Jenaro Villamil
Los Tigres del Norte, narcótico de la noche
SANTA MARIA TEQUEPEXPAN, JAL. Les llaman los incansables
y no es para menos. En poco más de tres décadas de carrera
artística han grabado 38 discos, han recorrido prácticamente
todo el país en diez ocasiones; fueron los primeros en obtener un
Grammy en 1988 por su álbum América sin fronteras;
han logrado juntar a más de 200 mil personas en Los Angeles (5 de
mayo de 1993); tienen su Día Nacional de los Tigres del Norte en
Estados Unidos; y rompieron el mito de "grupo peligroso" cuando lograron
presentarse en el Zócalo capitalino en 2000.
Por supuesto, los incansables también son polémicos.
Han enfrentado desde acusaciones de ser protegidos por el narco
hasta la censura por su corrido Crónica de un cambio que,
según Fonovisa "fue rechazado por los tópicos que trae: corrupción,
abuso de poder y pobreza en México, y su letra podría trastocar
varias conciencias que pululan en el medio político".
Ahora,
en el marco de la presentación de su nuevo disco, De paisano
a paisano, los Tigres del Norte pretenden no sólo recorrer las
plazas clásicas de la musica norteña sino "saltar el charco"
para ir por segunda vez a Europa. Según el vocalista del grupo,
Jorge Hernández, en julio de este año tendrán una
promoción en Italia y España y en agosto se encontrarán
con la "comunidad de la banda" en varias ciudades del viejo continente.
Y aquí, en este pueblo conurbado a Guadalajara,
en Santa María Tequepexpan, los Tigres demostraron el 5 de mayo
su fama de incansables, aunque el número de asistentes fue menor
al esperado.
En una hora y quince minutos, los Tigres interpretaron
18 canciones, durante el primer segmento del concierto. Para la segunda
parte, al filo de la medianoche, los hermanos Hernández hilvanaron
más de 20 canciones, incluyendo un popurrí de sus mejores
obras, que coronaron con un seductor corrido a ritmo tropical: "nos estorbó
la ropa esta noche". Los más de 10 mil asistentes se encontraron
de nuevo con los Jefes de jefes, aunque no pocos se quedaron con
las ganas de mayor emoción.
A las seis de la tarde
Para ver a los Tigres del Norte aquí anda desde
temprano la muchachada de los alrededores de Guadalajara. La "muy noble
y muy leal" ciudad de Santa María Tequepexpan se convirtió
desde hace algunos meses en la sede alterna de la música norteña
desde que cerraron El Nilo, sitio de mayor éxito que no ha logrado
ser sustituido, según los conocedores locales.
Desde las 6 de la tarde, los jóvenes se juntan
en la entrada de la plaza de toros. En la contraesquina, en el bar El Viejo
Tucson, ya se percibe el ambiente de jaripeo. "Aquí cada ocho días
hay conciertos, pero este es especial, porque son los mejores", comenta
una señora, mientras la banda El Pueblito se echa un palomazo
con
una letra que bien puede ser de Piero: "Murió mi madre y desde entonces
el árbol se secó/ murió mi madre y se acabó
el orgullo".
Entre la banda joven la moda retro es moneda corriente,
junto con la presunción de estatus que anuncian las camisas modelo
Versace ranchero. Veinteañeras que lucen el ombligo se transforman
en una especie de Britney Spears del jaripeo, dan brinquitos al ritmo de
"quebradita" y confirman la fama de que en ésta las mujeres, además
de hermosas, son decididas.
Los galanes, mientras no sean dominados por la lata de
cerveza, lucen sus camisas de colores chillantes, satinadas, con estampados
de tigres, leopardos, escorpiones y caballos, ligan con las Britney campiranas.
"El chiste es arrimar el animal", dice Pancho Barraza cuando los anima
a bailar la quebradita.
En este sitio, las 32 mil personas que caben no se juntaron.
Llegan a ser poco más de 15 mil. Una noche antes, la policía
estatal de Jalisco irrumpió en un rave de jóvenes
rocanroleros y detuvo a más de 25 personas. La moralina panista
está presente, de una u otra forma, y algunos consideran que ésta
es una de las explicaciones de la disminuida asistencia.
"A mí me gustan los corridos
porque son los hechos reales de nuestro pueblo.
-Sí, a mí también me gustan
porque en ellos se canta la pura verdad.
-Pues ponlos, pues.
-Orale, ahí van.''
(Los Tigres del Norte en El jefe de jefes)
Al filo de las 20:30 horas de esta calurosa noche, los
Tigres aparecen en el escenario. "¡Líderes, líderes!",
les gritan desde el descampado. Hernán Hernández, uno de
los íconos del grupo, se pasea por el escenario. Luce su mechón
blanco y su guitarra laqueada como si fuera la piel de un felino. Estrenan
la rola del disco nuevo De paisano a paisano. En él se incluye
una canción más que simbólica: Mi sangre prisionera.
Es la historia de un padre que se culpabiliza después de saber que
su hijo menor ha sido encarcelado por haber cometido un terrible crimen:
"no tuve tiempo de jugar con él un poco/ me lo entregaron con diploma
de prisión".
Entre la nostalgia, la culpa, el desamor y el alegato
nacionalista, las rolas de los Tigres del Norte prenden a los asistentes.
Cuando entonan Diferentes somos, una joven de 18 años canta
con fervor y seduce a Eduardo Hernández, el benjamín
del grupo. El regala guiños.
Aquí no hay amor romántico y cursi sino
despecho y pasión, como en Lágrimas del corazón.
Aquí no están las buenas formas de los fans de Luis
Miguel sino los viejos desplantes vitales tipo José Alfredo que
llevan a los asistentes a aplaudir aquella frase a un cantinero: "allá
a la mesa del rincón, le pido que lleven mi botella".
"¿Esa es la que te gusta?", le pregunta una mujer
morena, regordeta, aterida a los brazos del galán con cara de pocos
amigos. "No, es ésta". Y al tiempo en el incansable concierto los
Tigres entonan: "si mala será tu semilla/ mala será tu cosecha".
Gotas impertinentes comienzan a amenazar el concierto.
Un descalabrado en el escenario, el director de la estación local
de la Ke Buena, prende la alarma en la parte trasera del escenario. Una
cámara de Televisa, indiscreta, intenta ayudar en medio de la poca
luz. El tigre Jorge Hernández solicita un paramédico. El
show
debe continuar. La gente los anima. Les gritan "Tigres, tigres" y saludan
los varones con las tejanas arriba el éxito mayor: La luz de
tus ojos.
En México no los estudian
Jorge Hernández, entrevistado en el intermedio,
confirma que el fenómeno de los Tigres sigue y da para ir al viejo
continente. No sin un poco de extrañeza, reconoce que ya no son
sólo espectáculo sino "objeto de estudio" en distintas universidades
de Estados Unidos.
-Ustedes estuvieron en una academia de Estados Unidos
explicando a los alumnos el valor del corrido. ¿No son sólo
un espectáculo, sino también una forma de conocimiento?
-Lo que estamos haciendo es tratar de comunicarnos con
los estudiantes, que comiencen a saber lo que hacemos. Hay ciertas cosas
que tenemos que darles información para que ellos sepan el porqué
de nuestra musica.
-¿Se sienten objeto de estudio?
-Tenemos cinco años que hacemos presentaciones
en las universidades de Estados Unidos, en diferentes lugares. Esto nos
ayuda bastante para comunicarnos. El 16 de mayo vamos a estar en San José,
California, vamos a impartir una lección y vamos a contestar preguntas
de los estudiantes de ese público.
-¿Han trabajado en universidades mexicanas?
-Todavía no. Nada más en Estados Unidos,
que son los que más no han solicitado.
"Soy el jefe de jefes, señores,
me respetan a todo nivel,
mi nombre y mi fotografía
nunca van a mirar en papeles,
porque a mí el periodista me quiere
y si no mi amistad se la pierden.''
(El jefe de jefes)
A las 23:30 horas los Tigres retornan al escenario. Se
han tomado fotos, se han dado baños de público y vaya si
son solicitados. Llama la atención que el público esté
dominado por jóvenes menores de 25 años que han crecido con
las tonadas de este grupo que, según diversos especialistas, revitalizaron
el corrido después de un largo periodo, que el género entró
en crisis.
"Nuestros corridos tratan de captar todo ese folclor para
aplicarlo en canciones con el uso de juegos de palabras que emplean los
traficantes entre ellos. Cómo se hablan, cómo se tutean,
qué armas usan, qué helicópteros, cómo hacen
sus movimientos para hacer lo que hacen. Y el compositor tiene que tener
la visión de traerlo y nosotros en interpretarlo, comprimirlo y
cambiar palabras, porque la mayoría de las historias que nos traen
agarramos nada más el concepto y usamos las expresiones coloquiales
para transmitirlo a la gente", declaró Jorge Hernández a
la revista Proceso, cuando estrenaron su corrido más famoso:
El
jefe de jefes.
Este es el corrido que abre justamente el segundo segmento.
Junto con La puerta negra, La medicina, La tumba falsa, Prisión
de amor, El gallo giro y un extenso popurrí que incluyó
a Camelia la tejana, los Tigres confirmaron por qué el corrido
seguirá vigente en el gusto de un público que se conecta
a la historia de perdedores, de enamorados que están en permanente
conflicto con su pareja y su futuro, que tienen dinero, pero no son dueños
de su libertad. Son antihéroes ellos mismos, jóvenes que
saben lo que significa cruzar la frontera de la vida y de la nación.
Por eso mismo los aplausos no amainan y los sombreros
tejanos se elevan en señal de euforia cuando entonan el estribillo:
"somos más americanos que el hijo de anglosajón".
Y cuando entonan "saca, pues, tu metralleta/ tengo que
desaparecer", los efectos especiales provocan que se escuchen disparos
de metralleta. Ellos son los jefes de jefes. Y lo saben. Lo presumen. Sobre
todo cuando cierran con el clásico de clásicos Camelia
la tejana.
Al filo de la madrugada, la ropa ya estorba. Besos furtivos
de parejas en el pasto que han decidido hoy pasar de la banda a la cama
y disfrutar del mejor narcótico de la noche: la pasión.