martes 21 de mayo de
2002 |
Marcos a la
medida Utopía, te odio y te quiero (I) n Marcos Winocur |
En sentido estricto
o, si se quiere, tradicional, utopía es una idea que
mejora radicalmente la realidad, y que ésta no admite.
Por realidad me refiero tanto a los obstáculos puestos
por la naturaleza física o biológica como por voluntad
de la mayoría de los hombres. Si la utopía propone
contradecir la ley de la gravedad o irnos de viaje a las
estrellas, Mamacita Naturaleza dice "no" y
rotula: ciencia ficción. Si la utopía propone
contradecir el sistema, los mayores obstáculos provienen
de la resistencia ofrecida por las estructuras mentales
dominantes, que dicen "no" y rotulan: somos las
guardianas de la identidad. Por el momento, así están las cosas. Hubo un tiempo en que las estructuras mentales se acompasaban a la realidad que les había dado origen, el feudalismo en el Oriente de Europa; es el caso de Rusia durante siglos; el zarismo gobernaba, los campesinos trabajaban y las estructuras mentales se transmitían de generación en generación. Eran poderosas, más, mucho más de lo que después se pensó. Habían adquirido el don de la autonomía, no tenían ya que pedir permiso a la realidad para existir, no les importaba cuan feudal ésta se conservaba; ellas gobernaban en la cabeza de los hombres. Dio la impresión de que eran derrotadas en 1917, cuando la Revolución Rusa. Pero no. Como ciertos virus, se conservaron alojadas en el cerebro en estado latente, esperando con paciencia por su oportunidad. Hay que recordar que en la Rusia zarista la servidumbre recién fue abolida en el último tercio del siglo XIX, y muchos ni se dieron por enterados. El país había ganado un sólido prestigio en Occidente como el más atrasado de Europa. Así, en 1917 la realidad hacía agua por los cuatro costados y las estructuras mentales dominantes tomaban sol en las playas del mar Negro; nada les preocupaba. Vino entonces la revolución. Era el momento de proponer un modelo social alternativo. Pero... dejemos mejor la palabra a Karl Marx y a Fernand Braudel. El primero dijo: "El peso de las generaciones muertas oprime el cerebro de las vivas." Y el segundo: "Las ideas son cárceles de larga duración." Creo que aquí podría terminar este artículo. Pero un maligno afán perfeccionista me lleva a continuarlo cuando ya todo, o casi todo, queda dicho. Una pregunta continúa rondando las cabezas. ¿Por qué cayó la URSS? Después de tres cuartos de siglo de experiencia socialista, se vino abajo como castillo de naipes, por no decir como calzón de puta. Las estructuras mentales del pasado dejaban el estado latente y desfilaban en la Plaza Roja. ¡Increíble! Y bien, a más de una década de haber ocurrido, la pregunta continúa pareciendo endemoniadamente difícil cuando la respuesta es endemoniadamente fácil. Desde luego, convergencia de factores de orden coyuntural, como rezagarse en la carrera con Estados Unidos, y especialmente en el rubro más sensible, el de los armamentos y, ligado a esto, la idea de que podía canjearse la renuncia al socialismo por paz, es decir, el cese de la amenaza nuclear sobre las cabezas, y más una debilidad general en el otrora "campo socialista" que llevó a Gorby a aceptar el desgaje de sus aliados del Pacto de Varsovia y disolver a éste, y luego llevó a Yeltsin a llegar más lejos, tolerando idéntica actitud a repúblicas pertenecientes a la URSS, también extinguida... etcétera. ¿Por qué cayó la URSS? Otra, sin embargo, resulta la condición necesaria: la voluntad de los rusos, quienes en definitiva dijeron "no" al socialismo de raíz marxista. Puedo proponer los planes más perfectos para la vida futura, pero si la gente -los supuestos beneficiarios- dice "no", por los motivos que sean, la idea queda en utopía, no se realiza a pesar de ser factible. No es que no se pueda, no se quiere. Esa negativa generalizada fue, a nuestro entender, la condición necesaria y suficiente. Los factores de orden coyuntural apuraron el proceso. Y frente a la utopía comunista, se levantó otra, la del capitalismo, el libre mercado, la iniciativa privada, el selfmademan, etcétera. |