Christian Patiño y Adolfo Ríos,
las figuras de unas Aguilas enrachadas y con suerte
América rompió sequía de 11 años;
ganó 2-1 a Pumas y clasificó a la final
Autogol de Miguel España, el único sobreviviente
de los universitarios campeones en 90-91
MARLENE SANTOS A.
Once años tuvieron que pasar para paladear la dulce
venganza. El llanto feliz y los gritos de júbilo de la minoría
de aficionados águilas estallaron con fuerza en medio del silencio
espectral de los auriazules, que tras el pitazo final permanecían
en su lugar enmudecidos e incrédulos, ayer en el abarrotado estadio
México 68, donde América venció 2-1 a Pumas.
Sin dar un gran partido, pero enrachados, de buena vena
y, sobre todo, con el gran momento de Christian Patiño, pudo más
la juventud águila que la auriazul.
La suerte tomó partido desde el minuto siete, cuando
el veterano de mil batallas, el hombre de experiencia, Miguel España,
cometió un error garrafal al dar dirección a un centro de
Pável Pardo e hizo autogol.
El
1-0 daba el pase a los de Coapa y el técnico de Pumas, Hugo Sánchez,
saltó de su banca con evidente preocupación; comenzó
a pasearse nerviosamente por su área. Sus pupilos se lanzaron al
ataque, se adueñaron del esférico y del juego, y remitieron
al América a su propio predio.
Víctor Müller se hizo presente en el área
visitante, pero se topó con otro americanista inspirado, el portero
Adolfo Ríos, que salvó varias veces su meta y sacó
a relucir el colmillo al consumir tiempo, hasta que lo amonestó
el silbante Felipe Ramos Rizo, quien este martes partirá al Mundial.
Pero América, equipo que ya hizo del contragolpe
su mejor arte, apeló a ese recurso y al minuto 36 estuvo a punto
de aumentar su ventaja y sólo un providencial despeje de Gerardo
Galindo sobre la línea de meta, evitó el tanto.
Empero, el equipo con mayor pujanza siguió siendo
la UNAM y al minuto 43 obtuvo la anhelada recompensa.
Galindo desbordó por la derecha, sacó centro
que remató con la cabeza el Karusha Müller, el cual
no pudo contener Adolfo Ríos. El 1-1 provocó el estallido
festivo en las gradas, las goyas surgieron por doquier, las banderas ondearon
y el humo teñido en amarillo y oro pintó el aire. De nuevo
los auriazules acariciaban el boleto.
Pero Hugo Sánchez olvidó que la mejor defensa
es el ataque y sembró el desconcierto entre sus pupilos al ordenar
el repliegue de filas. Plantó un irreconocible Pumas defensivo que
aguardaba con titubeos los avances del rival.
A un costado, en la banca visitante, Manuel Lapuente comenzó
a echar mano de sus hombres. Ingresó al desencanchado Bam-Bam
Zamorano, y con mejor acierto a Manuel Ríos.
Al minuto 16 del segundo tiempo, Ramos Rizo, en polémica
acción no marcó lo que parecía penal cometido por
Jesús Mendoza sobre el Parejita López.
El joven Ríos no tardó en mostrar su eficacia,
ya que al minuto 67 dio certero pase a segundo poste, donde Christian Patiño
sólo tuvo que darle un toque suave al esférico para vencer
a Esdras Rangel.
Eufórico, Patiño emprendió loca carrera
de festejo, sacó el pecho para ponderar la imagen de la Guadalupana
y poco caso hizo a las felicitaciones de sus compañeros.
Hugo metió al Gonzo González, a Rafael
Márquez y más tarde a Rodrigo Lemos, pero ahí enfrente
estaba el América como pez en agua, defendiéndose, destruyendo
avances, disparando el esférico a cualquier punto del graderío.
Lapuente siguió echando mano de su pléyade
juvenil, relevó a Manuel Ríos, quien apenas jugó 11
minutos, por Carlos Sánchez. En su banca ya todos estaban de pie,
nerviosos, ansiosos, esperando el silbatazo final.
En la banca local Miguel España ?que había
dejado su lugar al Gonzo?, era el único jugador presente
de aquel Pumas campeón en 90-91; tenía el rostro desencajado,
todo lo contrario de hace 11 años, cuando la derrota fue americanista.