Leonardo García Tsao
Presos del bostezo
Según suele suceder con el cine hollywoodense de
ciertas ambiciones, En defensa del honor, cuarto largometraje de
Gregory Hoblit, inicia con una promesa no cumplida de interés dramático.
En diciembre de 1944, durante la última ofensiva alemana en las
Ardenas, el teniente Thomas Hart (Colin Farrell), hijo de senador que nunca
ha estado en el frente, es capturado por el enemigo en una violenta acción.
Tras ser interrogado y torturado por un oficial nazi, Hart es transportado
en tren a un campo de concentración para prisioneros de guerra;
aunque herido y expuesto al frío, el soldado es privilegiado al
lado de los pasajeros civiles que llenan otro tren en la misma estación:
judíos destinados a un campo de exterminio.
Esa
comparación entre grupos étnicos es, en apariencia, el enfoque
del drama. Ya en el Stalag VI, el teniente Hart es testigo de cómo
el coronel alemán Visser (Marcel Iures) ejecuta a tres presos rusos
a quienes llama subhumanos. "Nosotros no hacemos esas distinciones", afirma
orgulloso su contraparte, el coronel gringo William McNamara (Bruce Willis,
con un peluquín adornado por un extraño flequito). Sin embargo,
la realidad lo contradice. A pesar de su rango, el recién llegado
es proscrito a la barraca de soldados rasos y suboficiales porque McNamara
deduce que ha cedido al interrogatorio nazi. La cosa empeora con el arribo
de dos tenientes negros, Archer y Scott, pilotos de combate que han sido
derribados y capturados. El coronel tampoco los acepta en la barraca de
oficiales y los pone bajo el mando de Hart, incapaz de controlar las muestras
de desprecio racista, sobre todo por parte del utilitario sargento Bedford
(Cole Hauser).
Uno de los pilotos es incriminado por Bedford y fusilado
de manera sumaria por los alemanes. Su compañero Scott (Terrence
Dashon Howard) jura vengarse y cuando el sargento aparece asesinado poco
después, es acusado de ser el culpable. McNamara encabeza la corte
marcial y le asigna a Hart, estudiante de leyes, la función de abogado
defensor. Así, En defensa del honor se desvía a otro
de tantos dramas jurídicos, con la única distinción
de llevarse a cabo en un campo de concentración. Los habituales
lugares comunes ?el testigo sorpresa, la revelación de último
minuto, el interrogatorio amañado? hacen acto de presencia, sumados
a la ya inevitable necesidad de redención por parte del protagonista
hollywoodense.
La incisiva cuestión moral sobre si existe racismo
común entre nazis y gringos, pronto se escamotea por el trillado
tema del honor militar. Para confundir aún más las cosas,
resulta que al coronel alemán, nada menos, le interesa un juicio
justo para el acusado negro pues estudió en Yale y es aficionado
al jazz (al parecer, los rusos no le merecen respeto porque no tocan jazz).
Y si algún espectador se pregunta por qué en una película
sobre prisioneros de guerra nadie habla de intentos de fuga, la respuesta
le llegará en la incongruente acción climática, rematada
por una reñida competencia por establecer quién es el personaje
más noble. (Hoblit subraya qué tan conmovedores son sus actos
mostrando una serie de acercamientos a rostros con los ojos llorosos.)
De nada sirven la acertada recreación de época,
la deslavada fotografía de Alar Kivilo y las sobrias actuaciones
-Willis prescinde de su sonrisa socarrona y habla en tonos bajos para señalarnos
sus intenciones serias. En defensa del honor no puede escapar de
la solemne superficialidad que aqueja a la mayoría de las actuales
producciones hollywoodenses con pretensiones dramáticas. El espectador
interesado haría bien en procurarse una copia de Infierno en
la Tierra, (Stalag 17, 1953), para comprobar cómo el recién
fallecido Billy Wilder era capaz de examinar cuestiones éticas sobre
una divertida base de humor.
EN DEFENSA DEL HONOR
(Hart's War)
D: Gregory Hoblit/ G: Billy Ray, Terry George, basado
en la novela de John Katzenbach/ F: Alar Kivilo/ M: Rachel Portman/ Ed:
David Rosenbloom/ I: Colin Farrell, Bruce Willis, Marcel Iures, Terrence
Dashon Howard, Cole Hauser/ P: David Ladd Films, David Foster Productions,
Cheyenne Enterprises para Metro-Goldwyn-Mayer. EU, 2002.