Lanza Israel campaña publicitaria para sosegar la indignación internacional
Jenin: la verdad sobre una atrocidad
Reportan a AI demolición de viviendas con numerosos civiles vivos en su interior
PHIL REEVES Y JUSTIN HUGGLER THE INDEPENDENT
Cuando aún no se han levantado todos los cadáveres de las pútridas ruinas del campo de refugiados de Jenin, una nueva batalla ha empezado ya. Esta vez no se combate con balas, sino con palabras. Israel ha lanzado una intensa campaña de publicidad para sosegar la indignación de la comunidad internacional sobre los acontecimientos de la quincena pasada. El premio último que persigue es la reivindicación de la historia misma.
La tarea israelí se vio facilitada por los funcionarios palestinos que se apresuraron a hablar de "masacre", acusación que aún no ha sido probada. Los voceros del gobierno israelí y sus medios han partido de esas acusaciones para montar un argumento por el estilo de que si no hay pruebas de una matanza, entonces no hay crimen del cual responder.
Es como si un policía llegara a investigar un asesinato y, al encontrarse con una violación, se olvidara del asunto. Pero se sabe lo suficiente de lo que ocurrió en Jenin para saber que Israel ha cometido una estremecedora atrocidad.
Israel envió a su ejército al campo de refugiados de Jenin el 2 de abril en una misión destinada a erradicar la "infraestructura terrorista". No hay duda de que el conjunto de viviendas del campo, que alberga a unas 13 mil personas, era un baluarte de Hamas, Fatah y la Jihad Islámica, grupos que han enviado numerosos suicidas a cometer asesinatos en Israel.
El ejército, que llegó con helicópteros Apache, tanques, bulldozers y tropas terrestres, se encontró con una resistencia inesperadamente fiera. Veintitrés soldados israelíes murieron, 13 de ellos el 9 de abril en una emboscada. El ejército respondió arrasando cientos de hogares, algunos con sus moradores dentro. Dice que se hicieron advertencias a la gente antes que los bulldozers entraran en operación; los periodistas han encontrado palestinos del campo que sí recibieron aviso, y otros que no.
Amnistía Internacional tiene un expediente de declaraciones recogidas por un experto en derecho internacional. Afirma que existe un patrón de testigos quienes dicen que sus hogares fueron demolidos por bullodozers cuando un gran número de civiles aún estaba en su interior, a los que no se dio la oportunidad de evacuar. Citando estos testimonios, Derrick Pounder, profesor de medicina forense en la Universidad de Dundee, ha concluido que los reportes de que un gran número de civiles fueron muertos son "sumamente creíbles".
Tampoco existe duda alguna de que las fuerzas armadas israelíes impidieron el acceso al Comité Internacional de la Cruz Roja y a ambulancias de la ONU durante seis días, impidiendo el rescate de cadáveres, que se diera tratamiento a los heridos y se socorriera a cientos de civiles víctimas de traumatismos -incluidos niños- que permanecían dentro del campamento.
Ejecuciones y entierros masivos
Israel impuso este bloqueo cuando existían todos los motivos para creer que había cuerpos con vida entre los escombros. Había, y hay todavía, un número no determinado de cuerpos que no han sido rescatados, cuya presencia se anuncia por el terrible olor que emana de las ruinas.
Los palestinos hablan de otras atrocidades, con diferentes grados de probabilidad. Hay relatos persistentes, como el caso de Jamal Mahmoud Fayed, un hombre de 30 años, perturbado de sus facultades mentales, de quien varios testigos aseguran que fue asesinado en su casa, cuando el conductor del bulldozer hizo caso omiso a los ruegos de su familia para que se detuviera. Persisten las acusaciones de ejecuciones y entierros masivos, que los israelíes rechazan.
Cuando The Independent visitó el escenario de la devastación, el lunes, Kamal Anis nos condujo a un montículo, donde insiste en haber visto al ejército derribar una casa encima de una fosa que contenía 30 cadáveres. Sentado en el montón de polvo que quedó de lo que era su morada, describió cómo los soldados israelíes ordenaron a la gente salir de sus viviendas.
Uno de los residentes, Jamal al-Sbagh, era sordo; cuando ordenaron a todos los hombres que se quitaran la ropa, uno de los soldados creyó que Sbagh desobedecía a propósito y le disparó en el acto. Un diplomático extranjero de alto rango ha entrevistado a unos 30 sobrevivientes heridos, exclusivamente testigos de primera mano, y señala que escuchó relatos sobre un individuo a quien mataron de un tiro cuando trataba de rendirse; moradores de casas a quienes los bulldozers derribaron cuando estaban en los techos, y un soldado que lanzó una granada a un puñado de personas a quienes el gas lacrimógeno había sacado de una morada.
Sin duda algunos de estos relatos resultarán falsos. Pero, Ƒserá que toda esta gente miente? ƑY qué hay del ejército israelí? Siempre se insiste en que se esfuerza al máximo en evitar bajas civiles, y sin embargo su historial de los últimos 18 meses muestra persistentes ataques a civiles palestinos, niños incluidos.
El punto ahora es saber si los que quieren rescribir la historia para sepultar las atrocidades de Jenin se saldrán con la suya. Puede que así sea. Hace un año Tel Aviv lanzó su primera "incursión" en la franja de Gaza. Los estadunidenses se pusieron furiosos y Sharon retiró sus fuerzas en 24 horas. Ahora el primer ministro desoye repetidos llamados de Estados Unidos a retirarse de los territorios autónomos palestinos; el ejército entra y sale a voluntad.
En junio del año pasado, el mundo reaccionó con la debida indignación cuando Israel lanzó los primeros ataques con aviones F-16 a la franja occidental. Hoy las incursiones con F-16 apenas si provocan que se levante alguna ceja. Quizá pronto las muertes y la devastación en Jenin se consideren aceptables.
El presidente Bush ha zanjado el camino al referirse a Sharon, en el momento mismo en que surgían los horrores de Jenin, como "hombre de paz".
Israel alega ser víctima de una doble moral. Sus oficiales dicen con razón que los grupos palestinos que envían bombarderos suicidas a asesinar y baldar israelíes no muestran ningún acatamiento a las convenciones de Ginebra. Pero malamente puede el terrorismo de Hamas servir de pretexto para justificar el terrorismo de una nación soberana que proclama sus valores democráticos.
Tel Aviv sabe también que el número verdadero de víctimas jamás se sabrá (se cree que la lista de residentes de Jenin que tiene la ONU es inexacta). Sus funcionarios siempre podrán poner en duda cualquier cifra que aflore sobre los desaparecidos presuntamente muertos. Después de presenciar la devastación en Jenin, el jueves, Terje-Roed Larsen, enviado de la ONU para Medio Oriente, declaró que es una "baldón que persistirá siempre en la historia de Israel".
No había acabado de decirlo cuando empezaron los ataques personales. Según el periódico israelí Ma'ariv, Larsen es un "entusista simpatizante de Yasser Arafat", e Israel la víctima del odio, la hostilidad y la crítica sin fundamentos.
Habría que decirles eso a las personas que cavaban con sus simples manos entres los escombros de Jenin el día de ayer.
Traducción: Jorge Anaya
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