El binomio investigador-equipo de laboratorio marca en gran medida el éxito o fracaso de los proyectos Mentes limitadas por la falta de herramientas Gerardo Gamba El equipo de laboratorio es una de las razones por la que los investigadores científicos permanecen relativamente atados a su lugar de trabajo. Un laboratorio moderno debe tener acceso a dos tipos de equipo: los de utilización institucional y los personales. Los primeros son equipos caros, por lo que el costo-beneficio ideal se obtiene cuando son compartidos por varios laboratorios. Ejemplos: un microscopio confocal o un secuenciador automático de ADN. Los segundos son menos caros y solo un grupo de investigación puede darle uso de tiempo completo, por lo que desde el punto de vista de la relación costo-beneficio, su adquisición para un laboratorio se justifica. Ejemplos: cajas para correr todo tipo de geles o los cicladores térmicos. En el proceso de contratación de un nuevo investigador, se espera que el centro de investigación cuente con los equipos institucionales, mientras que el nuevo científico, equipará su laboratorio con los recursos obtenidos a través de proyectos. Con el tipo de planes que ha otorgado el Conacyt en los últimos tiempos es factible que en el transcurso de 5 a 10 años, un investigador obtenga equipo por un costo total de 150 mil a 200 mil dólares. Este representa buena parte del equipo que necesita el investigador para llevar a cabo su trabajo diario. En la estructura actual del Conacyt; sin embargo, el equipo obtenido por el investigador con estos fondos, pertenece legalmente a la institución en la cual labora. Este simple hecho tiene consecuencias negativas sobre la posibilidad de migración del científico y sobre la competencia entre las instituciones. Vivimos en la era del tecnofetichismo en el que se confunde la necesidad de tener investigadores de alta calidad, con la de tener equipos sofisticados para poder llevar a cabo cierto tipo de investigación. En consecuencia, hay autoridades en las instituciones que defienden con más fervor la permanencia del equipo, que la del investigador que lo adquirió. Esto dificulta la migración. En Estados Unidos hay investigadores que trabajan durante una década en las universidades de mayor prestigio y después son atraídos por ofertas de trabajo en universidades o centros de investigación de menor prestigio, localizadas con frecuencia en ciudades pequeñas. Esto lo pueden hacer porque se mueven con el equipo que han adquirido a través de los proyectos otorgados por diversas agencias. Por razones que seguramente el lector puede adivinar, hay un número importante de investigadores de alta calidad en la ciudad de México que gustosamente aceptaría una plaza para migrar a alguna de las universidades de provincia. Esto, sin embargo, se dificulta con el esquema actual, en el que un investigador que deseé cambiar de institución tiene que dejar todo el equipo que ha conseguido, ya que pertenece a la institución y es poco frecuente que la instancia deje ir al investigador y, además, le permita llevarse el equipo. En ocasiones, inclusive, el investigador decide migrar y el equipo que se queda es subutilizado o incluso no se vuele a emplear, lo cual sin duda es un desperdicio y un lujo que nuestro país no se puede dar. Aunado a esto, aunque las universidades en provincia cuenten con el espacio y la plaza necesaria, es difícil que tengan disponibles 200 mil dólares para reponer el equipo de cada investigador que quisieran contratar. Si los investigadores pudieran migrar con su equipo, las universidades de provincia harían mas esfuerzos por atraerlos hacia ellas. La propuesta es que se estudie la posibilidad de que el equipo adquirido por el investigador a través de proyectos otorgados por el Conacyt quede en custodia de la institución, pero en última instancia pertenezca al consejo. Así, cuando un investigador decida migrar hacia otra institución y/o ciudad, puede obtener la autorización para hacerlo con todo y equipo. En muchos casos esta propuesta probablemente no sea necesaria, porque hay investigadores que permanecen toda su carrera profesional contentos en la ciudad y la institución en la que trabajan, pero en muchos otros podría ser útil, cuando por diversas razones, propias o ajenas a la institución misma, el investigador esté interesado en migrar a otra institución y/o a ciudad. El efecto benéfico a largo plazo podría ser la de impulsar la descentralización de la investigación científica. Investigador del Instituto de Investigaciones Biomédicas de la UNAM y del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán
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