No se oyen igual, coincidieron algunos seguidores
Chicago reunió en el Auditorio Nacional a un
público atrapado en la nostalgia
ARTURO CRUZ BARCENAS
El legendario grupo Chicago hizo bailar y cantar a más
de 9 mil personas, la mayoría atraídas por la nostalgia de
sus años mozos, cuando el sonido de los metales dorados invitaba
a disfrutar un día en el parque o a pintar el mundo con el color
de los ojos de una muchacha de mejillas encendidas.
En las primeras filas, algunos seguidores del grupo formado
hace 35 años alzaban los brazos, dejando ver sus prominentes vientres,
sus cabelleras con hilos de plata y sus arrugas marcadas en los párpados,
que son, a Dios gracias, medallas de guerra contra el tiempo.
El
tema inicial marcó el tono del concierto: Hazme sonreír,
rolazazaza que se escuchó en medio de una gritería, de aplausos.
Algunos caballeros iban con sus mujeres, con quienes compartieron la época
de la música que se oponía con sus mensajes pacifistas a
la continuación de la guerra en Vietnam.
"Es maravilloso estar de regreso aquí", dijo en
español el saxofonista del grupo, Walt Parazaider. Time after
time y la síncopa levantó suspiros, la admiración
por el sonido elaborado, marcado. Wake up sunshine, Old days y Hard
to say I'm sorry fueron algunos de los más de 20 éxitos,
ejemplos del estilo mezcla de rock, pop y jazz. "Ustedes son mi inspiración",
expresó Parazaider. Y cantó Inspiration.
Robert Lamm demostró que no tiene los dedos tullidos.
Algunos de los momentos más emotivos fueron cuando el grupo interpretó
las baladas que dominaron en los ochenta. Si me dejas ahora, Solos tú
y yo, y el levantón de ánimo con Comienzos.
Muchos citaron la importancia de Peter Cetera, quien aparentemente
ya no quiere volver a tocar con el grupo. Cuando interpretaron la clásica
de clásicas Sábado en el parque, Chicago alcanzó
uno de sus mejores momentos.
Entre pieza y pieza, los músicos hacían
solos con su instrumento, lo cual llevaba a muchos a los días en
que bastaba una batería para encenderse, para seguir el ritmo. Un
saxofón y un bajo pueden ser lo óptimo cuando se jazzea.
"¡Qué diferentes se ven!", comentaron algunos entre el público,
quienes ven reflejado cómo se ven ellos en el espejo.
Glenn Miller estilo Chicago
Tres veces regresaron los chicagos. Tres veces a tocar
duro. Cuando se creía que ya todo había concluido, la banda
recordó la época de las bandas, de su origen, de donde proviene
la inspiración de sus metales dorados. Se aventaron De buen humor,
de Glenn Miller, muy a su modo, pero con evidente homenaje al pasado, a
sus raíces.
Algunos bailaron la interpretación y Robert Lamm,
James Pankow, Keith Howland, Lee Loughnane, Walt Parazaider, Jason Scheff,
Bill Champlin y Tris Imboden se despidieron con los brazos en alto. Finalizaba
su quinta presentación en México, desde 1976, cuando en su
mejor momento causaron expectación y atiborraron el mismo foro.
Hasta hubo intentos de portazo. La noche del pasado martes no hubo aspavientos;
ya no mueven a las muchedumbres como en los setenta, pero su sonido sigue
fresco, mejor que nunca. Sus nuevos integrantes se suman a los cuatro miembros
originales, quienes cargados de años tienen la experiencia para
mantener atento a un público deseoso de oír algunos de sus
50 éxitos, mínimo.
Son uno de los mayores vendedores de discos antológicos,
dijo Loughnane, y ahora distribuyen su material bajo el sello Chicago Records.
Al acabar el concierto, muchos dijeron que no les había gustado
la voz de algunos, pues "no se oye igual". "Pero sí prendieron",
defendieron otros.
Cada quien se llevó su concierto, con su propio
pasado. De las agrupaciones cuyas piezas se oyen en La Pantera,
Chicago sigue vigente. Se suman a los eternos Creedence, que estarán
el 30 de abril en este mismo sitio. Sobreviven los metales dorados. Les
queda mucha cuerda con su rock mezclado con jazz y pop.
Hoy se presentarán en el Auditorio Coca Cola de
Monterrey para demostrar que aún hace aire en la ciudad que les
de nombre, la ciudad de los vientos y los rascacielos, frente a los Grandes
Lagos.