Aprobado de panzazo Ramos Rizo se despidió; va al Mundial
La vigilancia no evitó conatos de bronca
MARLENE SANTOS A.
Con el ocaso del día la fiesta se frustró en el estadio México 68. La comunidad universitaria se despojó con dolor de sus ilusiones, y con tristeza miró el festejo de un equipo que hace historia al convertirse en el primer participante en la Copa Libertadores que a la par tramitó el pase a la gran final del torneo local.
A falta de bebidas heladas y burbujeantes, Javier Pérez Teuffer, presidente de las Aguilas, recibió el pegajoso baño de refresco de sus compañeros de palco, y lloró en el hombro de todo aquel que quiso felicitarlo.
No podía ni hablar y con los ojos enrojecidos se abrió paso para ubicarse entre los seguidores de su equipo para sumarse al canto: "Vaaaamos, vaaamos América, esta tarde tenemos que ganar...".
No se sabe si Pérez Teuffer lloraba de coraje por los millones de dólares desperdiciados por más de una década en la nómina de estrellitas fugaces, cuando la fórmula resultó mil veces más sencilla y económica: echar mano de la cantera, con fe y decisión, tal como lo está demostrando el técnico Manuel Lapuente.
Y pese al gran despliegue de vigilancia nadie pudo evitar las esporádicas broncas en las largas filas y túneles a la hora de entrar al inmueble, que dos horas antes del inicio del juego estaba lleno en los costados, donde se plantaron puntuales las más enconadas porras.
Por un lado estaban las universitarias y enfrente las americanistas, que no perdieron tiempo y de inmediato se trenzaron en la guerra verbal.
Un ambiente solemne se instaló a la hora de entonar el himno universitario. Erguidos como lanzas se alzaban al frente los brazos empuñados de los miles y miles de seguidores de Pumas. Los rivales hicieron mil esfuerzos por estropear el canto viril, y con potencia lanzaron el grito de "...uuuuuleros, uuuuleros".
Ya con el juego en marcha, el clima de tranquilidad predominó gracias a que por el altavoz se conminó al orden con una frase mágica, alentadora e ilusionista: "Se les recuerda que este estadio podría ser escenario de la inminente final. No provoquemos un veto".
En la cancha, el silbante Felipe Ramos Rizo no se salvó del examen minucioso al que lo sometió la afición, y resultó con algunos raspones, sobre todo por haber ignorado un par de claras faltas, una por cada bando, y recibió una andanada de silbatinas y recordatorios familiares por no haber marcado un penal a los de casa.
Y es que Ramos Rizo tuvo aquí, en la llamada "final adelantada", su partido de despedida previo al Mundial Corea del Sur-Japón, ya que el martes viajará a tierras asiáticas.
Si Lapuente fue certero en la táctica, sus seguidores no se quedaron atrás y con inteligencia -siendo minoría- emprendieron veloz retirada para llevar la fiesta y ondear sus banderas amarillas por Insurgentes, Revolución y Tlalpan.