![]() ![]() |
Miércoles 3 de abril de
2002 |
Hasta
adentro Cuestión de amores n Marko Castillo |
Cuando nos
enfrentamos a cualquier tipo de actividad en la vida,
llámese escolar, profesional, de diversión, familiar,
amistosa, que conlleve un principio para lograr un fin,
esto es, hacer un equipo de trabajo que lleve a feliz
término cualquier proyecto que nos propongamos, de vida,
familiar, de trabajo, lúdico, importante o no,
trascendente o sin consecuencias, necesitamos un
ingrediente que es básico para conformarnos en un
dispositivo eficaz que sostenga en conjunto un solo
concepto que desemboque en un pertinente resultado, y
éste es el cariño, amor, afecto, ternura, apego,
pasión, amistad o simpatía que tengamos con nuestros
compañeros de trabajo. En la producción de las artes escénicas es un elemento imprescindible de trabajo; no en balde se ha acusado desde todos los tiempos a las compañías profesionales de ofrecer trabajo tanto a familiares como a un número limitado de ejecutantes que siempre están en las puestas en escena de dichas compañías, ante la incredulidad y la estupefacción de otros elementos que aspiran a tener una oportunidad de desarrollo. ¿A qué se debe este fenómeno? Primero, a que es básica la empatía que puede existir entre los compañeros de trabajo. Segundo: que si en el equipo no existe una atmósfera de admiración, credibilidad y respeto hacia la ejecución del compañero, raramente se verá un buen resultado. Tercero (y esto me toca como director): si los elementos no están enamorados de su director y de su concepto, el resultado es una mera ejecución de chamba (ejecución hecha para salir del paso). Principios básicos para una buena realización escénica (mis repartos casi en su totalidad han sido armoniosos, no sé el de los demás, ni me interesa). ésta es una receta primaria para un buen resultado (independiente de los temperamentos teatrales, que muchas veces se anteponen de manera artificial ante la ejecución): cuestión de amor. En un párrafo anterior menciono la atmósfera de admiración, credibilidad y respeto que debe prevalecer en el equipo de trabajo; si estos mismos ingredientes se extienden a todos los que hacemos esta actividad, la manera de hacer las cosas en nuestra entidad funcionaría de manera diferente (aunque a veces es entendible lo que sucede; ¿cómo sentir respeto por quien no lo merece?). Desde aquí, y tomando como pretexto estas líneas, manifiesto este tipo de sentimientos a las personas que trabajan conmigo: Eréndira, Gabriela, Laura, Cintia, Roberto, Karim, Víctor, Alejandro, Pedro, Aldo, Manuel, Jordi, Marco, Enrique, Amancio, Aída, Patricia, Luis, Natalia, Papájandro, Gladis, Jazmín, Pamela, Luisa, Saskia, Rubén, Enivia, Ramón, Ana, Antonio, Jorge, Marco Polo, Enrique, Maricarmen, Beatriz. Y mi comprensión (lo más humana que puedo) a los que por falta de intensidad, entrega, suplicio, martirio, ganas o gusto no han trabajado hasta la fecha conmigo (ellos se lo pierden). Creo que nuestras autoridades deben fomentar la armonía entre los creadores locales (o por lo menos poner un club de corazones solitarios). |