Bases zapatistas y priístas conviven
en la fiesta religiosa
Diáconos, punto de equilibrio entre católicos
de Magdalena
Música y deporte desarticulan peligro de enfrentamiento
BLANCHE PETRICH ENVIADA
San Andres Larrainzar, Chis., 26 de marzo. Durante
la fiesta del cuarto Día del Señor de Tila, una de las principales
fechas de celebración religiosa en Magdalena, en los Altos de Chiapas,
las fuerzas antagónicas de la aldea se mezclan, se separan, se cruzan
en el camino. A veces la música de una procesión se acerca
por algunos minutos con la otra. Finalmente son los mismos acordes, la
misma raíz. Todos le rinden tributo al mismo Cristo, a Santa Magdalena,
la patrona del pueblo, y a las dos figuras que esta semana visitaron las
comunidades vecinas, San Andrés y Santa Marta. Pero después,
sin chocar, se alejan.
Los "católicos autónomos", bases zapatistas
y fieles de la parroquia que tiene su cabecera en San Andrés Larráinzar,
celebran la misa a las seis de la mañana. Cerca del mediodía,
cuando estos tzotziles han terminado sus largas conversaciones con los
santos que habitan la nave de la iglesia, aparecen en la plaza los "tradicionalistas",
fieles de una versión sincrética de la Biblia y viejas creencias
mayas.
Son voto cautivo del PRI y leales a los caciquismos regionales.
Su vestimenta es más vistosa, encabezan sus procesiones con banderas,
música y gritos tribales. Y beben ceremoniosamente interminables
botellas de refresco con aguardiente. Beben hombres, mujeres y niños.
Beben muchas veces hasta caer a los pies de los santos, relucientes de
espejos y medallas, envueltos en múltiples capas de tejidos.
Pero a las cuatro toca rosario de los autónomos,
y los tradicionalistas, como en una danza sincronizada salen del templo
y se alejan con sus danzantes por las empinadas calles del pueblo.
Como en todos lados, convive en este mundo complejo una
tercera corriente, los evangélicos, pero éstos no salen a
festejar.
Juntos pero no revueltos, cuando los tradicionalistas
ocupan la plaza para bailar su borrachera ceremonial, los autónomos
se hacen a un lado, excepto los policías comunitarios que tienen
a su cargo el orden de la fiesta. Hay tres bandas de música que
se alternan. Un niño de no más de doce años danza
con un delirio alcohólico sin control. Es tan común la escena
que nadie se altera, quizá algunos se arremolinan para reír
con el triste espectáculo. Finalmente son los guardias de la autoridad
autónoma quienes se hacen cargo del muchachito y se lo llevan a
dormir la mona.
Eso sí, las fronteras religiosas y políticas
entre unos y otros desaparecen en la cancha de basket. Ahí
son sólo jóvenes andreseros y magdaleneros que se desgañitan
para animar a los favoritos del torneo de primavera, los Blazers de San
Andrés, que se imponen a los de la Llantera de San Ramón.
Y maldicen alegremente ante la derrota del equipo local, Horizontes, que
apenas alcanza un quinto lugar.
Son varias las comunidades con características
similares, y el municipio autónomo, simpatizante del Ejército
Zapatista de Liberación Nacional, convive con autoridades municipales
del Partido Revolucionario Institucional. Después de los grandes
choques violentos que ocurrieron luego que el ex gobernador Roberto Albores
decidiera proscribir a los autónomos, las contradicciones de la
zona han encontrado un punto de equilibrio que se mantiene con el fino
trabajo de mediación de conflictos que irradia desde la parroquia
el sacerdote Jesús Landín.
No es que la tensión o el riesgo de nuevos rompimientos
hayan desaparecido. Pero en esta etapa, al menos, prevalece la idea de
convivir.
En esta nueva cultura de mediación de conflictos
y reconciliación, sostiene el padre Landín, el papel de los
diáconos indígenas ha sido fundamental.