José Antonio Rojas Nieto
¡Ay... Rusia... Rusia!
Sobre aviso no hay engaño. Parece que comienza
la guerra. ¿Cuál guerra? Pues la de la ampliación
de la producción petrolera para ganar los incrementos que -se estima-
ya experimenta hoy y lo hará en los siguientes meses hasta el pleno
invierno, la demanda mundial de crudo. No es ocioso repetirlo. Se trata
de un aumento paulatino del consumo mundial de petróleo que, muy
probablemente, alcanzará un incremento diario de 6 millones de barriles
en los días de mayor frío invernal. ¿Quiénes
están cubriendo o proporcionando ese incremento en el crudo consumido
en el mundo durante el mes de mayo?¿Quiénes lo harán
en junio?¿Quiénes de julio a noviembre? ¿Quiénes,
finalmente, lo harán en diciembre y en enero, cuando el mundo rompa
su récord y alcance ?si resultan ciertas las estimaciones, incluidas
las de quien esto escribe- un consumo diario de 80 millones de barriles-
Es mucho -realmente es muchísimo- el crudo que día a día
debe extraerse y movilizarse en los oleoductos del mundo pero, sobre todo,
en la flota marítima más importante que hoy existe. Probablemente
en diciembre de este año, se moverán no menos de 47 millones
de barriles al día.
El mayor volumen del Pérsico y de Africa hacia
la zona Asia-Pacífico, hacia Europa y hacia Estados Unidos. Pero
también de América Latina y del mar del Norte se enviará
crudo hacia esas grandes zonas de consumo. Y -aquí la novedad- casi
5 millones diarios provendrán de la Rusia petrolera de hoy.
El movimiento mundial del combustible involucra no menos
de 6 millones de toneladas diarias que representan un movimiento anual
cercano a 2 mil millones de toneladas. Importante negocio desplazar crudo
que no sólo producirlo. Y, sin embargo, como han afirmado algunas
organizaciones ambientalistas, se trata de un negocio sucio, porque medianos
y grandes barcos que llegan a alcanzar cargas de hasta poco más
de 2 millones de barriles, contaminan los mares y, en caso de accidentes
graves -como lo mostró el lamentable caso del buquetanque Valdez
de Exxon, el 24 de marzo de 1989-, dañan irreversiblemente.
Bueno, pero lo que hay que comentar hoy es que esta semana
Rusia manifestó su intención de ganar una importante cuota
de la ampliación del consumo mundial que ya comenzó. Para
lo cual -lo asegura su primer ministro Mikhail Jasyanov- abandonará
el pacto con la OPEP de control de producción y de exportaciones.
En buen romance, esto significa la apertura de una guerra de producción,
un conflicto de cuotas y, probablemente, una guerra de precios. Está
en juego una nueva distribución de la oferta en un semestre harto
complejo.
La respuesta del mercado no se hizo esperar. Entre miércoles
y jueves el precio internacional del crudo se desplomó poco más
de un dólar: de 29.20 dólares por barril registrados el martes
pasado, el crudo ligero que se cotiza en Wall Street bajó a 27.95,
el jueves. Sin embargo, y por curioso que parezca, ese desplome se frenó
el viernes y los precios se recuperaron un poco, cuando también
se divulgaron las afirmaciones del ministro ruso de Energía, Igor
Yusufov, en el sentido de que Rusia continuaría sus acciones de
coordinación con la OPEP, no obstante que, también en estos
días, el director de una de las más importantes compañías
petroleras rusas (Simon Kukes de la Tyumen Oil Co., la quinta después
de Lukoil, Yukos, Surgtneftegaz y Tatneft) aseguró la ruta de ampliar
la producción a un ritmo anual de entre 5 y 8 por ciento los próximos
cinco años, lo que implicaría que en 2007 podrían
producir entre 9 y 10 millones de barriles diarios, para convertirse en
el primer productor y exportador mundial, siempre y cuando Arabia Saudita
no hiciera algo similar.
Pero independientemente de esto, ya aseguran que incrementarán
paulatinamente su producción para recuperar los 150 mil barriles
diarios que dejaron de producir el primero de enero de este año.
Nada sería más recomendable que México
trabajara para que Rusia continuara con su acuerdo con la OPEP y se coordinara
con sus miembros, con Noruega y con el mismo México, para acceder
a una nueva estructura de la oferta sin guerra de producción y,
consecuentemente, sin guerra de precios. ¡Qué duda cabe de
que las secretarías de Energía y de Relaciones Exteriores
tienen mucho trabajo!