Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 27 de abril de 2002
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Política

Ilán Semo

An-estética

!. Las sociedades modernas parecen haber llegado a una suerte de perfección en el arte del olvido. Soportar los tres documentales estadunidenses de mayor circulación sobre los hechos del 11 de septiembre requiere cierta dosis de heroísmo o una curiosidad auténticamente divergente. Sus ventas alcanzan millones. Los tres dedican la mitad o más del tiempo de filmación a recordar las lágrimas de Julia Roberts, la solemnidad de Paul McCartney o la acrobacia de Madona, y al público que los celebra, durante los actos de recaudación de fondos para el apoyo a los familiares de las víctimas y para la reconstrucción de la ciudad. Les siguen las tomas de Bush y Giuliani con cascos de bombero, en interminables conferencias de prensa, al mando del "gobierno oculto" o en la "oficina de guerra" de la Casa Blanca. "Los hechos" aparecen representados por medio de los reportajes televisivos que informaron sobre la catástrofe: la noticia es la noticia. Los reportajes siguen el formato simple de la noticia televisiva: el pánico y, después, la gente atareada, ocupada, moviéndose de aquí para allá, en las labores de rescate. Del duelo de la ciudad, de los familiares de las víctimas, de las historias de los más de mil trabajadores indocumentados que murieron en las Torres Gemelas, cuyas familias recibirán una bicoca de compensación, de los que perdieron su mundo, poco o casi nada.

En cada pequeño poblado estadunidense, en la tienda más próxima, cuelgan invariablemente un par de fotos de gente que ha desaparecido. Ninguno de los documentales tiene la paciencia de seguir las más de 2 mil 880 fotografías de quienes murieron en el atentado contra las Torres Gemelas.

En rigor, los tres documentales narran eso que llamamos una "historia". Hay, por supuesto, diversas maneras de narrar una historia. Esta, que la gente consume tanto, propone un relato an-estético: una suerte de anestesis de la memoria.

Los ciudadanos de Nueva York no olvidan. ƑCómo olvidar? Pero en el imaginario público su memoria quedará en algún rincón, antecedida por toneladas de historias que celebran algo, lo que sea, y que evaden ese acto inicial de desmembramiento.

2. Desde sus orígenes, hubo quien llamó a la cinematografía moderna una "fábrica de las ilusiones". Es obvio que se trata de una atribución deficitaria. No sólo la cinematografía, sino los medios en general se han revelado como la fábrica principal de la realidad o, mejor dicho, de las realidades. Las cámaras, los micrófonos y los textos definen, postulan, recortan y escenifican el mundo de lo real. La antigua separación entre la fabricación y la realidad se ha vuelto simplemente superflua. Además, nunca existió. La postulación de la realidad siempre ha sido un ejercicio narrativo. La diferencia es que hoy este hecho resulta simplemente evidente.

En rigor, la fábrica de las realidades se despliega con mucho menos libertad de lo que uno podría suponer. La razón es sencilla y compleja a la vez: a) la fabricación está destinada finalmente al consumo; b) el consumo tiene límites. Acaso por su reiteración, dos de estos límites resultan predecibles: de un lado, la violencia y los innumerables ejercicios de su estetización; del otro, las industrias de la an-estética, esa suerte de terapia cosmética implícita en la práctica de la información.

3. El mayor efecto an-estético de la "revolución informática" es, sin embargo, involuntario. En cierta manera se trata de un límite casi "natural", por no llamarlo fisiológico: Ƒqué cantidad de información puede registrar un ser humano de tal manera que la mediatización de la realidad no acabe por redundar en una suerte de inmunización contra ella? Un término que se acerca a esta abundancia es el zapping: la práctica de mover el control de la televisión de un programa al otro hasta quedar dormidos, frecuentemente con el televisor encendido.

Cuando basta tan sólo media hora para estar expuesto a las cifras más recientes sobre el sida en Africa, la muerte terrible que se apila en Yemen, Colombia, Medio Oriente y más de 30 guerras civiles en confines siempre televisables, el ultimo accidente aéreo, el ultimo accidente ferroviario, el close up de un crimen monstruoso, todo ello detallado en imágenes "en vivo", el efecto final sobre el telespectador puede ser una suerte de indiferenciamiento, de anestesiamiento por acumulación.

No es que las imágenes de la muerte en Africa no sean terribles y conmovedoras, pero el zapping nos lleva de una conmoción a la otra, de un estremecimiento al otro. Frecuentemente, estas conmociones son radicales y profundas, pero el paso a la siguiente las convierte en efímeras: un paso al siguiente estremecimiento. La capacidad de asimilación de la información se vuelve inversamente proporcional a su cantidad. ƑHabrá una nueva versión de la intoxicación por indigestión informativa? Tal vez moviendo el cursor, al siguiente clic aparezca una dimensión impredecible de lo real.

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