con el público en la bolsa, dejó que el corista negro que lo acompañaba se echara un palomazo, lo mismo la otra corista, quien con su excelente voz se reventó Chain of fools, un soul que hiciera famoso Aretha Franklin. Y para exaltar el entusiasmo futbolero, ahora que la selección mexicana pareciera haber encontrado la luz de la verdad, regaló al público unos 20 balones autografiados, no sin antes demostrar que sabe matar de a pechito, dominar y despejar de volea y con chanfle.
Al público, en el paroxismo, poco le importaron las fallas en el sonido local; hasta los compañeros de la prensa se regodeaban entonando canciones y bailando con el roquero de 57 años; algunas reporteras se tomaron de las manos, las alzaron y se balanceaban de lado a lado, dos reporteros enfrente de este redactor realizaban movimientos pélvicos, que hasta otro de atrás les gritó: "si como lo mueven redactaran, el periodismo en México sería otra cosa". A la salida otros comentaban: "esas compañeras no vinieron a cubrir la nota, sino a ahorrarse la entrada".
Los nostálgicos recordaron los temas de su ídolo, los jóvenes conocieron al intérprete preferido de papá y mamá y el cantante demostró la fórmula por la cual ha vendido más de 70 millones de discos en el mundo, en sus casi cuatro décadas de actividad, dirían los tecnócratas: las bondades del mercado.
Los que no la pasaron muy bien fueron los de la reventa, y qué iban a vender si el auditorio no se llenó, por eso los presentes bailaron a su antojo; por espacio no sufrieron.