Para Queta, Nuria, Rosi y Antonella
Platicando con doña Clo, como siempre sobre las
tradiciones mexicanas y su extenso conocimiento sobre
recetas de cocina, comenzó a decirme una serie de dichos
y refranes asociados al comer en la vida cotidiana.
Por ejemplo, doña Clo dice que "a la gorra, ni
quien le corra", así que acepté de inmediato comer
con ella. Menciona que otro refrán la hace recordar a
esa amiga que tiene que "como el apóstol trece,
come y desaparece".
Me cuenta que sigue soltera, porque ese novio de muchos
años fue como "el que come espárragos, bebe
cerveza y besa una vieja ... ni come, ni bebe, ni
besa", y pasaron los años, ella perdió el tiempo y
él se fue con una 20 años más joven, como dice el
refrán "fruta nueva... ¿quién no la
prueba?". Pensó que ella era una muñequita que no
comía, creía que "con dos que se quieren bien, con
uno que coma basta".
Ya entradas en confianza después de sus confidencias
amorosas, me enteré que la 20 años más joven no lo
aguantó mucho tiempo, y cuando regresó, como "la
venganza es dulce", doña Clo sólo le dijo
"ahora es cuando, chile verde, le has de dar sabor
al caldo".
Como "en el comer y el cantar, todo es
empezar", seguimos comiendo y hablando, y entonces
fue mi turno, "de tuyas a mías, ¿cuántas te
comerías?", me dijo, si hubieras tenido todos esos
novios Silvita, no estarías comiendo sola, porque
"de lengua me como un plato".
Le contesté que tuve "de todos colores y
sabores", que como en la "comida gustosa: un
poquito de cada cosa". Y doña Clo me vuelve a retar
¿y por qué andas tan sola, Silvita?, pues porque
"a la mejor cocinera se le va un tomate
entero".
Ya esta plática me está poniendo triste; muchas veces
estuve a punto de no estar sola, pero "del plato a
la boca se cae la sopa".
"El camino de la boca, nadie lo equivoca".
Seguimos las confidencias al calor de las copas y como
"si la mar fuera vino, todo el mundo sería
marinero", como buenas marineras de grandes navíos
nos hicimos a la mar, nos llevamos la comida, las copas y
los novios.
Cuando salí de casa de doña Clo pensé realmente
satisfecha: "ya maté a quién me mataba". Pues
comí, bebí (conté mis penas) y, como dice el dicho,
"ya no me hallo aquí".
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