Teresa del Conde
Marysole Worner exhibe esculturas
En el espacio abierto de Casa del Lago se encuentra vigente la exposición de Marysole Worner Baz, inaugurada el 13 de abril. Ella ha tenido una trayectoria precoz. Vi por primera vez, no esculturas, sino pinturas suyas de tónica neoexpresionista, un poco deudoras de J.C. Orozco, en el Palacio de Bellas Artes, ocupando lo que desde hace aproximadamente un par de décadas (y gracias a denominación mía) es la Sala Justino Fernández. Eso sucedía, creo recordar, hacia fines de la década de los cincuenta. Muy joven, entonces, la artista era considerada "niña prodigio" y la crítica de arte Masrgarita Nelken la destacaba continuamente, situación que a la postre me temo que no le fue benéfica. Por entonces ya había presentado tres o cuatro exposiciones individuales, una de ellas en París. La creatividad y su concreción en trabajos plásticos es en ella genética, pues sus dos tíos. Emilio Baz Viaud (+) y Ben Hur, de los mismos apellidos, fueron notables dibujantes y pintores. Su hermano Juan es un distinguido arquitecto que también pinta; otro de sus hermanos, ya fallecido, fue un chef famoso, y su sobrina ya se encuentra adentrada en los menesteres artísticos. Hay pues allí una genealogía.
Desde su despunte como pintora, Marysole se involucró también con los volúmenes y se inició tallando piedra. Con el correr del tiempo se aventuró con las piezas de alambrón. Tienen carácter de dibujos volumétricos y algunas de ellas se emparentan con lo que en los años sesenta realizaba su colega Armando Ortega, vinculado en cierto modo a la tónica de Nueva presencia. Una pieza típica de éste en la modalidad que menciono se encuentra en los jardines del Museo de Arte Moderno y no estaría mal que en espacio vecino se buscara un sitio de inclusión para la pieza de más antigua data entre las que ahora se exhiben de Marysole en Casa del Lago. Esta es la única obra incluida en la actual muestra que no se corresponde con su producción de unos seis o siete años a la fecha. Hubo un periodo en que ella se propuso que sus piezas acusaran alguna vulnerabilidad, y atendiendo a eso presentó exposiciones que tuvieron carácter de happening, puesto que al final de la inauguración se procedía a la quema de las piezas. Ahora sucede lo contrario: las obras están hechas para pervivir a la intemperie, incluso en condiciones climáticas adversas. Salvo en un caso al que me referiré después, se trata siempre de esculturas movibles que pueden ser accionadas por el espectador a voluntad. Les encuentro cierto parecido con las piezas movibles de Willy Guttman, aunque en otros aspectos difieren radicalmente de las de éste, puesto que él trabajaba en acero inoxidable, buscando aspecto de limpidez técnica. En cambio las de Marysole quieren mostrar su corporeidad llamémosle "natural". Las encuentro atractivas, bien facturadas, ideadas en tónica modernista, aludiendo sesgadamente a cuestiones cosmogónicas de raigambre prehispánica, sin que las piezas sean en modo alguno "neoprehispánicas". Sus rasgos geométricos son tajantes, los intervalos que forman los vanos se coluden adecuadamente con los volúmenes y los acabados, propositivamente rudos pero no burdos, obedecen a una factura profesionalmente realizada con la colaboración del herrero Román R. Gómez.
Son ocho las que se presentan en esta tónica y están realizadas en lámina de fierro calibre 14 martillada. Todas funcionan bien como volúmenes y como estímulos al tacto y al movimiento, excepto, a mi juicio, la realizada en dimensiones monumentales. El defecto que le encuentro a ésta no está referido a su sistema formal, sino al hecho de que también ofrece posibilidades de rotación, en este caso innecesarias, y también a que el acabado no me convenció. Posiblemente eso se deba a premura en la realización.
Otra virtud que encuentro en el conjunto es su posible adecuación a ámbitos arquitectónicos contemporáneos, incluso de carácter "posmoderno". De hecho me fue informado que la colección pasará a ser exhibida en una edificación empresarial regiomontana de reciente construcción. Creo que si ese proyecto se realiza, el número de obras a exhibirse podría ser mayor. En testimonio a su capacidad de tallista, se incluyó también una escultura, muy hermosa, de cedro blanco quemado, titulada Búho, realizada en 1998.