entrevista con Eduardo Chillida Escuchar el interior Durante más de tres décadas, el escultor vasco Eduardo Chillida ha puesto en práctica una osada postura ante el fenómeno artístico, que él mismo expresa así: El artista sabe lo que hace, pero para que merezca la pena debe saltar esa barrera y hacer lo que no sabe. Miguel Ángel Muñoz conversó con el maestro Chillida sobre ese ejercicio permanente de la intuición y el intelecto, que se ha expresado en obras como Peine del viento y muchas más, que pueblan el mapa estético de un escultor que a sus setenta y ocho años sigue buscando desafíos.
Chillida trabaja con la abstracción y, gracias a ella, la forma recupera su estado natural. Es decir, su intención es purificar el lenguaje plástico y sonoro de la escultura. La concepción escultórica es un idioma petrificado; dispersión de mil formas: frase que me lleva a otra. Diálogo entre la materia y la mirada. Chillida no limita la materiaincluso la provoca, está muy lejos de traicionarla, la incorpora en ritmo que acaricia y modela el acero. Eduardo, en un primer encuentro que tuvimos pensé que tú mismo y tu obra se guían por las intuiciones. ¿Crees que es el otro lado expresivo del intelecto? Mi trabajo es libre e incluso utilizo el intelecto de manea sistemática, nunca a priori. El deseo de experimentar, de conocer, me hace con frecuencia llevar en mi obra una marcha discontinua que a lo mejor se debe a que me interesa más la experimentación que la experiencia. También prefiero conocer al conocimiento. ¿Crees que sea un elemento fundamental para la escultura y la poesía, en un ejercicio delirante de los sentidos?
¿Hay límites dentro de tu concepto estético cuando creas? Es un concepto terrible. El hombre se forma de tiempo y espacio, y en los dos casos el límite es el protagonista; bueno, yo estoy convencido de ello. El límite es el que te pone en orden todo esto que estamos hablando, incluso artísticamente. En ese sentido, lucho con las cosas, más que para conocerlas, para saber por qué no las puedo conocer; es decir, para intentar conocerme. En ese conocerte, Eduardo, me gustaría que me explicaras tu combate con el infinito y los límites del mar en las tres esculturas del Peine del viento; ¿tienes una posición dentro del espacio y dentro del tiempo? La del Peine del viento es una idea muy vieja, de 1952. Era totalmente utópico pensar que a mí en aquella época me iban a dejar colocar una escultura como ésa en un lugar público, en el mar... Aparte de que yo no estaba preparado: sólo al cabo de muchos años, al Ayuntamiento de San Sebastián se le ocurrió hacer una exposición mía, les ofrecí el proyecto con el fin de que quedara algo permanente, en fin... Pasó el tiempo y mis confluencias estéticas cambiaron. El viento, el mar, la roca, todo ello intervino de forma decisiva en la obra. Creo que es imposible hacer una obra como ésta sin tener en cuenta el entorno. Con El peine... tenía que conseguir la sensación de potencia y, al mismo tiempo, de elementalidad que tiene el paraje. Hay que tener en cuenta, y muy en cuenta, la escala, las proporciones de las piezas. Es, sin dudarlo, al pasar de los años, una obra con muchas incógnitas. Fue y es un gran desafío, incluso me han comentado que las formas se asemejan a las interrogaciones. ¿Había algunas ideas claras o confusas antes de colocarlas frente al mar, al viento, al tiempo?
¿Crees que al momento de crear enfrentas luchas conscientes contra el inconsciente? Primero trabajo lo que he visto, lo que he vivido y, desde luego, lo que quiero hacer con mi obra. Como te decía anteriormente, siempre me enfrento con el problema del límite. El límite es el verdadero protagonista del espacio, como el presente; otro límite es el verdadero protagonista del tiempo. Lugar implica dimensión y límites, pero el punto, que es el lugar por excelencia, no tiene dimensión ni límites. ¿Cómo vives los procesos que generas; es decir, la recreación de los mundos interior y exterior de tu obra, como pensaba Cézanne?
Esto me lleva a pensar diversos conceptos estéticos que manejas como códigos de tus obras gráficas; ¿podríamos decir que existe en tu proceso de creación un tema físico y otro de búsqueda de conceptos? Ojalá entienda bien tu pregunta; el concepto de gravitación es el que actúa sobre mí cuando trabajo. Tengo en todo momento conciencia de que las cosas tienen tendencia de ir hacia abajo, pero en vez de aceptarlo me rebelo contra todo lo establecido e incluso contra lo que anoto. Mira: por ejemplo, Yunque de sueños es una serie de esculturas que plantea grandes problemas, pero todo ello lo logré al cambiar su expresión, alerta y libre hasta el final, guiado sólo por el aroma que producen el hierro o el papel. ¿De qué forma superas el límite de la gravitación?
¿Tu trabajo es también una lucha con tu propia identidad o es una búsqueda por los orígenes...? Yo soy vasco y asumo plenamente mi realidad como tal, pero más allá de esto me considero universal, eso sí, desde Euskadi, que es mi patria. Por otra parte, mi obra no me pertenece, es un poco de mi pueblo, he tenido la suerte de expresar algo que está aquí al alcance de todos. Eso que mencionas como una identidad vasca me intriga, pero me agrada al mismo tiempo. Pero, ¿hay un arte vasco o una escuela artística vasca? Pongo de ejemplos a Jorge Oteiza y a ti mismo.
¿Crees que ese espacio y ese tiempo se pueden enseñar o transmitir? Todo lo que podemos enseñar en arte creo que es útil en determinadas cosas, pero creo que lo decisivo lo tiene que aprender uno. Uno aprende, no le enseñan. Es lo que sale de dentro. No viene de fuera. Lo que te digan de fuera puede ser incluso contraproducente muchas veces. Hay que escuchar el interior, para poder ser más honesto con tu trabajo. |