Néstor de Buen
Pobres y ricos
Afirma Vicente Fox que México, la novena economía del mundo es, al mismo tiempo, pobre y rico. O rico y pobre, si es que queremos interpretar la visión presidencial.
Yo estoy de acuerdo en que esa es la situación de nuestro país. En lo que no estoy de acuerdo es que esa deba ser la situación de México. Porque a pesar de nuestra posición estratégica y de alta responsabilidad, como afirma el Presidente, lo cierto es que vivimos en un mundo en el que la miseria, extrema en muchos casos, genera violencias: explicables pero no justificadas, y un brutal desempleo sin esperanzas. Salvo la muy afirmada de que, en cuanto Estados Unidos supere el bache, México entrará a una etapa de desarrollo formidable en la que no estará lejos aquel comprometido crecimiento de 7 por ciento.
Es cierto. Nuestra perspectiva económica es una frontera extensa con el país más rico del mundo. A través de esos 3 mil kilómetros pretendemos alimentar la precaria economía, que es evidente que no se vale por sí misma. Y si los estadunidenses, con explicación en su crisis, no exportan ni importan, lo único cierto es que México es y será un país quebrado.
No se vale, porque habría expectativas diferentes. Europa bien podría sustituir nuestra dependencia de los Estados Unidos de Norteamérica. Y no es despreciable la vinculación con los países próceres de América Latina a pesar de las crisis cíclicas que también padecen, producto natural del capitalismo. ƑPor qué no pensar en el enorme mercado chino?
En el mundo sindical la solidaridad es objetivo fundamental. Significa la alianza de los débiles, a partir de su escasa energía individual y mínima capacidad de lucha, que en la reunión de esfuerzos se convierten en un instrumento eficaz en contra de la superioridad evidente del capital y de la mayor preparación de los empresarios. Ya lo dijeron Marx y Engels en su famoso Manifiesto. La unión de los trabajadores hace de un conjunto de individuos inermes en lo personal un equipo que supera, si tiene la voluntad de hacerlo, la acción empresarial. Lo mismo puede darse en la economía. América Latina bien puede ser un enorme sindicato económico.
Pero nuestro país ha perdido su autonomía. Vivimos en una dependencia intolerable. Comprendo que es muy difícil sustraerse de esa dependencia que nos convierte, con palabras de soberanía, en un país subordinado a las exigencias del mercado del vecino del norte. Y, lo que es peor, también a sus exigencias políticas.
Nuestra pobreza, digna de las más expresivas estadísticas y encuestas, no se hereda, en cambio. La tenemos como nuestra, como algo que forma parte de nuestra naturaleza. Y hasta la queremos convertir en símbolo: el discutido Juan Diego, que siendo indio, si es que fue realmente, no representa nuestra esencia mestiza.
Lo que pasa es que nuestro modo de ser desprecia, en el fondo del alma, la realidad. Nos mueve un impulso hacia la prosperidad que vemos en Estados Unidos. Pero olvidamos que somos diferentes. Herederos de pueblos admirables en su concepción del arte y de la trascendencia, no acabamos de aceptar que la mezcla con una raza orgullosa, audaz, y a veces soberbia, perseguidora del éxito económico y de Eldorado imposible, convirtió a ese pueblo sin mayores ambiciones, poco amante del trabajo no por vicio sino por indiferencia del más allá de hoy, en un pueblo mestizo, ambicioso y muchas veces corrupto. Porque los conquistadores lo fueron con enorme capacidad de contagio, aunque me duela decirlo.
El problema será remediar esa falta de remedio. Los hechos demuestran que no es la pertenencia a un determinado partido político lo que provoca la corrupción. Es, lamentablemente, algo de esencia. No faltan ejemplos.
En el fondo, un problema de educación. De esa que tiene que mamarse desde el origen de los tiempos. Que no hemos vivido como prehispánicos, coloniales o independientes. Y cuando luchamos por un objetivo social: la revolución, acabamos por convertirlo en un modo de ser ajeno a cualquier regla de la moral.
Los ejemplos abundan: corporativismo, corrupción estatal, ambiciones sin límite que no se asocian a banderas políticas específicas. Cualquiera es buena para abusar del poder.
ƑCuál será la solución? Veo muy difícil proponerla. Democracia, tal vez, pero no sólo en los votos. Y entre tanto somos mucho más pobres que ricos. Me temo que sin esperanzas.