LA MUESTRA
Carlos Bonfil
Quiero ser famosa
MUCHOS CINEFILOS RETIENEN el nombre del realizador belga Dominique Deruddere por su excelente adaptación de tres relatos de Charles Bukowski en El amor es un perro infernal (Crazy love), de 1987. En ese tríptico biográfico, Harry Voss era a los 30 años un ser infeliz, rechazado por las mujeres desde su adolescencia por un pronunciadísimo caso de acné, adicto después al alcohol y a la autoconmiseración. La soberbia caracterización de Harry corría a cargo de Josse de Pauw, actor predilecto de Deruddere. El manejo del tema era tan notable como el registro a la vez delicado y brutal del sentimiento de marginalidad del protagonista. Quince años después, en Quiero ser famosa (Ieeren beroemd, literalmente, Todos famosos), el cineasta ofrece de nuevo una galería de seres marginales, pero sorprendentemente el tono es ahora amable, al límite de la fábula o del cuento de hadas.
JEAN VEREECKEN (JOSSE de Pauw) es un hombre de 45 años, acaso una variante del propio Harry Voss. Está casado, tiene una hija obesa y un cúmulo de frustraciones entre las que destaca ser un compositor incomprendido, ninguneado por su familia. Verificador de limpieza en una embotelladora, advierte en los tristes empeños de su hija por ser cantante de moda la posibilidad de transferir a ella sus propias ambiciones y promoverla como estrella de televisión. El único modo que imagina para lograrlo es secuestrar a una cantante estrella y exigir como rescate la oportunidad de que su hija figure en un programa estelar.
LA TRAMA REMITE por supuesto al corrosivo filme de Martin Scorsese El rey de la comedia, con Robert de Niro y Jerry Lewis, y a la película mexicana Un mundo raro, de Armando Casas. Como en aquellas cintas, el objeto de la sátira intenta ser no tanto los personajes que desean, de modo desesperado y patético, alcanzar sus 15 minutos de fama, sino la forma en que los medios, y de modo muy especial la televisión abierta explotan la credulidad de aspirantes y televidentes.
A LA CRITICA que hace 25 años enderezaba a la televisión la estupenda Network (Mentiras que matan), de Sydney Lumet, con guión de Paddy Chayevsky, habrá que añadir hoy una realidad más, un fenómeno ya desde entonces presentido: la proliferación de los reality shows y de imposturas tan descomunales como Big Brother.
EN SU NUEVA cinta, Deruddere elige sin embargo un tono, una anécdota amable que habrá de ilustrar el inhumano mercantilismo de los medios, pero todavía más, y con mayor entusiasmo, la calidad moral de la gente modesta que se deja seducir por la ilusión mediática. Desprovista de la agudeza satírica que cabría esperar del realizador de El amor es un perro infernal, y edulcorada en el mejor estilo hollywoodense, la cinta se aprecia como entretenimiento eficaz e inocuo. Un poco como las fábulas sociales que construye el francés Robert Guediguian (En el lugar del corazón), donde sobre los cuestionamientos evidentes se imponen finalmente las victorias sentimentales de la clase trabajadora.
NADA DE LO anterior resta eficacia a una cinta como Quiero ser famosa, por el contrario: se trata del producto de recuperación ideal para los mismos medios que supuestamente cuestiona. Es divertida, conmovedora y cuenta con un buen conjunto de actuaciones. Un éxito popular, un simpático crowd pleaser en la carrera muy versátil del director belga. Si el amor era un perro infernal, tal vez sea hoy la fama el mayor consuelo en el purgatorio.