Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 28 de abril de 2002
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Yuriria Iturriaga

Las marchas por aquel susto

Con la lectura del "Susto francés", de Hermann Bellinghausen, todavía en el pecho, pues sus frases van directo a la sangre y sólo después se detienen en la cabeza, me uní al cortejo blanco-árabe-negro-asiático-latino de 45 mil personas, la inmensa mayoría de muy jóvenes en su primera "manif" y festivos más que encolerizados, pero con clara conciencia de por qué estaban ahí: contra la "F" de fascismo y la "N" de nazismo" del Frente Nacional, de Jean-Marie Le Pen; quien, como se sabe, obtuvo el segundo lugar en la primera vuelta de la votación presidencial francesa el pasado domingo 21 de abril, con lo que quedó, el candidato de la ultraderecha, como la única alternativa frente al actual presidente Chirac para la segunda votación, que el domingo 5 de mayo elegirá al titular del próximo quinquenio.

Pero, Ƒpor qué quedaron en la recta final la derecha y la extrema derecha, de Chirac y Le Pen, respectivamente? ƑPor qué el socialista Jospin, primer ministro en funciones en los últimos cinco años "se meó del susto", como dice Bellinghausen, al quedar en tercer lugar o, en cualquier caso, tan desconcertado que anunció su retiro definitivo de la vida pública?

Si oímos con atención desprejuiciada el discurso de Le Pen (es decir, sin los previos juicios que se merecerá al final de un análisis serio, como racista y fascista), le escucharemos decir frases como "el trabajo del hombre es el único creador de riqueza" (cfr. Marx y Engels en muchos escritos), "es justo que los hombres quieran disfrutar el producto de su trabajo en vez de dar la mitad o más al Estado... para que el Estado lo regale a los que no hacen nada... a los que llegan de fuera con menos competencias y se llenan de dependientes familiares (sic para un campeón antiaborto)".

"La riqueza de un país es el trabajo de sus nacionales, cuando el país se queda sin fronteras, éstos se quedan sin trabajo, porque los productos que ellos creaban llegan ahora desde países donde la explotación del trabajo es la norma que hace bajar los costos" (cualquier parecido con los globalifóbicos es mera coincidencia).

"Si llego a la presidencia, levantaré de nuevo las fronteras para las mercancías, incluido el trabajo inmigrante. Pues no sólo les quitan empleos a los franceses sino que los extranjeros empeoran su calidad de vida, al no integrarse culturalmente ni abrazar nuestros valores, resentidos, practican la violencia entre el vecindario"; "resucitaré el franco para el comercio interior y lo haré convivir con el euro para las transacciones al exterior... Otros países de Europa que mantienen sus fronteras y sus monedas no han perdido nada y mantienen sus niveles de vida y de seguridad.

"En igualdad de competencias, se dará la preferencia a los franceses para el empleo, en caso de despido económico se empezará por los extranjeros"; "los extranjeros delincuentes serán expulsados, se harán más cárceles y se bajará la edad de responsabilidad penalizable, se sancionarán todos los delitos contra las personas y las propiedades... Se restablecerá la pena de muerte para los delitos mas graves"; "se prohibirá el aborto y el "pacs" (pacto de unión homosexual)", etc. Obreros metalúrgicos y mineros, pequeños propietarios del campo que son sus propios jornaleros, funcionarios menores de provincia, los que han alcanzado un nivel de vida, sueño pequeño burgués, que incluye la propiedad de la habitación donde se vive, y el seguro médico vitalicio, el retiro y la prima de desempleo, el confort de los aparatos electrodomésticos, sin faltar la tv, los que no llegaron al bachillerato y nunca leyeron un diario o un libro completo, pero que aprendieron en la educación básica que son herederos de un pasado espectacular, cuyos testimonios conservan en tantos edificios urbanos y rurales con los que conviven, de lejos pero con orgullo alimentado por los héroes francos legendarios popularizados en los cómics.

Gente como ellos y también familias católicas acomodadas, y especialmente sus jóvenes adoctrinados tan preocupados por el futuro como los jóvenes obreros y campesinos y empleados provinciales: por la pérdida paulatina del empleo y la desaparición de actividades y de mercancías tradicionales sustituidas por marcas extranjeras, limitados en su capacidad de análisis por falta de estudios o por exceso de tendencias en su formación, con su profundo miedo a perder su magro o espeso confort y su nulo hábito de reflexión cuidadosamente mantenido por la tv, ellos son los que formaron el grueso de los votantes de Le Pen. Y entre ellos, no pocos franceses de segunda generación de inmigrantes...

Mientras Jospin apostaba al valor electoral que tendría el cumplimiento de sus compromisos en el área social, realizados durante su gobierno, como la reducción legal del tiempo de trabajo a 35 horas semanales y el mantenimiento de la seguridad social pese a su enorme déficit, la otra cara de las conquistas históricas sociales de la clase obrera, que dan un nivel humano al ciclo de vida con sus prestaciones y consideraciones, se manifestó en contra del socialista globalifílico y europeísta, abierto a la mundialización y al tránsito de las mercancías, los capitales y las personas, con la cara del miedo a perder justamente sus privilegios sociales no por el autoritarismo de derecha sino por el liberalismo de la izquierda.

Desgraciadamente, el miedo que la clase trabajadora tiene, y con razón, a la mundialización, no llevó a las mayorías a escuchar el discurso veraz y a la izquierda de Jean-Pierre Chevenement, antieuropeísta y antimundialista, que abordó igualmente el tema de la migración, el desempleo y la violencia, pero con soluciones viables dentro de un programa avanzado, justo y humano. Quiso el diablo que se oyeran más fuerte las frases de Le Pen a lo largo del territorio francés y sobre todo en el este y el sur: puertas de la migración. Pero sin duda a ello contribuyó ampliamente la izquierda dividida y aburrida, la que aburre con la calca desvaída de sí misma cien años después.

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