La Jornada Semanal, 28 de abril del 2002                           373
(h)ojeadas
Toledo por Abelleyra

Teresa del Conde

Angélica Abelleyra,
Se busca un alma,
Plaza y Janés,
México, 2002.
Desde el mes de septiembre del año pasado, Francisco Toledo se trasladó a Santa Mónica, California, sitio de donde regresará próximamente.

Deseaba el aislamiento necesario para retomar como quehacer primordial su trabajo como pintor, grabador, dibujante, creador de objetos. Tiempo antes de iniciada esa estancia ya proyectaba dejar Oaxaca por un tiempo. Todos sabemos que logró convertir a esa ciudad en uno de los centros culturales más importantes de América. No se deslindó de sus proyectos allí –prueba de ello son los espectaculares avances de un sitio único: el jardín botánico–, sino que encontró que era el momento de dejar por un tiempo su liderazgo en torno a Pro Oax para dedicarse a aquello que le ha dado artísticamente el nombre internacional que tiene.

El libro de Angélica Abelleyra nos llegó en un momento más que oportuno. Respecto a Toledo, parte de una premisa fundamental: "Toledo vale la pena", y su figura es real, pero a la vez mítica. Obedece a lo que Otto Kurz y Erns Kris denominaron "la leyenda del artista". Aunque ya no reacio como otrora para conceder entrevistas y hablar de sí mismo, el primer logro de la autora fue persuadirlo "aunque a regañadientes", de concederle el tiempo necesario para urdir el libro. Su entrenamiento como periodista, su conocimiento no sólo de la obra de Toledo, sino de sus modus operandi y de los de las gentes que de algún modo hemos estado cerca de él, dio como resultado un volumen que será indispensable para cualquier futura investigación sobre este artista. Por si eso fuera poco, esta es la vez primera en la que, gracias a la autora, podemos entresacar retazos importantes de su vida. Ella es, por decirlo de algún modo, la primera biógrafa de Toledo, aunque sus capítulos no guardan una trayectoria lineal, puesto que el ordenamiento asemeja más bien, según sus palabras, a un caleidoscopio. Así es, pero se trata de un caleidoscopio lógicamente ordenado en torno a ejes discernibles. 

Lo que primero llamó mi atención es la pertinencia de las preguntas que ella le hizo al sujeto-objeto de su escritura. De eso depende, como bien lo demostró Didier Eribon con Ernst H. Gombrich (1909-2001), la validez y el interés que puede suscitar un ensayo escrito a dos voces.

Hay varias tesis de Toledo y algunas de la propia Angélica, que se ponen aquí de relieve. Ella le pregunta: "La historia oral de muchos pueblos está llena de fantasía y magia. ¿Crees en ellas aunque sea un poco?" Toledo le responde que no cree en nada (es tan escéptico como Cioran), pero admira las creencias de las gentes auténticas y de los niños e incluso la creencia de que a Juan Diego (cuya existencia histórica está totalmente en entredicho) se le apareció la Virgen. No la de Guadalupe, porque eso no lo sabía el futuro santo cuando la Virgen dejó la imprimatura en el ayate. Es más, entonces no había más Virgen de Guadalupe que la de Extremadura, pero creo que en eso no repararon los aparicionistas guadalupanos. "¿Tu no crees en nada?" "No", responde el interlocutor de la autora. "No conozco el Padre Nuestro de memoria ni puedo comulgar. Cuando tengo miedo ni siquiera tengo un ángel de la guarda para que me proteja (aquí muestra que sí conoce la función primordial de los ángeles de la guarda, de lo contrario no los mencionaría). "No encuentro a Dios en ningún sitio." 

Por medio de Angélica, quienes no conocieron a Toledo hará unos treinta o treinta y cinco años, se percatarán a través de fotografías de que era un joven muy guapo y bien puesto. Luego él decidió cambiar su imagen. Cuando lo volvió a ver la Chatita Natera, encargada de la Biblioteca de Bellas Artes de Oaxaca, lo encontró "semejante a un pordiosero", pero reanudaron su amistad de inmediato. Sobre la apostura de Toledo cuando joven, es posible tener un vislumbre a través de la fotografía de 1963 tomada en El Escorial; él camina al lado de su padre, su suéter claro es muy correcto y usa el pelo bien cortado; su cuerpo es esbelto, como siempre lo ha sido. En otra de las tomas Francisco aparece al lado de Bona Tibertelli, una mujer extraordinariamente bella que fue ahijada y sobrina del pintor metafísico italiano Filipo de Piscis. A ellos los unió una apasionada relación amorosa que después se convirtió en amistad de por vida. Ella murió hará dos años, después de haber quedado viuda de su compañero de existencia, el escritor André Pierre de Mandiargues, a quien se deben relatos extraordinarios sobre Tehuantepec y a quien se deben también lúcidos ensayos sobre Francisco. El enamoramiento al que hago mención causó las tristezas de Octavio Paz, situación en la que quizá la autora pudo haber ahondado más. Ese capítulo de su vida durante la primera estancia en París, trae a colación a un padre "casi adoptivo". Dicho padre, o padrino, es Rufino Tamayo. "Cuando cumplía yo apenas los veinte, Tamayo se puso a vender mis cuadros [...] Luego me presentó a una señora que me dio una beca y una mensualidad que yo le pagaba con cuadros. Logré por eso quedarme cinco años más en París". Toledo no pudo comprar, años después, un cuadro de Tamayo para la colección Che Gómez, porque el descuento que Olga le hacía no era tan generoso como la situación lo requería. Olga "era como esas mamás regañonas", pero "tenía cierto aire maternal... eso lo tenía también con sus perros..."

Entre las voces que resuenan en este libro fundamental está la de Juan Soriano. "Una vez alguien [Roberto Doniz] mandó a Toledo con Souza. Tenía como veinte años, pero se veía de doce [...] Francisco siempre tuvo mucho atractivo físico [...] tiene un encanto enorme como persona, sus movimientos, su manera de ser, su cierta timidez..."

Angélica describe el proceso que lleva a Toledo a destruir obras suyas que no avala. Lo interroga: "¿Destruyes porque eres demasiado crítico frente a tu obra?" Él responde: "No soy crítico, pero sé que me equivoco [...] Me ha sucedido que con el tiempo me digo: ‘Quizá no estaba tan mal ese cuadro que destruí.’" "¿Te arrepientes?" "Nunca, nada es tan grave como para arrepentirse [...] Lo único lamentable es desperdiciar el papel o las telas o las pinturas que cuestan muchos dólares. Quizás es una medida para hacerme a la idea de que todo volverá a aparecer más tarde en otro cuadro, y mejor."

A la voz del protagonista se suman otras: Tamayo entresacado de una entrevista publicada poco antes de su muerte, los ya mencionados Roberto Doniz y Juan Soriano, el prematuramente fallecido Robert Valerio, Sergio Hernández , el poeta Alberto Blanco, la primera mujer de Toledo: Elisa Ramírez, Trine, su actual esposa y madre de los pequeños Sara y Benjamín, Cristina Gálvez, yo misma, entre otros. El lector encontrará asimismo datos de suma utilidad relativos al mercado del arte y un análisis concienzudo de los principales medios artísticos de los que Toledo se ha valido para expresarse. El capítulo sobre la gráfica está entre los más interesantes.

Toledo ha tenido "vida, no biografía", afirma Angélica citando a Salvador Novo. Como el caleidoscopio, felizmente, está lejos de haber concluido; pronto se hará necesaria otra edición ampliada. Enhorabuena a Angélica Abelleyra, que nos dota de estas palabras que estaríamos lejos de conocer en su totalidad de no haber puesto la indispensable tenacidad en su empeño •


N O V E L A


Ruiz Dueñas o la aventura 
del alma

Vicente Quirarte

Jorge Ruiz Dueñas,
El reino de las islas,
Plaza y Janés,
México, 2001.

Jorge Ruiz Dueñas calcula cada uno de sus pasos porque sabe de la seducción inevitable del abismo. Su navegación ha sido por lo mismo sabia y generosa, tanto cuando le ha correspondido ser capitán de proyectos colectivos como cuando ha sufrido los trabajos del grumete que debe vencer la tempestad con la sola fuerza de sus brazos. No ha evitado los peligros, sino ha sabido enfrentarlos, resolverlos con la precisión de quien conoce su carta de rumbos, pero que pone toda la pasión en cada una de sus aventuras. 

El reino de las islas es una novela escrita por un poeta pero no es una novela de poeta. Para explicar esta aparente contradicción, permítanme acudir a los dos escritores, Álvaro Mutis y Alberto Ruy Sánchez. Ambos son exploradores de geografías tangibles, a las cuales han sabido transformar en territorios de magia y deseo. Ambos son artífices del lenguaje y han logrado que sus textos abandonen el qué para explorar el más difícil cómo. El personaje de Maqroll y el reino de Mogador son hitos decisivos en nuestra geografía literaria. Varias son las semejanzas del Ruiz Dueñas de El reino de las islas, pero cuando señalo que no es una novela de poeta es porque no se apoya en destellos líricos o la sobredosis de imágenes que suelen evidenciar al poeta que escribe una novela. Cierto que todo gran novelista tiene el deber de ser un poeta, en el sentido de crear una obra irrepetible que nos conmocione, pero Ruiz Dueñas ha seguido el consejo del poeta de tal modo que sus palabras están secas para que ardan. Sobria e intensa como el paisaje de Baja California, la prosa de Ruiz Dueñas se va abriendo paso paulatinamente, de la misma manera en que la sensualidad de Mariana va siendo develada poco a poco. No una sino varias escrituras integran el libro, pero su armazón no está lograda mediante la en ocasiones fácil técnica del collage, sino a través de la evolución ontológica de sus personajes y situaciones. 

Las dos mujeres de la novela, Mariana y Valeria, están resueltas con pinceladas breves, precisas. No hay regodeo en la sensualidad, sino búsqueda de la esencia. Media página le basta al autor para repetir, y al mismo tiempo decir algo nuevo, sobre el ritual que funde dos cuerpos. Este tipo de construcción aforística no tiende a lo que John Ruskin llamaba purple patch –el paño de púrpura de Horacio– sino a que Sebastián Lombardo, el viejo león, se adueñe del escenario hasta confundirse con él. Si bien desde su llegada tiene la fuerza y la disposición para enfrentar la península, ese territorio que Fernando Jordán llama el otro México, será con el dolor que su identificación con el paisaje hosco y agreste de Baja California se consume definitivamente. 

También de manera gradual, la personalidad del doctor Sebastián Lombardo gana nuestra simpatía y nuestra admiración. De regreso de su exploración física y espiritual al mundo, decide instalarse en Baja California, "un mundo cerrado, completamente nuevo y para él". Su vida está estructurada en el tantrismo, esa sabiduría amorosa que por desgracia no excluye el peligro de la separación. Ante la evidencia de la aventura carnal de su esposa, inicia un proceso de purificación. La crítica demoledora contra los malos servidores de la Iglesia está centrada en el padre Hermilo –confesor que confiesa–, y desencadena el drama. En este punto de la obra, nuevamente Ruiz Dueñas hace alarde de su talento narrativo. En lugar de acudir a la hipérbole y a la descripción detallada, da un giro sorpresivo a la historia pasional y se centra el alma del abandonado. 

Médico del cuerpo, Lombardo inicia la difícil curación de su alma, en contacto con la rudeza de la naturaleza bajacaliforniana y mediante el refuerzo de otro amor, más difícil y por eso más fuerte: el de la amistad. Su decisión final de quitarse la vida, virilmente y sin gestos teatrales, evoca la vida y la obra de Ernest Hemingway y la frase: "Un hombre puede ser destruido pero no derrotado." El viejo y el mar. El añoso y la península.

En la cuarta de forros de El reino de las islas, Álvaro Mutis afirma que en él "no hay el más leve intento de costumbrismo fácil". Efectivamente, Jorge no sitúa su novela en Baja California, sino hace vivir la península con una autonomía deslumbrante para el profano y con una comunión fraterna para quienes amamos ese dominio del mar y del desierto. No hay idealización, sino absoluto convencimiento de estar en un paisaje que nos regresa al principio del mundo. Me gusta que aparezcan las ballenas –de las que Jorge es poeta mayor y experto anatomista, en Yo leviatán y Tiempo de ballenas, respectivamente; me gusta su actuación esporádica, concreta y metafórica, como el supremo alarde de vida. Me gusta que se mencione al Don José, barco cuya columna vertebral está hecha con un árbol venerable; me gusta que aparezcan moradas construidas con maderas y huesos de ballena rescatados del mar, una analogía con la casa que nuestro mutuo amigo Aníbal Angulo ha levantado en San Pedro, solar de sus mayores, donde destila una damiana que ha bautizado Scammon, en recuerdo del antiguo capitán ballenero. Me gusta esta suma de elementos porque Jorge Ruiz Dueñas sabe forjarlos como mitologías reconocibles, como elementos que incorporamos a una realidad que por su intensidad parece nacida de la fantasía. 

En el antiguo Hotel Perla de La Paz se conserva un registro de visitantes de los años cuarenta, escrito íntegramente con pluma fuente, antes de la llegada del bolígrafo, ese enemigo natural del romanticismo. Al examinar los nombres y las firmas, las fechas y la procedencia de los huéspedes, es inevitable imaginar historias conjeturales sobre ellos. Jorge Ruiz Dueñas ha vuelto realidad ese proyecto. Las vidas en apariencia grises y anodinas de los personajes adquieren una dimensión épica en la medida en que apuestan el alma en cada acción. Cada uno de sus personajes es una isla a la deriva, con la esperanza de encontrarse con otra en el archipiélago y combatir la soledad, esa soledad que será, finalmente, el fuego donde se templa el alma de sus héroes •


E N S A Y O

Del sueño a la pesadilla

Gabriela Valenzuela Navarrete

Adolfo Gilly,
El siglo del relámpago (siete ensayos sobre el siglo XX),
Editorial Ítaca/La Jornada Ediciones,
México, 2002.

Dice Walter Benjamin, en su Tesis sobre el concepto de la historia, que "articular históricamente el pasado no significa conocerlo ‘como verdaderamente ha sido’", sino que significa "adueñarse de un recuerdo tal como éste relampaguea en un instante de peligro". ¿Cuántos de esos instantes de peligro se pueden contar durante el siglo que apenas terminó? Revoluciones, guerras mundiales, revueltas sociales... la lista puede ser interminable.

¿Habrá existido algún profeta que pudiera predecir todo lo que la humanidad tendría que atravesar durante estos cien años? No me refiero sólo a los adelantos tecnológicos y la genialidad humana: hasta finales del siglo xix, la concepción de una máquina que pudiera viajar y permanecer dentro del mar por varias semanas sólo era digna de la imaginación de un escritor como Julio Verne. Hablo también de cómo esa genialidad puede retroceder a una barbarie inimitable: si Verne hubiera vivido para ver las matanzas de las guerras mundiales, de seguro hubiera querido no haber imaginado jamás el Nautilus, y mucho menos verlo convertido en un arma de muerte.

De ese relámpago que transforma de pronto un sueño en una pesadilla es de lo que hablan los ensayos reunidos en este libro por Adolfo Gilly. El sueño del siglo xx, en su consideración, empieza y termina con dos Bellas Épocas: se inicia con la de los años 1900, con sus vestidos elegantes y sus exquisitas piezas arquitectónicas, la literatura de Proust y su búsqueda del tiempo perdido, la del porfirismo en México con sus colonias y sus calles afrancesadas, y termina con la de los años noventa: la caída de la Unión Soviética, la década de las computadoras, la que se derrumbó con las Torres Gemelas de Nueva York.

Nacido en Buenos Aires, Argentina, en 1928 –testigo por lo tanto de una buena parte de los acontecimientos que describe–, Adolfo Gilly se adentra en el corazón de, por ejemplo, la matanza de estudiantes de 1968, pero no se limita a presentar, como otros tantos, los hechos desde su punto de vista, sino que decide recordar también los movimientos en otros países que antecedieron o sucedieron al de Tlatelolco. O bien medita sobre las diferentes revoluciones que dieron la bienvenida al siglo pasado: China, Rusia, México... Vale la pena mencionar que el profesor de la unam es además autor de una historia de la Revolución mexicana, La revolución interrumpida, escrita en un sitio bastante "inspirador": la antigua cárcel de Lecumberri.

Del sueño casi materializado del socialismo a las pesadillas de la cercana destrucción del mundo con las bombas atómicas o la crisis de los misiles nucleares en Cuba en 1962, El siglo del relámpago es lo más semejante a un boleto redondo en una máquina del tiempo que no se conforma con presentar los hechos como una enciclopedia o un almanaque. Es un boleto para viajar por las innumerables torres de Babel en las que se están convirtiendo las naciones de este planeta, pues, como lo escribe el propio Gilly, "Esta antigua metáfora de la unidad, la organización, la rebelión y la dominación puede simbolizar también la empresa del capital a lo largo de su existencia contra los seres humanos, sus comunidades y sus solidaridades. Esa empresa se repite una vez más en nuestros días con saña, determinación y recursos sin precedentes" •


E N S A Y O


Descripción de una lucha

Humberto Rivas

Christian Salmon,
Tumba de la ficción,
Anagrama,
España, 2001.
Christian Salmon toma como punto de partida la fatwa instrumentada contra Salman Rushdie para, a partir de esta altisonante amenaza, reflexionar a propósito del lugar que ocupa el escritor en la sociedad. A medida que avanza el texto, el autor examina los motivos que orillan a los escritores a renunciar a la escritura. Ya no se trata sólo de una censura de Estado, partido político, funcionario público o asociación de padres de familia; lo que Salmon analiza es más grave: la autocensura o el desvío de caminos que pueden llevar a un novelista a la locura, el exilio, el desarraigo o el silencio. Muerte de la novela. Tumba de la ficción.

Los casos más interesantes de las luchas intestinas de estos escritores son las de Kafka, Gogol, Gombrowicz y Hermann Broch (también se refiere a Danilo Kî, Flaubert y Proust). En sus dos últimos años de vida, Kafka establece una estrategia casi espartana para organizar su obra literaria: decide publicar poco, evitar el diario y la correspondencia; desarrolla una poética de la disminución, tanto en los temas y los personajes como en el lenguaje. Salmon anota: "El objetivo perseguido no es elevarse, sino huir hacia abajo, hacia lo híbrido, lo animal. Los personajes de Kafka abandonan el mundo humano y entran en una zona oscura." Aquí es oportuno recordar la similitud con los propósitos de Samuel Beckett, quien declaró en alguna ocasión, poco más o menos, que si Joyce trabajaba desde el poderío del lenguaje y la erudición, él, Beckett, escribiría desde la debilidad y la ignorancia.

De Gogol, narra su periplo europeo lleno de angustia y paranoia, la fiereza de quienes lo enjuician por su pieza de teatro El inspector. Su vuelta a Moscú, enfermo, debilitado... Y su muerte.

Los largos años de exilio de Gombrowicz en Argentina, sus diarios y cartas ofrecen material suficiente a Salmon para ensayar la hipótesis de los más de diez años de silencio del autor polaco. Su sentimiento de excentricidad frente a la cultura europea parece ser un elemento importante para las parálisis y los accesos de cólera, aunque de ahí también extrajo su energía.

En cuanto a Broch, es fascinante la conciencia que tuvo sobre su propia obra: la lectura y relectura del Ulises de Joyce hicieron que cambiara completamente su proyecto Los sonámbulos, trilogía que revoluciona el género, mezcla las jergas científicas, incorpora la teoría musical para la estructura novelística, etcétera. Sus contemporáneos no intentaron comprenderlo. Maurice Blanchot fue uno de los pocos que con brillante penetración declaró de esta obra: "La aparición de una forma nueva de destino; ese destino es la lógica." Pero Broch osciló violentamente entre la literatura y la ciencia. Eso hizo que renunciara a una obra que pudo dar mucho más de sí.

Salmon diserta con claridad y elocuencia; su estudio es acertado y muy ilustrativo. Tumba de la ficción deja en el lector los datos y las anécdotas pero, sobre todo, la sensación de haber penetrado en las poéticas, en la problemática personal de cada uno de los escritores abordados; también queda la idea de haber tenido un atisbo del porqué en ellos se abrió, más tarde o más temprano, esa tumba que se tragó su ficción. Esa lucha contra el bloqueo y la impotencia arroja una fuerte luz para la comprensión y mejor lectura de estos escritores.

Salmon cita a Julien Gracq, quien impugna la sempiterna pregunta formulada a los escritores: ¿por qué escribe? Gracq considera que el verdadero enigma a develar debería de ser: ¿por qué dejó de escribir? Tumba de la ficción ofrece algunas aproximaciones a este misterio •



FICHERO
LOS LIBROS QUE LLEGAN A NUESTRA REDACCION
ENSAYO
• Ciencia o vudú. De la ingenuidad al fraude científico, Robert L. Park, traducción de Francisco Ramos, Col. Arena abierta, Grijalbo Mondadori, Barcelona, España, 2001, 326 pp.
• La industria del libro. Pasado, presente y futuro de la edición, Jason Epstein, traducción de Jaime Zulaika, Col. Argumentos, Editorial Anagrama, Barcelona, España, 2002, 193 pp.

ENSAYO (LITERARIO)
• Ensayos sobre crítica literaria, Antonio Alatorre, Col. Lecturas mexicanas, Conaculta, México, 2001, 188 pp.

MÚSICA
• Mujeres en la creación musical de México, Clara Meierovich, Col. Cuadernos de Pauta, Conaculta, México, 2001, 369 pp.

FILOSOFÍA
• Efigies, Cristóbal Serra, Col. Marginales 200, Tusquets Editores, Barcelona, España, 2002, 243 pp.

HISTORIA
• El cultivo de las élites. Grupos económicos y políticos en Yucatán en los siglosXIX y XX, Marisa Pérez de Sarmiento y Franco Savarino Roggero, Col. Regiones, Conaculta, México, 2001, 261 pp.

NARRATIVA
• Des variaciones, Víctor Civeira, Col. Ficción, Byblos Grupo Editorial, México, 2002, 183 pp.
• La falsa pista, Henning Mankell, Tusquets Editores, Col. Andanzas, España, 427 pp.
• La risa de las azucenas, Socorro Venegas, Fondo Editorial Tierra Adentro 151, Conaculta, México, 2001, 113 pp.
• La verdadera historia del laberinto, Gabriela Vallejo Cervantes, Biblioteca Era, Ediciones Era/Conaculta/INBA, México, 2002, 137 pp.
• Otra vez el mar, Reinaldo Arenas, Col. Andanzas, Tusquets Editores, España, 378 pp.
• Un gato loco en la oscuridad. Antología personal, Emiliano Pérez Cruz, entrevista biográfica de Josefina Estrada, Col. Arco Iris, Secretaría de Cultura Puebla/Editorial Colibrí, México, 2002, 166 pp.
• Ya sabes mi paradero, Anamari Gomís, Plaza & Janés Editores, México, 2002,413 pp.

REVISTAS
• Artes de México, núm. 58, año 2001, revista libro: Colegios Jesuitas, textos de David Brading, Elías Trabulse, Guillermo Zermeño Padilla, entre otros, Artes de México y del Mundo, México, 126 pp.
• Casa del Tiempo, núm. 39, abril de 2002, vol. iv, época III, textos de Luis Ignacio Sáinz, Miguel Arnulfo Ángel, Evodio Escalante, entre otros, UAM, México, 80 pp.
• La Gaceta del Fondo de Cultura Económica, núm. 376, abril de 2002, textos de Francisco Rebolledo, Silvia Eugenia Castillero, Óscar Mata, entre otros, Fondo
de Cultura Económica, México, 31 pp.
• Los Universitarios, núm.19, abril de 2002, textos de Francisco Hernández, Fernando Savater, Raquel Serur, entre otros, Difusión Cultural, UNAM, 64 pp.
• (Paréntesis), núm. 15, abril de 2002, año 2, textos de Carlos Monsiváis, Tedi López Mills, Patricia Treece, entre otros, Editorial Paréntesis, México, 93 pp.
• Revista Mexicana del Derecho de Autor, núm. 3, enero-marzo de 2002, año 2, textos de Maribel Ortiz López, Ignacio Otero Muñoz, Mirna Sansores Ceballos, entre otros, Instituto Nacional del Derecho de Autor/SEP, México, 40 pp.
• Sólo Historia, núm. 13, julio-septiembre de 2001, año 2, textos de Patricia Galeana, Inmaculada Simón Ruiz, Manuel Ferrer Muñoz, entre otros, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, México, 112 pp.
• Sólo Historia, núm. 14, octubre-diciembre de 2001, año 2, textos de Juan José Gracida Romo, Jesús Tenorio Flores, José Rivera Castro, entre otros, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, México, 87 pp.
• Tropo a la Uña, núm. 23, marzo-abril de 2002, año 3, textos de María de la Paz Espino, Gabriela de Cervantes, Claudio Obregón, entre otros, Asociación de Escritores de Quintana Roo, México, 56 pp.
• Opcit, núm. 65, marzo de 2002, año 6, textos de Mauricio Flores, Ernesto Soto Páez, Marcela Loreto, entre otros, Opcit, México, 32 pp.



DIPLOMADO. La Universidad Iberoamericana invita al Diplomado en Mix-media, dirigido a profesionales de cualquier área de la carrera de comunicación, artistas plásticos, directores de arte, diseñadores gráficos, fotógrafos, etcétera. Durante el diplomado se combinarán en un mismo proyecto las nuevas tecnologías (computadora, scanner, impresión digital, fotografía digital), técnicas alternativas (instalación, arte objeto, basura reciclada) y la aplicación de diferentes elementos de semiótica y lingüística. Informes en la Universidad Iberoamericana, teléfono: 5267 4348, o en la dirección: www.dec.uia.mx; o con el maestro Giovanni Troconi, a los teléfonos 5532 066, 5615 4189, y en el correo electrónico: [email protected]