Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 11 de abril de 2002
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Política

Soledad Loaeza

Big Brother: evaluador educativo

El programa de televisión Big Brother debería ser tomado en cuenta en la discusión a propósito de métodos e instrumentos de evaluación educativa en la que están enredados la Secretaría de Educación Pública, el sindicato de trabajadores de la educación y empresas privadas interesadas en el asunto. Los comportamientos, pero sobre todo el lenguaje de los concursantes de esta emisión nos proporcionan material de primera mano para analizar el nivel de la educación en México.

El juicio no puede ser favorable y tendría que ser materia de reflexión para instituciones educativas públicas y privadas. Sobre todo para estas últimas, que llevan décadas vendiendo a los padres de familia la promesa de una educación de calidad, supuestamente superior a la que recibirían en una escuela pública. Sin embargo, el vocabulario de los hermanitos de Big Brother no los distingue de los miembros del CGH. Creímos que la violencia verbal característica de la ultra universitaria era un instrumento de lucha política, ciertamente muy primitivo. Ahora, gracias a Televisa, descubrimos que es mucho más que eso y, por lo mismo, infinitamente más grave, porque lo que constatamos es que así hablan los jóvenes mexicanos.

En relación con los comportamientos de los habitantes de la casa de Big Brother llama la atención la firmeza de la inhibición sexual entre estos jóvenes que aspiran a encarnar la modernidad, pero que no pueden escapar a los pudores de una sociedad tradicional en la que aparentemente el sexo sigue siendo un asunto privado.

Si comparamos la versión mexicana de este programa con algunas de las europeas, lo primero que salta a la vista es la diferencia entre ingleses que se metían a la regadera en pareja o de tres en tres, desde luego desnudos, se bañaban unos a otros, o de plano hacían el amor en vivo y en directo, sin importarles demasiado que los viera su mamá, su tía Chacha o el vecino. La versión holandesa se estrenó con una gran orgía en la que todos se lanzaron contra todos, en toda suerte de posturas, para empezar a conocerse, es decir, como preludio de la convivencia. Hay que reconocer que también hay diferencias frente a la limpieza del medio y la higiene personal, temas ante los cuales los europeos eran de plano indiferentes, mientras aquí todos están rechinantes de limpios.

En el Big Brother de Televisa no está ausente la carga sexual en las relaciones entre los jóvenes, pero hasta ahora al menos no le han dado curso libre y tampoco ha sido explícita. Cuando los jóvenes han hecho explícitos sus deseos sexuales, ha sido como si cumplieran con una obligación, como si respondieran a "lo que se espera de ellos", y han resultado tan artificiales como pueriles. Por ejemplo, una de las concursantes, sentada en el suelo suelta al aire: "se me antoja un beso", mientras pinta un banco. La invitación cae en el vacío, es olímpicamente ignorada por los demás, que siguen tratando de imaginar qué pueden hacer para pasar a la historia de Big Brother, porque en esta versión mexicana lo que menos importa a los hermanitos es quién va a sobrevivir a la convivencia, más preocupados como están en inventar cómo entrar al mundo de las celebridades. No obstante, difícilmente llegarán a hacer algo inolvidable porque tienen muy poca imaginación y están demasiado conscientes de que están en la televisión.

Los hermanitos de Big Brother también nos muestran todos los días y a todas horas que la violencia verbal es un asunto generacional, no de clase social, y se expresa en el uso recurrente de grose-rías, palabras altisonantes y alusiones sexuales, cuyas connotaciones son muy agresivas para dirigirse unos a otros y referirse a los asuntos más banales de la vida cotidiana.

Sus parcas conversaciones están sembradas de madres y desmadres, entre otras, pero más que rebeldía contra las convenciones burguesas manifiestan una aterradora pobreza de vocabulario. La misma que podemos constatar en las entrevistas y encuestas que hace la televisión en forma espontánea a transeúntes. Los mexicanos ya no sabemos hablar, y no sabemos hablar porque no leemos, y si no sabemos hablar tampoco podemos razonar. Todas estas insuficiencias que Big Brother ha exhibido es el resultado de que en las escuelas ya no se enseña a leer ni a escribir, tampoco se enseña caligrafía ni las operaciones básicas de la aritmética.

La repetición de lo que en su tiempo fueron malas palabras, en el discurso de los hermanitos de Big Brother no es más que un travestí del "destape" mexicano, que simplemente oculta nuestro muy bajo nivel educativo y la pobreza de nuestro civismo.

El programa también llama la atención sobre los cambios que se han producido en las relaciones entre hombres y mujeres. En el pasado la agresividad verbal era un instrumento de exclusión de las mujeres que los hombres utilizaban con todo conocimiento de causa. Si querían callarnos mentaban madres. Hemos respondido mentando madres, queriendo arrebatarles las armas que sólo a ellos pertenecían. Sin embargo, las hermanitas de Big Brother sugieren que al hablar como antes sólo hablaban los hombres, en lugar de mejorar la calidad de las relaciones entre los sexos sólo les hemos impreso un sello de agresividad que únicamente hace explícita la violencia tradicional que subyace en esas relaciones, sin resolverla.

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