Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 27 de marzo de 2002
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Sociedad y Justicia
Bases zapatistas y priístas conviven en la fiesta religiosa

Diáconos, punto de equilibrio entre católicos de Magdalena

Música y deporte desarticulan peligro de enfrentamiento

BLANCHE PETRICH ENVIADA

San Andres Larrainzar, Chis., 26 de marzo. Durante la fiesta del cuarto Día del Señor de Tila, una de las principales fechas de celebración religiosa en Magdalena, en los Altos de Chiapas, las fuerzas antagónicas de la aldea se mezclan, se separan, se cruzan en el camino. A veces la música de una procesión se acerca por algunos minutos con la otra. Finalmente son los mismos acordes, la misma raíz. Todos le rinden tributo al mismo Cristo, a Santa Magdalena, la patrona del pueblo, y a las dos figuras que esta semana visitaron las comunidades vecinas, San Andrés y Santa Marta. Pero después, sin chocar, se alejan.
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Los "católicos autónomos", bases zapatistas y fieles de la parroquia que tiene su cabecera en San Andrés Larráinzar, celebran la misa a las seis de la mañana. Cerca del mediodía, cuando estos tzotziles han terminado sus largas conversaciones con los santos que habitan la nave de la iglesia, aparecen en la plaza los "tradicionalistas", fieles de una versión sincrética de la Biblia y viejas creencias mayas.

Son voto cautivo del PRI y leales a los caciquismos regionales. Su vestimenta es más vistosa, encabezan sus procesiones con banderas, música y gritos tribales. Y beben ceremoniosamente interminables botellas de refresco con aguardiente. Beben hombres, mujeres y niños. Beben muchas veces hasta caer a los pies de los santos, relucientes de espejos y medallas, envueltos en múltiples capas de tejidos.

Pero a las cuatro toca rosario de los autónomos, y los tradicionalistas, como en una danza sincronizada salen del templo y se alejan con sus danzantes por las empinadas calles del pueblo.

Como en todos lados, convive en este mundo complejo una tercera corriente, los evangélicos, pero éstos no salen a festejar.

Juntos pero no revueltos, cuando los tradicionalistas ocupan la plaza para bailar su borrachera ceremonial, los autónomos se hacen a un lado, excepto los policías comunitarios que tienen a su cargo el orden de la fiesta. Hay tres bandas de música que se alternan. Un niño de no más de doce años danza con un delirio alcohólico sin control. Es tan común la escena que nadie se altera, quizá algunos se arremolinan para reír con el triste espectáculo. Finalmente son los guardias de la autoridad autónoma quienes se hacen cargo del muchachito y se lo llevan a dormir la mona.

Eso sí, las fronteras religiosas y políticas entre unos y otros desaparecen en la cancha de basket. Ahí son sólo jóvenes andreseros y magdaleneros que se desgañitan para animar a los favoritos del torneo de primavera, los Blazers de San Andrés, que se imponen a los de la Llantera de San Ramón. Y maldicen alegremente ante la derrota del equipo local, Horizontes, que apenas alcanza un quinto lugar.

Son varias las comunidades con características similares, y el municipio autónomo, simpatizante del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, convive con autoridades municipales del Partido Revolucionario Institucional. Después de los grandes choques violentos que ocurrieron luego que el ex gobernador Roberto Albores decidiera proscribir a los autónomos, las contradicciones de la zona han encontrado un punto de equilibrio que se mantiene con el fino trabajo de mediación de conflictos que irradia desde la parroquia el sacerdote Jesús Landín.

No es que la tensión o el riesgo de nuevos rompimientos hayan desaparecido. Pero en esta etapa, al menos, prevalece la idea de convivir.

En esta nueva cultura de mediación de conflictos y reconciliación, sostiene el padre Landín, el papel de los diáconos indígenas ha sido fundamental.

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