Olga Harmony
Gurrola regresa a la Facultad de Arquitectura
En
1957 un joven estudiante de la Facultad de Arquitectura de la UNAM (que
ya entonces se había acercado a la escena como actor en los primeros
montajes de Héctor Mendoza) nos asombró a todos al frente
del mejor teatro estudiantil que se haya dado entre nosotros, al mismo
tiempo que iniciaba una de las carreras más importantes de su dotadísima
generación y de muchas otras. Juan José Gurrola dirigió
La
hermosa gente, de William Saroyan, en el desaparecido Teatro del Globo
(tan inexistente en la actualidad como lo fueron El Caballito y el Moderno,
donde Mendoza escenificó sus primeros montajes, alguno dentro de
la fundacional Poesía en voz alta) con un grupo de compañeros
suyos que posteriormente se convertiría en el Estudio de Investigaciones
Estéticas. Autodidacta, sin más armas que las que le proporcionaran
textos leídos con avidez y su experiencia con Mendoza y con Fernando
Wagner, Gurrola volvió a mostrar su talento con el montaje de La
piel de nuestros dientes, de Thorton Wilder, que le valió el
premio de mejor director en 1960 ?por ese montaje del año anterior?
otorgado por la Unión de Críticos.
Muchas becas y premios después, tanto por escenificaciones
teatrales como por la dirección cinematográfica (con Tajimaroa)
y habiendo inaugurado el teatro de su primitiva facultad con Despertar
de primavera, de Frank Wedekind, en 1960, el ya arquitecto Juan José
Gurrola Iturriaga se había convertido en director, escenógrafo,
coreógrafo, músico y autor dramático, contándose
entre sus textos el más corto del mundo, de 20 segundos de duración,
Los
buenos estragos, obra estrenada en 1970 en la Casa de la Paz. Ave de
muchas tempestades, su prestigio como director nos ha legado el recuerdo
de grandes momentos teatrales, como son ?para mi generación y la
inmediata posterior? Bajo el bosque blanco, de Dylan Thomas;
La
tragedia de las tragedias o vida y muerte de Pulgarcito, de William
Fielding, el inolvidable Landrú con la música de Rafael
Elizondo, y nos dio a conocer a autores tan importantes como e.e. cummings
y Musil, por citar algunos. Su escenificación de Lástima
que sea una puta, de John Ford, con la que se estrenó el Teatro
Santa Catarina de la UNAM es recordada ?así me lo han dicho ellos?
por muchos teatristas que entonces eran jóvenes y que recibieron
el impulso para dedicarse a la dirección por haberla presenciado.
La última dirección que le hemos visto es La más
fuerte, de August Strindberg, que ya había montado en Alemania
en 1977, ahora con una serie de variaciones al mismo tema.
La vida de Gurrola, a pesar de los viajes de estudio al
extranjero, está fuertemente ligada a la UNAM, en la que ejerció
diferentes cargos siempre relacionados con la actividad teatral y en la
que ha impartido muchos cursos y talleres. Ahora la Facultad de Arquitectura,
de la cual egresó y donde hizo sus primeras armas como director,
le ofrece, más que un homenaje, una cálida muestra de afecto
en la pequeña exposición que le organizó a través
de su coordinación de actividades culturales y difusión.
En la cafetería de la facultad (la más viva
y concurrida de Ciudad Universitaria), se presentan algunas de las fotografías
tomadas por el propio artista, en otra de las facetas de su quehacer. Me
imagino que Juan José, el iconoclasta, esté satisfecho de
que la muestra se exponga en un lugar tan poco solemne, transitado por
maestros y estudiantes, muchos estudiantes de distintas escuelas que por
el momento conviven con sus fotos.