Advierten que hay un centenar de palestinos dispuestos a perpetrar atentados suicidas
Refugiados de Jenin intentan volver a la normalidad, tras la ofensiva israelí
Luchan por rescatar algunas pertenencias entre escombros y restos de víctimas
AFP
Jenin, 17 de abril. Dos hombres cavan con pico y pala un agujero de un metro y arrancan prendas de vestir de un niño, doblándolas y colocándolas a un lado con mucho cuidado mientras Yihiah Hindi explica: "aquí era la habitación".
A su alrededor cientos de personas tratan de sacar los escombros de lo que era el campo de refugiados de Jenin. Otros los miran. Muchos se vuelven a ver por primera vez desde que el ejército israelí lanzó la ofensiva contra el campo, y entonces se abrazan.
Yihiah Hindi y su primo siguen su tarea, agachados, en medio del bullicio y del polvo. Buscan pasaportes, documentos de identidad en lo que fue la casa familiar y donde en realidad no queda nada. Así, totalmente destruido está el centro del campo, donde tuvieron lugar los combates más encarnizados.
A varias decenas de metros, una mujer de unos 40 años camina desorientada sobre un montón de escombros. Era su casa. Llorando, busca restos del pasado y sólo encuentra pedazos de tela, tijeras rotas, y el hule espuma de lo que eran sus colchones.
Salió del campo durante los combates de la semana pasada, en los que se enfrentaron combatientes palestinos y soldados israelíes.
Las imágenes son crudas: un pie cercenado y atorado en un pedazo de cemento y metal. A unos metros, un equipo de socorristas palestinos muestra a los periodistas el pie calcinado de un niño.
"Esto es lo que hace Israel", comentan.
Cuando las excavadoras se ponen en marcha, los habitantes del campo explican que buscan cadáveres. El olor se hace cada vez más fuerte cuando uno se acerca a sectores donde hay excavadoras.
Alrededor de una casa grande y blanca, con la fachada destrozada, buscan el cuerpo de Mahmud Tawalbe, líder local del movimiento integrista Jihad Islámica.
Su primo, Iyad Kessem, de 35 años, cuenta que toda la familia escapó de la casa cuando fue atacada por el ejército, excepto Mahmud Tawalbe, y quizá dos personas más.
Es un héroe. Se quedó porque era valiente. Para nosotros es como Saddam Hussein, un gran hombre", comenta Iyad Kessem.
El ejército afirma que del campo de Jenin eran oriundos muchos de los suicidas que en los últimos meses atentaron en Israel.
Atef Rub, cuya casa queda a la orilla del campo, no lo desmiente y estima que, efectivamente, fueron unos 20. Y asegura que hay un centenar más dispuesto a cometer atentados, "porque ellos (los israelíes) mataron a nuestros hermanos y hermanas".
En el interior de un departamento totalmente quemado varios hombres buscan más cuerpos. Uno de ellos se pone nervioso y asegura que "los israelíes no son héroes, sino malos combatientes, pues lucharon escondidos en sus tanques y helicópteros".
En la calle, la vida vuelve poco a poco a la normalidad. Un niño acaba de apoyar su bicicleta contra el descanso de la escalera de su casa, cuya fachada también está destruida.
A pesar de la desolación, la vida se normaliza. Y a través del hueco de una pared bombardeada se ve una habitación casi intacta, con sillones rojos de pana y cuadros en las paredes.
Al caer la noche, cientos de habitantes de este campo, donde vivían unas 15 mil personas, tienen que abandonar el lugar. Muchos regresan a la vecina ciudad de Jenin, donde encontraron refugio la semana pasada.