Iona Weissberg dirige La gaviota; se estrena en mayo

''Chéjov, ausente de los escenarios profesionales desde hace 20 años''

La obra muestra que la búsqueda del reconocimiento social conduce al fracaso, indica la también adaptadora

CARLOS PAUL

Llevar a escena la obra La gaviota, de Anton Chéjov, es una manera irónica de interpretar a Hamlet, expresa la creadora escénica Iona Weissberg, quien adapta y dirige la obra del escritor ruso con el propósito de reflejar la búsqueda del reconocimiento social o artístico como una pérdida de tiempo, y exponer "que la gente se aburre de la misma manera -estúpida o inteligente- como hace cien años".

''En la obra se desarrollan distintas historias de manera paralela. Se muestran las relaciones cotidianas de una famosa actriz y de un célebre escritor con sus familias, vecinos y amantes. El autor se burla de sus preocupaciones triviales, sus enredos amorosos y sus dolorosas incapacidades, ridiculizando las pretensiones de los artistas y sus contemporáneos.

"Nuestra intención es enfatizar el humor ácido y delicado de Chéjov, pues existe cierto prejuicio respecto al autor como muy denso", comenta Weissberg. Sin embargo, "nosotros encontramos que aun cuando tiene una visión compleja de la vida, eso no le quita que sea divertido y conmovedor".

Chéjov, añade, no se monta de manera profesional en México desde hace más de 20 años. El último que lo llevo a escena fue Ludwik Margules.

Ahora, la adaptación -que no es estructural, sino en el estilo del lenguaje- se basa en cuatro traducciones: una de Tom Stoppard, otra de Paul Schmit y dos editadas por Losada y Porrúa.

''Hemos trabajado muy de cerca con el texto -explica la creadora escénica-, ya que existen muchos subtextos en Chéjov. Es más importante lo que no se dice que lo que se dice, por lo que nos hemos concentrado más en la parte oscura de los personajes, que en la ligera, y en función de esto, el dibujo gestual del cuerpo será muy contenido y definido para cada uno de los personajes".

Según Weissberg, Chéjov ''toca de una manera muy fina la búsqueda del reconocimiento como una perdida de tiempo, como la imagen del caballo persiguiendo a la zanahoria. Es una obra en la que existen dos tipos de personajes, los que se la pasan persiguiendo algo que nunca consiguen, hablando de lo que van a hacer y que no hacen, y de los que cuando lo hacen, les sale mal".

El interés por llevar a escena al autor ruso, indica Weissberg, se debe a "que existe una gran necesidad de retomar a los clásicos para reconquistar al público, porque me parece muy interesante ver que la gente se aburre y mata el tiempo -hoy, como hace cien años- de las mismas formas estúpidas o inteligentes, y porque La gaviota es también una forma irónica de interpretar a Hamlet".

Con 14 actores en escena, provenientes del ámbito televisivo, cinematográfico y teatral, en la obra actúan Blanca Guerra, quien tiene tres años de no hacer teatro; Miguel Angel Ferris, Mónica Dionne, José Sefami, Alejandra Marín, Irene Azuela y Juan Carlos Vives, entre otros.

El trabajo de los actores, añade la directora, "es muy difícil, pues se necesita un enorme nivel de especificidad. A veces existen pausas de tres segundos, que si nos los comemos, ya no funciona lo que está diciendo el personaje".

El vestuario, a cargo de Josefina Echeverría, ''es una combinación de diseños contemporáneos como de los que salen en las revistas, con algunos elementos clásicos de finales del siglo XIX y del folclore ruso'', mientras el concepto escenográfico de Saúl Villa, trabajado durante año y medio, ''se reduce a un espacio más para iluminar (a los personajes) que a una escenografía de triplay. Es un reflejo virtual de un bosque, creado mediante vidrios polarizados''.

(La gaviota será llevada a escena el próximo 3 de mayo, a las 20:30, en el teatro El Galeón, atrás del Auditorio Nacional.)