Lunes 1 de abril de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
Tauromaquia

Ponce, triunfador de la temporada

n Alcalino

Si nos referimos a la México durante la campaña de invierno recién liquidada, el valenciano supo serlo no tanto por su excelente faena a "Quinito" -aquel teofilogómez tan pobre de cara como infatigable de son y nobleza-, obra larga, variada y elegante, mejor en su fase derechista que sobre el otro pitón, y más a gusto el artista cuando mandaba la cabeza lejecitos que en espacios apretados. Tampoco aconseja semejante distinción la diferencia que se abre entre dicha faena -para muchos, la mejor de Enrique en nuestra capital luego de 10 temporadas- y las restantes de su discreta participación de este año. En cambio, como estratega detrás del biombo de la empresa, las cosas le salieron dibujadas.
Mano negra. Como todos los años, a Enrique Ponce su peculiar condición de semisocio de la empresa capitalina le deparó ganancias cuantiosas, dejando a cargo de la gerencia las pérdidas y el trabajo sucio. Y el golpe maestro lo dio manejando los hilos del affaire Herrerías-Martín Arranz con la asesoría de Ruiz Palomares, su apoderado y operador, interesados ambos en golear al adversario comercial donde más le dolía, es decir, en la honra de José Tomás, el más temible rival de Ponce, aprovechando para ello una impunidad sólo concebible en México. Un acicate directo era la urgencia por meter al de Chiva en el cartel del 5 de febrero, intocable patrimonio de Enrique a partir de 1996. Como Herrerías había comprometido la fecha con otros dos toreros españoles, qué mejor que persuadirlo a reparar su error, siempre con la mira en el dineral que esa fecha invariablemente deja. Como perfecto pretexto ahí estaban unas torpes exigencias de Martín Arranz, relativas al ganado que debía despachar Tomás, mismas que, por cierto, al Juli o al propio Ponce se les concedieron siempre sin rechistar.
Sus deseos fueron órdenes. Para airear convenientemente una trama donde el único villano resultaba ser José Tomás estaba una prensa manipulable y sumisa, dispuesta a servir de amplificador de los retorcidos argumentos que culminarían con el cierre de la Monumental el 20 de enero, no fuera a ser -decía Herrerías- que "estos españoles que quieren mangonear nuestra fiesta" presentaran judicial demanda... por incumplimiento de un contrato que nunca existió. Gracias a esa renuncia tácita del periodismo a ejercer sus mínimas obligaciones -interrogar a ambas partes, revisar antecedentes, atar cabos y sugerir conclusiones-, la situación tuvo por beneficiario único al picudo diestro de Chiva, quien sin necesidad de dar la cara redondeaba una faena de orejas y rabo. A saber: 1) La consagración de la México -entendida como territorio natural de Ponce- como plaza hostil y ajena a José Tomás. Una cierta garantía de que esto ocurriese pasaba por ofrecerle al de Galapagar condiciones claramente desfavorables en términos de ganado, alternantes y fechas, pero para cerrar el círculo había que exhibirlo como portador de exigencias desmesuradas, y dar a entender que despreciaba al público de México porque en el fondo le temía. 2) La cacareada ruptura de Herrerías con Martín Arranz encerraba el propósito paralelo de descabalgar a Hermoso de Mendoza del cartel del 5 de febrero, justo lo que Ponce necesitaba para participar de las ganancias de la fecha más lucrativa del año. 3) Adicionalmente, el exasperado rejoneador navarro anunciaba en esos días la cesación de sus relaciones comerciales con Martín Arranz, lo que por efecto dominó debilita la posición de éste en España, y por ende la de sus poderdantes Joselito y Tomás. ¿Beneficiarios directos? Ponce y El Juli, con la posibilidad agregada de que su bigotuda marioneta mexicana pase por maquiavélico autor de tan truculenta trama.