El periodista que no renuncia a la crítica
sufre presiones y persecución: Zeidabadi
Han ordenado el cierre de 21 diarios y 35 revistas
en Irán, de 2000 a la fecha
La lucha entre reformistas y conservadores "acota" la
libertad de expresión
JUAN PABLO DUCH ENVIADO
Teheran, 29 de abril. En el choque soterrado de
dos proyectos de país distintos en Irán, los periodistas
son la avanzada del cambio que promueve el presidente Mohammad Jatami y,
también, el grupo de activistas políticos más vulnerable
a las represalias conservadoras, toda vez que el Poder Judicial, designado
y parcial, depende por completo de la jerarquía religiosa chiíta.
A partir de la derrota conservadora en las elecciones
legislativas de enero de 2000, la mayoría reformista del Majlis
(Parlamento iraní) enfrenta la resistencia de los clérigos
chiítas que tienen en la figura del líder supremo la posibilidad
de derogar cualquier ley o decisión de gobierno.
En este permanente estira y afloja el peculiar sistema
político de Irán acota la libertad de expresión. En
los dos años recientes, bajo diversos pretextos, las instancias
judiciales ordenaron el cierre de 21 diarios y 35 revistas. Con el apoyo
tácito del gobierno, en el mismo periodo, aparecieron medios impresos
reformistas que suman millón y medio de ejemplares diarios, frente
a los 200 mil de la prensa conservadora.
Todos los días, sin exagerar, es posible encontrar
ejemplos de cuestionamiento, muchas veces entre líneas, del orden
imperante en Irán. Este lunes no fue excepción. El Iran
Daily editorializa: "en una sociedad como Irán, la clave para
la unidad nacional radica en el pluralismo. (...) Es bueno y necesario
para una sociedad dinámica que haya diferencias de opinión.
(...) La tarea de fortalecer la unidad nacional no implica que un grupo
tiene razón y el otro está equivocado. Lo importante es que
cada uno reconozca y respete la opinión del otro".
De
modo oficial se puede escribir sin ambages de cualquier tema, menos de
todo lo que las autoridades judiciales puedan considerar como "insultos"
al líder supremo, difusión de "noticias falsas", "blasfemias"
contra el Islam, "ofensas" a las buenas costumbres o "incitación
a la rebelión".
Estas y otras limitaciones sustantivas a la libertad de
expresión, más aún que no existe una clara tipificación
de los delitos, son una suerte de barómetro del grado de enfrentamiento
entre reformistas y conservadores. Así, por ejemplo, hacia el primero
de enero pasado, 18 periodistas iraníes se encontraban en prisión,
el mayor número en un país de Medio Oriente.
La amenaza de un ataque militar de Estados Unidos, implícita
en la teoría del "eje del mal" formulada por el presidente George
W. Bush, propició una frágil tregua entre la jerarquía
chiíta y el gobierno de Jatami, pero incluso en este contexto los
conservadores no desaprovechan ocasión para ajustar cuentas con
los periodistas liberales.
Pasado el receso del Nouruz, el año nuevo
iraní, Ali-Hamed Iman, director del semanario Shams-e-Tabriz,
publicado en la ciudad de Tabriz, fue condenado a siete meses de cárcel
y 74 azotes por "difundir información falsa, instigar al odio entre
grupos étnicos e insultar a los líderes del régimen
y de la religión, así como blasfemar contra el profeta del
Islam".
Apenas ayer Mostafa Kavakekián, director del diario
Mardom Salari, que empezó a salir en septiembre pasado con
una tirada de cien mil ejemplares, recibió un citatorio de las autoridades
judiciales para presentarse ante una corte y responder por acusaciones
aún no especificadas.
Ahmad Zeidabadi
Poco después de dejar la dirección del diario
Azad, Ahmad Zeidabadi, uno de los periodistas más comprometidos
con la reforma, fue detenido el 7 de agosto de 2000. Sin ser sometido a
juicio estuvo siete meses en prisión, donde en señal de protesta
inició una huelga de hambre y obtuvo libertad provisional tras pagar
una fianza de 70 mil dólares.
El 8 de enero pasado comenzó el juicio contra Zeidabadi
y se le imputan los cargos de "actividades subversivas contra el Estado"
y "blasfemias". No obstante su delicada situación legal, este reconocido
luchador social aceptó platicar con La Jornada.
La conversación tuvo lugar hace unos días
en la sede del periódico Hamshari, de orientación
moderada y con una circulación de 468 mil ejemplares, donde Zeidabadi,
al salir de la cárcel, encontró refugio como jefe de la sección
internacional.
"Cuando Mohammad Jatami se presentó como candidato
a la presidencia en 1997 ?comenta Zeidabadi?, muchas personas asociaron
a su persona los anhelos de cambio en el país y lo eligieron con
abrumadora votación. Durante su primer mandato hubo apertura política
y cultural, se inició un debate público y la prensa abordó
temas antes proscritos en Irán".
Sostiene que los problemas comenzaron en el momento en
que el Parlamento obtuvo mayoría absoluta, signo claro de respaldo
de la población al cambio. La reacción conservadora no se
hizo esperar y se expresa en el intento de revertir las reformas utilizando
las prerrogativas que confiere a la jerarquía religiosa el sistema
político iraní.
"El gobierno, atado de manos, tiene un reducido margen
de maniobra y ello se traduce en un incremento de los problemas en la sociedad,
como la corrupción, el desempleo, la pobreza y todos los derivados
de ésta (prostitución, delincuencia callejera, etcétera).
Este cúmulo de problemas representa un peligro social enorme", advierte
Zeidabadi.
Afirma que se produce un desfase entre el deseo de cambio
por parte de la población y el nudo de problemas sin resolver, que
inciden en el deterioro del nivel de vida de la mayoría de los iraníes.
Al mismo tiempo, no es partidario de una solución violenta.
"Jatami comenzó las reformas al atender una petición
generalizada de efectuar cambios graduales y, hoy por hoy, da la impresión
de que su esfuerzo renovador entró en un callejón sin salida.
La mayor preocupación de los liberales es encontrar un liderazgo
capaz de impulsar las reformas", señala el periodista.
Acerca del potencial político de Jatami, Zeidabadi
reflexiona: "Muchas personas están decepcionadas, han perdido la
esperanza. Nuestro pueblo tiene una característica muy propia: es
capaz de depositar toda su confianza en una persona, pero cuando la pierde,
es por completo. Jatami no ha llegado a ese nivel, pero se está
acercando en este su segundo mandato".
Acerca de si es peligroso dedicarse al periodismo en Irán,
Zeidabadi responde: "Depende de cada uno. Hay quienes llevan una vida muy
tranquila y no se meten en problemas, pero otros tratamos de poner al descubierto
algunos asuntos que irritan a las autoridades y no podemos renunciar a
la crítica. Somos conscientes del riesgo que ello implica, sufrimos
presiones y persecución".
Nada presagiaba, al término de la conversación
con La Jornada, que este lunes Ahmad Zeidabadi, periodista siempre
dispuesto a defender sus ideas, sería condenado a 23 meses de prisión
y, adicionalmente, se le prohibiría ejercer durante cinco años
"cualquier actividad social, incluido el periodismo".
Su culpa, dijo el juez Said Mortazavi al leer la sentencia,
fue "insultar al líder supremo, ayatola Ali Jamenei, y publicar
mentiras sobre el régimen de la República Islámica
de Irán".