BAJO LA LUPA
Alfredo Jalife Rahme
El presidente George W. Bush ¡sí sabía!
NO ES UN TITULO del periódico Granma de
Cuba ni del Babel de Bagdad: Bush "¡sí sabía!",
fue el encabezado demoledor de The New York Post, un rotativo (curiosamente
ligado al Partido Republicano) que se publica donde ocurrieron los atentados
del 11 de septiembre que pudieron, quizá (¿chi lo sá?),
ser prevenidos, como se trasluce de los informes puntuales de la FBI
y la CIA, que advirtieron desde hace ocho años (el pitazo
de Filipinas), pasando por el luminoso reporte La sociología
y sicología del terrorismo (de septiembre de 1999 y disponible
en la Biblioteca del Congreso), y del memorándum de un agente de
la FBI en Phoenix, Arizona (que leyó Bush sin inmutarse el 6 de
agosto pasado), en que afloran escenarios probables de los atentados, con
sus coreografías. El informe del 6 de agosto, 36 días antes,
es determinante porque enfoca los ataques a la Casa Blanca, el Pentágono
y la CIA (en otro informe queda claro que el World Trade Center era también
objetivo, como lo había sido antes), sin que se hayan tomado las
mínimas precauciones de seguridad (al menos, no se notaron en los
cielos ni en las fronteras).
LA SENADORA POR NUEVA YORK, ex primera dama y probable
candidata presidencial Hillary Rodham Clinton fustigó la impericia
del presidente Bush. No se trata de que el equipo Bush lance a su jauría
(des)informativa global (tales sus Fernández de Castro y Ana María
Salazar) para persuadirnos a los crédulos tercermundistas, que siempre
creemos a pie juntillas la propaganda de Washington, sino de que ahora
pueda convencer a sus propios ciudadanos y, en especial, a los citadinos
de Nueva York, donde cunde la furia contra el "comandante supremo de las
fuerzas armadas".
BUSH NO TIENE SALIDA: en el mejor de los casos, exhibió
su legendaria ineptitud negligente cuando el país peligraba, mientras
se tomaba unas larguísimas vacaciones en su rancho de Crawford,
Texas, y/o, en el peor de los casos, fue atrapado en su presunto encubrimiento
diabólico con fines aviesos (como ha sido acusado por la representante
Cynthia McKinney, una demócrata de Georgia, de que el 11 de septiembre,
por sus consecuencias, había favorecido los negocios del Grupo Carlyle).
O los dos.
EL
11 DE SEPTIEMBRE encumbró a Bush de un mediocre desempeño,
con menos de 50 por ciento de aceptación nacional después
de la elección bananera de Florida, a un asombroso 90 por
ciento como "comandante supremo de las fuerzas armadas" en guerra contra
afganos islámicos del paleolítico (que el mismo Estados Unidos
había armado). Ahora el 11 de septiembre puede ser el Waterloo
de Bush, quien se juega toda su credibilidad y vuelve a ver puesta en tela
de juicio su legitimidad. Hasta su esposa, Laura, desde Hungría
tuvo que salir en defensa del atribulado presidente a quien la opinión
pública culpa de negligencia (¿criminal?).
EL VICEPRESIDENTE CHENEY ha salido de su escondite (dicho
literalmente) a amenazar a media humanidad y, en particular, a acosar,
y a acusar entre líneas, a los "demócratas", de "traición
a la patria" (lo cual en Estados Unidos es perseguido penalmente; y los
tribunales militares, sin derecho a defensa ni apelación, se encuentran
instalados para cualquier eventualidad). ¿Qué datos comprometedores
ocultaría la dupla Bush-Cheney, para estar tan nerviosa?
LOS LIDERES del Partido Demócrata, como en los
grandes tiempos de crisis, olieron sangre y capitalizan el desplome de
la invencibilidad del presidente Bush y su mercadotecnia primitivamente
patriotera. Una pregunta que enmudeció a Condoleezza Rice, la amazónica
asesora de Seguridad Nacional, durante una sesión a puerta cerrada
con los senadores demócratas: ¿por qué el procurador
Ashcroft dejó de viajar en vuelos comerciales antes del 11 de septiembre?
A propósito, ¿por qué los satélites de Estados
Unidos no detectan a Osama Bin Laden, el jerarca de Al Qaeda, ni al mullah
Omar, el líder de los talibanes? En una entrevista concedida en
estos días al periódico árabe As-Sharq Al-Awsat,
de Londres, el mullah Omar reiteró que Osama se encontraba
estupendamente bien y negó que haya sido el autor del 11 de septiembre.
¿Por fin? ¿A quién creer, entre Omar y Bush?
DESDE EL 5 DE OCTUBRE del año pasado, Jane's, la
agencia militar estratégica británica, planteó la
sospecha que acosa (¿y acusa?) a la dupla Bush-Cheney: "Desde marzo
la misión permanente de Rusia en la ONU sometió al Consejo
de Seguridad un reporte detallado sin precedentes sobre la infraestructura
terrorista de Al Qaeda en Afganistán, pero el gobierno de Estados
Unidos optó por no actuar". ¿Por qué? ¿Por
la geopolítica del gas y el petróleo?
El 11 de septiembre como negocio
NO ESTAMOS ALEGANDO de ninguna manera que el equipo Bush
se encuentre diabólicamente detrás de los atentados del 11
de septiembre (ni siquiera se nos ocurriría semejante monstruosidad),
como muchos sectores entre los enemigos globales de Bush habían
empezado a cuestionar (por ejemplo la hipótesis de "atentados triangulados"
para sacar a Estados Unidos de la recesión y de su grave crisis
financiera: un laisser faire, laisser passer monetarista; algo así
como unas chicuelinas neoliberales). Tampoco abordaremos las especulaciones
sobre la reciente detención muy extraña de dos israelíes
ilegales con explosivos en el estado de Washington, reportada por Fox News
de Estados Unidos (no las "Noticias Fox" de México y sus lorocutores),
ni el arresto de otros 60 israelíes en diciembre pasado bajo
sospecha de espionaje y de ocultar información relacionada con el
11 de septiembre. Hasta ahora, el "irrefutable" autor del 11 de septiembre,
según las aseveraciones de la FBI ("evidencias" que desecharía
hasta un juez penal de rancho guanajuatense), que parecen más bien
un montaje hollywoodense, es el yemenita-saudita Osama Bin Laden, un "ex"
(¿?) agente de la CIA y "ex" (¿?) aliado comercial/petrolero
del nepotismo dinástico de la familia Bush, y "punto.com".
NOS REFERIMOS MAS BIEN a otros tipos de "negocios" que
han surgido entre los más de 3 mil cadáveres y los escombros
de las Torres Gemelas de Nueva York, como la recaudación electoral
en una reciente noche de gala en la que gracias a la presencia del "comandante
supremo de las fuerzas armadas", el Partido Republicano recaudó
30 millones de dólares de las grandes corporaciones. Además,
por 150 dólares de aportación mínima se tenía
derecho a compartir una foto montada a bordo del avión presidencial
Air Force One, compartiendo la charla entre el presidente Bush y
el vicepresidente Cheney durante los momentos trágicos del 11 de
septiembre.
POR LO VISTO, las catástrofes arrojan fuertes dividendos
en la etapa bushiana y las corporaciones donantes con un mínimo
de 250 mil dólares fueron: la petrolera Chevron (donde Condoleezza
Rice, la asesora en Seguridad Nacional, fue ejecutiva), la tabacalera Philip
Morris (de no muy buena fama que se diga), Microsoft, Union Pacific (no
podía faltar la compañía de Zedillo en la foto de
la deshonra), El Paso Corporation (que despedazó junto con Enron
la economía de California), la aseguradora AIG (American International
Group, que ya se repuso sicológicamente ocho meses después
de que dos empleados y 24 familiares de otros trabajadores perdieron la
vida en el WTC, y pese a pérdidas por 820 millones de dólares
producto del siniestro), y otras empresas farmacéuticas y del complejo
militar-industrial. La mancillada empresa contable Ernst & Young solamente
pudo contribuir con 100 mil dólares (son tiempos de crisis para
las descalificadas empresas contables globales, a raíz del caso
Enron).
SIN CONTAR EL GRAN NEGOCIO petrolero de la guerra de Afganistán
y el vigoroso repunte bursátil de las empresas vinculadas al complejo
militar-industrial, posteriores al 11 de septiembre, nada se asemeja a
las suculentas ganancias, de acuerdo con una pulcra investigación
de Walter Pincus, de The Washington Post (14 de mayo), que ha obtenido
la empresa de inversiones con sede en Washington, el Grupo Carlyle, que
concentra a ex secretarios como Frank Carlucci y al texano James Baker
III, muy ligados al nepotismo dinástico de la familia Bush.
Inminente citatorio del Congreso a Bush (por el caso Enron)
EL COMITE SENATORIAL de Asuntos de Gobierno, encabezado
por el controvertido senador demócrata Joseph Lieberman, quien por
cierto se encontraba también en la nómina de la gasera texana
Enron, amagó con emitir un citatorio judicial para hacer declarar
a la Casa Blanca por sus "contactos" con la quebrada Enron (¿para
contrarrestar las amenazas subliminales de Cheney contra Hillary?). El
senador Lieberman, un judío ultraortodoxo, quien fuera candidato
a la vicepresidencia junto a Al Gore, ha manifestado sus intenciones de
competir en la elección presidencial de 2004, que ya se adelantó
a todas luces, en medio de las próximas elecciones cruciales de
noviembre de este año. El presidente Bush puede ser atrapado bajo
el fuego cruzado del 11 de septiembre y el 2 de diciembre (fecha histórica
de la quiebra de la gasera texana Enron). Los demócratas presienten
que el nepotismo dinástico de la familia Bush repetirá su
maldición de no poder nunca relegirse ni en la Casa Blanca ni en
Florida.
¿A quién le conviene la guerra nuclear India-Pakistán?
EN UN REPORTE DE Bruce Riedel, un allegado al ex presidente
Clinton en el Consejo de Seguridad Nacional, se revela que Pakistán
estuvo a punto de emplear armas nucleares en 1999 durante su conflicto
fronterizo con India. En estos momentos, las dos potencias medianamente
nucleares del subcontinente indio, la región más densamente
poblada del planeta, se encuentran al borde de la guerra por los atentados
en Cachemira, infiltrada por los jihadistas de Al Qaeda. Para el
londinense The Times, el "eje de inestabilidad" abarca Afganistán,
la frontera de India con Pakistán, y Nepal (donde se ha recrudecido
la lucha entre la monarquía proestadunidense y la guerrilla maoísta).
Pues en ese "eje de inestabilidad" interconectada habitan más de
mil 200 millones de seres "fracasados", según la doble cosmogonía
del "choque de las civilizaciones" del racista Samuel Huntington y el "nuevo
imperio" de Robert Cooper. De acuerdo con las estadísticas del Banco
Mundial, en el subcontinente indio se concentra la mitad de los pobres
del planeta. Como no podemos perder de vista el contexto bushiano del laisser
faire, laisser passer monetarista, ¿una guerra nuclear neomalthusiana
entre India y Pakistán mejoraría notablemente las estadísticas
de la globalización financiera, para felicidad de Zedillo y el Banco
Mundial?