Desigualdades de género, tarea pendiente Esther Orozco Se acerca el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer. También se presenta la necesidad de escribir, de empujar para terminar con las diferencias de trato por el género, por la edad, por la preferencia sexual. Cada año se repite lo mismo, como el camino de las manecillas por la carátula del reloj. Cada dos vueltas es el día de otro santo. Y en una de esas, nos toca uno de los milagrosos, de los que sí cumplen sus promesas, de los que sí escuchan oraciones, de los que ya casi no hay. Andar hace avanzar. Pararnos es dejarnos morir y eso es imposible cuando se tiene un corazón que no está dispuesto a dejar de latir, como el de la comunidad científica mexicana. Escribir y hablar aunque sea cada 8 de marzo puede hacer llegar a lo profundo de la conciencia los efectos terribles del desprecio a quienes trabajan cada día por ser mejores. Tarea difícil en el cerrado círculo de la ciencia, en el que paradójicamente el conservadurismo, la falta de conciencia social y la actitud comodina están muy arraigadas. No ha crecido el número de mujeres en la ciencia. Tampoco hay más jóvenes brillantes llegando a nuestros laboratorios, alistándose para tomar la estafeta cuando nosotros ya no tengamos más para dar a la ciencia mexicana. Porque querámoslo o no, el viaje de la ciencia y la tecnología nos deja fácilmente atrás. Cuando los años se acumulan en exceso en el cuerpo falta la energía o en el cerebro falta la lucidez. ¿Quién va a reponer a los que se van yendo? Hoy, la ciencia que hacen las mujeres, los jóvenes y todos los investigadores está en peligro. Hasta la "aristocracia científica" ve por primera vez amenazado el presupuesto para sus laboratorios, la continuidad de sus proyectos de investigación y sus parcelas de poder. Una mejor redistribución de los recursos para la ciencia sería benéfica para el país, pero no es ese el cambio que está sucediendo y tanto se requiere. Se necesita un cambio en la política científica nacional, una actitud constructiva y de respeto a la comunidad científica. No puede darse el cambio despreciando la opinión de quienes cotidianamente hacen la ciencia y la tecnología. Se ha modificado el reglamento del Sistema Nacional de Investigadores sin que principalmente afectados hayan sido consultados. El papeleo crece en la nueva convocatoria. En el mes de diciembre no se pagó el SNI. Aun cuando después se repuso el dinero, quedó la sensación de que pueden quitarnos una parte del salario de la noche a la mañana, sin justificación alguna. No nos gusta el SNI, ni sus políticas de cuenta-puntos. Cuando se estableció, poco se consultó a los investigadores, pero ahora que ya existe, no se puede cambiar ni desaparecer sin una consulta a todos los afectados. Nuestra pasividad y nuestra cómoda permanencia en el laboratorio sin preocuparnos por lo que sucede afuera de nuestras cuatro paredes, nos hacen víctimas, pero también responsables. Nos quedamos acostumbrados a las enseñanzas de algunos patriarcas de la ciencia, a protestar en la oficina, a hacer política de palacio, política de rumores y de descalificación a quienes se atreven a expresar su opinión públicamente. Tenemos la obligación de cambiar esta actitud sumisa y de reconocimiento de falsas paternidades. Nuestra formación supone una mente observadora, analítica, independiente, crítica y de propuesta. Si no mostramos que poseemos esas capacidades, no hacemos honor al título que poseemos. La ciencia mexicana está en peligro, lo que significa que está en peligro el desarrollo tecnológico del país. La responsabilidad nuestra es participar en el debate de hacia dónde va la ciencia, con una actitud valiente, de análisis y propuestas de hombres y mujeres libres, pero también de organización para que se nos escuche. Si no lo hacemos, pronto nos lamentaremos sin remedio. Por eso hoy, cerca del 8 de marzo, preferí hablar de problemas comunes a hombres y mujeres de la ciencia y del país, aunque las diferencias de género sigan en la agenda. Profesora-investigadora del Departamento de Patología
Experimental del Cinvestav-IPN y ganadora del reconocimiento internacional
Medalla Louis Pasteur
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