Viernes 26 de abril de
2002 |
EL SABOR DE
LA VIDA Pasteles n Adriana Guerrero Ferrer |
¿Sabes de qué
tengo ganas? De toda la confitería y la pastelería fina
que venden en los cafés de la ciudad de Querétaro. Tomo el andador Francisco I. Madero, y me encuentro con una confitería fina Edel Weiss, que ostenta su antigüedad "desde 1981". La ventana, con visillo tejido, da a la plazuela Guerrero. Me asomo, no resisto. Me paro frente a dos mostradores de cristal cóncavos: charolas de chocolate blanco, café claro y oscuro, de diferentes formas rosetas, conejos, gatos, caracoles, sellos; los hay rellenos de almendra tostada y crujiente, de menta y de mazapán. De repente descubro las galletas: cuernitos de nuez, de avellana, de chocolate, de especias. Vamos, trato de calmarme, quiero comer todo. Hago cuentas, me animo y digo que sí me alcanza, pero luego pienso "al rato estaré arrepentida". Qué más da, no siempre se está frente a una vitrina bien dotada de estas delikatessen. Ni modo, tendré que escoger. Confío en mi intuición, como siempre, y me siento en una mesita que tiene un hermoso mantel de lino. El local es acogedor. Me llevan en un platito una orden de rico surtido, para probar de todo, con una servilleta blanca deshilada, hecha por manos queretanas. Me dicen que en San Juan del Río vive la dueña de la pastelería y que allá elabora todo. Camino por las calles de cantera rosa y un poco más adelante, en la calle 5 de Mayo, me topo con la dulcería de Costanzo, es originaria de San Luis Potosí; entre los sibaritas es muy famosa y apreciada. Observo en los mostradores unas pastillas de chocolate amargo, otras que están rellenas de jalea de nopal, una de sus especialidades, la nuez garapiñada, los caramelos de hierbabuena y los chiclosos de cajeta. No satisfecha aún, me dirijo, para rematar, a la dulcería La Mariposa. En cajitas de cartón, acomodadas con suma delicadeza en los anaqueles de madera, hay duraznos prensados, suaves y olorosos; en unas canastitas de bejuco blanco has dulces cubiertos peras, higos, camote y las extravagantes y carnosas cáscaras de tuna. Envueltas en papel celofán las barras de leche con almendra, nuez y piñones; en otra salita, está la sección de los mantecados, nieves y helados, y por si hay alguna dida de la versatilidad, pay de queso exquisito, pastel de natas y niño envuelto relleno de mermelada de fresa y revolcado en fina nuez picada. No hay medida, ni mesura, si esta hermosa ciudad barroca me ofrece un mundo culionario con características propias creo que es mejor comenzar ahora. Si aplico el método científico tendré que empezar por la experimentación, entonces doy el primer paso: inicio por la experimentación, es necesario "catar" esta singular dulcería, que en gran parte está hecha de influencias extranjeras, sobre todo en el rubro de la pastelería; de recetas heredadas de los conventos femeninos; de los gustos de españoles, criollos y mestizos que dejaron su herencia no nada más refeljado en su centro histórico y del intercambio culinario intraregional, ya que un buen porcentaje de habitantes de la ciudad son del interior del país. Después de haber disfrutado y saboreado y por lo menos vislumbrado las características de esta dulcería, recorro un rato más las plazuelas hasta confundirme con turistas y lugareños. |