Un eventual ataque de EU sería el "pretexto ideal" para la reducción de espacios
La juventud iraní, en la búsqueda de un cambio democrático, gradual y pacífico
El movimiento estudiantil, principal apoyo para las reformas del presidente Jatami
JUAN PABLO DUCH ENVIADO
Teheran, 16 de abril. El futuro del régimen de los ayatolas, singular teocracia de la rama chiíta del Islam inédita en el resto del mundo, está en manos de los jóvenes iraníes, que constituyen más de la mitad de la población y son una generación que por medio de Internet y la televisión satelital empieza a tener cada vez más puntos de referencia, y pugna por un cambio gradual y pacífico.
Paradójicamente, el modelo que deslumbra a muchos jóvenes iraníes, Estados Unidos, podría ser el causante de que se revierta el lento y doloroso proceso democratizador de esta sociedad.
Ello sucedería, de modo irremediable, en caso de que el presidente estadunidense, George W. Bush, se decida a llevar a la práctica sus amenazas contra este país, incluido en el llamado "eje del mal". Porque, para la conservadora elite religiosa, no habría mejor justificación que un ataque militar de Estados Unidos para reducir los espacios de libertad en aras de defender la soberanía nacional.
En este contexto de incertidumbre, el movimiento estudiantil de Irán, que de unos años para acá ha sido el principal apoyo para las reformas del presidente Mohammad Jatami, comienza a resentir el desgaste de la decepción, al tiempo que aparecen fisuras en su estructura y visiones encontradas sobre la situación política.
Dentro de la población universitaria de 2 millones de estudiantes actúan diversos grupos. Los más impacientes, tras rebasar el límite de lo permitido por las autoridades, exhortan abiertamente desde la clandestinidad a iniciar un movimiento de desobediencia civil, según se lee en un documento distribuido hace poco por la organización estudiantil más radical, el Comité de Coordinación del Movimiento Estudiantil para la Democracia en Irán.
La principal exigencia de los radicales es celebrar un referéndum que ponga fin "al odioso y antihumano régimen religioso y establecer un sistema democrático en el cual la religión y las opiniones faccionales estén para siempre fuera del gobierno".
En el otro extremo del espectro político, la sección juvenil de Ansar-e-Hezbollah, grupo paramilitar de fanáticos religiosos, encuentra adeptos entre los estudiantes de origen humilde que se benefician de las cuotas de ingreso a las universidades que las autoridades reservan para los hijos de los soldados caídos en la guerra contra Irak.
Poco dados al debate de ideas, su argumento mayor es la violencia contra los estudiantes y los profesores reformistas. De orientación ultraconservadora, los miembros de esta organización cometen excesos que a veces son condenados incluso por clérigos tradicionalistas.
Los universitarios en Irán, en su mayoría, se identifican con el cambio paulatino y se agrupan en las dos mayores organizaciones estudiantiles del país que, con matices y enfoques propios, lo impulsan.
Se trata de la Oficina para Consolidar la Unidad, que promueve plantones y protestas dentro de las universidades en apoyo de la libertad de expresión, y la Unión Islámica de Asociaciones Universitarias, que asume posiciones menos beligerantes.
El futbol como catalizador del cambio
Desde julio de 1979, cuando una ola de protestas sacudió todas las universidades del país, no se habían visto en Irán manifestaciones de jóvenes tan numerosas y combativas como las que hubo en octubre y noviembre del año pasado, a propósito del futbol.
Todavía se dice medio en broma, medio en serio, que los ayatolas ordenaron a la selección nacional de futbol perder el último partido contra Irlanda, del que dependía el pase al campeonato de Corea y Japón, para acabar de ese modo con las previsibles manifestaciones que habría durante el próximo mundial.
Después de cada partido eliminatorio, se ganara o se perdiera, salían a la calle cientos de miles de jóvenes y, para mayor afrenta a los clérigos, también muchas mujeres que convertían la celebración del triunfo o la frustración de la derrota en un pretexto para cuestionar severamente el régimen.
Cada gol del equipo iraní, se recuerda aquí todavía, era motivo de escarnio para los clérigos, que atónitos observaban cómo algunas muchachas se quitaban el velo para poder bailar encima de los coches música occidental, cuando desde 1979 está prohibido que las mujeres bailen en público, salgan a la calle sin velo o se escuche música ajena a las tradiciones del Islam.
Los gritos de "libertad" y "democracia", que ciertamente nada tienen que ver con un partido de futbol, preocuparon al propio presidente reformista Jatami, quien tuvo que salir en defensa de los estudiantes al afirmar que todos, especialmente los jóvenes, tienen derecho a expresar su alegría o tristeza, pero los instó a no convertir las celebraciones deportivas en actos políticos.
Sin embargo, "se dio un movimiento espontáneo de carácter político y social. Los jóvenes empezaron a desafiar la ideología del régimen al hacer exactamente lo que no le gusta a éste. Surgió así un movimiento amplio de inconformidad pública", sostiene Hesmatollah Tabarzadi, quien no hace mucho salió de prisión, tras seis meses de condena por el papel que le atribuyen en la organización de las protestas de hace dos años.
Los líderes estudiantiles, por razones justificadas, son muy cuidadosos en sus declaraciones a la prensa extranjera. Más de cien dirigentes estudiantiles están en la cárcel, bajo el cargo de querer derrocar el régimen y muchas veces son obligados a confesar por la policía, como denunció recientemente Ali Afshari, una de las voces más autorizadas del ala reformista dentro de la Oficina para Consolidar la Unidad.
Una visión moderada en favor del cambio
Estudiante de la facultad de ciencias de la computación de la Universidad Politécnica de Teherán, Ali Hajizade, figura prominente de la Unión Islámica de Asociaciones Universitarias, platica con La Jornada en un café, a unas cuadras del campus, en pleno centro de la capital iraní.
"Desde hace más o menos cien años, a partir de que el régimen monárquico promulgó la primera Constitución, poco a poco hemos avanzado hacia un sistema democrático, pero hay cosas que no nos gustan y deseamos que cambien", afirma Hajizade.
Se le pide una opinión sobre el derrocado sha y, al oír esta palabra mientras termina la traducción de la frase al farsí, el dirigente estudiantil mira hacia los lados. El café está vacío. Sonríe y lanza: "Igual que la mayoría de los jóvenes iraníes, no me tocó vivir la época del sha y por ello no puedo dar una opinión directa. Sin embargo, me atrevería a decir que la mayoría rechazamos la idea de restaurar el régimen monárquico, pues no queremos regresar a un sistema en que una persona concentra el poder absoluto".
ƑY la doctrina del guía espiritual, el Velayat-e Faquih, que toma decisiones inapelables por encima de las instituciones políticas?, se le pregunta.
El dirigente estudiantil se pone serio y mide cada una de sus palabras: "El sistema político que tenemos de algún modo es adecuado para Irán porque, por ahora, sólo una instancia como la representada por el guía espiritual es capaz de mantener la unidad nacional. Ello no quiere decir que no existan ámbitos de la gestión pública que requieren una urgente democratización, como el poder judicial o la cultura, cuyos funcionarios son designados y no electos. El Parlamento mismo debe tener más facultades para tomar decisiones, sin entrar en contradicción con la doctrina del Velayat-e Faquih".
Y redondea su planteamiento: "Proponemos democratizar el sistema de gobierno y que las autoridades se elijan mediante el voto del pueblo y se desempeñen bajo estricta observación del mismo, pero también somos conscientes de las condiciones especiales, históricas de Irán. Si este cambio es muy rápido tendremos graves problemas, preferimos un cambio paulatino, gradual".
Hajizade cuenta que un fenómeno reciente es que ya hay más mujeres estudiantes que hombres, lo que se traduce, a partir de una mejor preparación, en que ellas suman a las reivindicaciones comunes la demanda de acabar con la discriminación que padecen.
Algunos rasgos de esta discriminación: el hombre es el único que puede solicitar el divorcio, los jueces todos son hombres e incluso la vida de una mujer vale la mitad que la de un hombre, como se especifica en el llamado "pago por la sangre", la indemnización que se da a los familiares en caso de haber asesinado o causado la muerte accidental de una mujer.
Por ello, asegura el líder estudiantil, el uso obligatorio del chador en la universidad es algo ya aceptado en esta sociedad y no se ve ninguna oposición pública de las mujeres al velo. Quizás estén descontentas, pero en este momento les importa más lograr la igualdad de derechos con el hombre.
Mujeres y hombres, al terminar sus estudios, sufren por igual los estragos del desempleo. Cada año ingresan a la fuerza laboral cerca de 700 mil jóvenes y el gobierno no alcanza a satisfacer ni la mitad de la demanda de puestos de trabajo.
Antes de concluir la plática, Hajizade habla con entusiasmo de Internet y las antenas parabólicas, que son "la principal ventana para ver el mundo. Queremos conocer a otros y que nos conozcan, intercambiar ideas y promover una sociedad más democrática".
En una película de reciente estreno en Teherán, una pareja de enamorados es recriminada por un guardián de la moral y las buenas costumbres por encontrarse solos en el interior de un coche. En la oscuridad de la sala, arranca aplausos la actitud del joven, que encara al guardián:
"No nos entienden", grita el actor. "Somos una nueva generación".
Esta nueva generación ya existe en la vida real, no quiere un estallido de violencia y ve con esperanza el futuro de Irán.