Horacio Labastida
Plan Puebla-Panamá
Para entender las connotaciones económicas y políticas del Plan Puebla-Panamá hay que colocarlo en su contexto histórico e ideológico. El contexto histórico está conformado por la dependencia de México y Centroamérica del capitalismo trasnacional, que representa en nuestro continente el gobierno de la Casa Blanca. El contexto ideológico es el Consenso de Washington. ƑCuáles son los objetivos del plan? Teniendo a la vista las declaraciones y textos que se han publicado, la muy repetida tarea de dicho plan consiste en promover el desarrollo económico y social de la región, coordinando la explotación de sus recursos naturales y aprovechando los frutos en el bienestar de las poblaciones y la prosperidad general del Sureste mexicano y el itsmo que va de Guatemala a Panamá, en la inteligencia de que esta integración se armonizaría con la del Libre Comercio de Norteamérica y el inminente Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA).
ƑCómo se financiaría el Plan Puebla-Panamá? Según esos mismos documentos habría dos inversiones centrales. La de infraestructura estaría a cargo sobre todo de las haciendas públicas de los gobiernos nacionales, entrelazadas con promociones favorables a las privadas. La otra, la de los negocios, hallaría su fuente en el capitalismo trasnacional y socios locales, inversiones y superempresas esculpidas conforme a los imperativos del Consenso de Washington: plena libertad comercial y de inversiones directas del extranjero, y acabalamiento de los nacientes negocios con las subsidiarias extranjeras, idea toral ésta por cuanto que en el fondo se contempla la futura conjunción de Centroamérica con América Latina, en los términos del ALCA, y de América Latina con Norteamérica, vivo entrelazamiento gobernado por el más enjundioso centro metropolitano de las tierras descubiertas por Colón: las altas elites económicas, burocráticas y militares de Washington. Se trataría de una edificación neofeudal de tipo regional, sujeta al señorío de la Gran Empresa con vasallos quizá canadienses, mexicanos, brasileños, venezolanos y argentinos, y un entramado de siervos extendido entre Patagonia y Alaska.
Ahora vale preguntarnos si hay posibilidades de que cambie el destino de los pueblos comprendidos en el área del Plan Puebla-Panamá. Lo cierto es que ni en el pasado ni en el presente existen señales alentadoras de que mañana mude la naturaleza de un capitalismo intrínsecamente sustanciado en la lógica de ganancias y acumulación, porque la extinción de estos elementos esenciales resultaría en la extinción del régimen capitalista, y esto no va a suceder por el montaje del Plan Puebla-Panamá. Por otra parte, los caudales oficiales y no oficiales que requiere el plan estarán condicionados por los imperativos del Consenso de Washington; es decir, sellados en arquetipos neoliberales que garantizan prosperidad de los acaudalados y empobrecimiento entre los miserables, por virtud de la superexplotación que induce el capitalismo dependiente y propio del subdesarrollo.
Las enormes inversiones que se prevén para el desarrollo mesoamericano de Puebla-Panamá buscarán sobre todo aumentar sus excedentes, ampliar los capitales y no estimular el bien común más allá de la conversión de los hombres en capitales humanos, o sea, en instrumentos calificados dentro del ciclo de producción y circulación de los bienes, angostando, en todo caso, sueldos y salarios y anchando utilidades. No cabe duda que identificar al ser humano como un capital productivo es cosificarlo. Por otra parte, no es la primera vez que las elites del dinero vuelven los ojos a las riquezas de Centroamérica y el Sureste mexicano, y sin excepción alguna cuando la mirada se convierte en práctica económica los resultados son devastadores para los pueblos.
Las conclusiones saltan a la mano. Con literaturas exuberantes, autores y defensores del plan tratan de correr los telones y enseñarnos en Mesoamérica el renacimiento del paraíso terrenal, pero la realidad que prueba la historia es distinta. El capitalismo multinacional transfiere la fortuna nacional a arcas extranjeras, y consecuentemente distribuye pobrezas y desesperanzas entre las clases medias, obreras y campesinas, según lo acreditó Gastón García Cantú en su excelente estudio Las inversiones norteamericanas en México (Era, México, 1971).
Pongamos punto final trayendo la intuición casi apodíctica de José Joaquín Fernández de Lizardi (1776-1827): en México y Latinoamérica hay muy pocos señores y muchísimos periquillos sarnientos.