Miércoles 6 de febrero
de 2002 |
Hasta adentro Sólida armazón n Marko Castillo |
Alguna vez en
nuestra vida, tal vez a nuestro pesar, hemos escuchado
hablar o tenido la obligación de leer algo de
Shakespeare, Moliere, Lope de Vega, Calderón, Ruiz de
Alarcón, Sor Juana, Goethe, Chejov, Shiller y Brecht. ¿Qué tienen en común estos escritores? Son nada más ni nada menos que los pilares generadores del fenómeno que conocemos como teatro. El germen, el pretexto, la historia, la base, la pulpa de la que se alimentarán los demás creativos para desarrollar su trabajo, prueba palpable de que el teatro existe. Los dramaturgos han escrito a partir de las circunstancias que los rodearon, pensaban específicamente en el público al que se dirigían. Produciendo entonces obras directas, sin trampas que el espectador aceptaba como hecho cotidiano. La ficción se manejaba a partir de las necesidades lúdicas de los asistentes al teatro. La necesidad de la práctica del diálogo hizo que la mayoría de los escritores experimentara esta forma de literatura, además del incentivo de ver la historia representada en la escena. Nuestra dramaturgia nacional ha sido un caldero rico en experiencias teatrales, nombres que además de los clásicos mencionados al principio (Ruiz de Alarcón y Sor Juana) engalanan el mundo literario. Fernando de Rojas, Octavio Paz, Celestino Gorostiza, Salvador Novo, Xavier Villaurrutia, Rodolfo Usigli, Rafael Solana, Guillermo Schmidhtbuder, Luisa Josefina Hernández, Sergio Magaña, Emilio Carballido, Vicente Leñero, por mencionar a algunos. La nueva dramaturgia se enriquece con los nombres de Víctor Hugo Rascón Banda, Norma Román Calvo, Tomás Urtusástegui, Tomás Espinosa, Estela Leñero, Carlos Olmos, Sabina Berman. David Olguín, Dante del Castillo, Reynaldo Carballido, Héctor Berthier. Además de los autoresdramaturgos como Jesusa, Luis de Tavira, Héctor Mendoza y más autoautores que pueblan los espacios escénicos de México. La joven dramaturgia empuja con Ilya Cazés, Víctor Weinstock, Jaime Chabaud y el malogrado y genial Gerardo Mancebo del Castillo Trejo. En la dramaturgia local sabemos que podemos presumir los nombres de Héctor Azar (monstruofacético ser), Elena Garro (Guardiana de los misterios), Juan Tovar (Temperamento entrecortado de los acentos), por su origen poblano (aunque sabemos que toda su trayectoria literaria la realizaron fuera de Puebla). Que se puede hablar de Alejandro Ferrero, con sorprendentes obras y montajes por los años 80. Ricardo Pérez Quitt, el más montado de nuestros autores vivos. Pero ¿qué sucede con nuestra nueva dramaturgia local? ¿Dónde están los nuevos escritores de dramas? Claudia Uranga es una escritora hecha, con un fino trabajo de filigrana literaria que alcanza los escenarios por su propia mano. Omar González (ahora funcionario de Secretaría de Cultura), dicen que es sorprendente, pero sólo dicen porque no se ha visto, Marco Polo Rodríguez, digo que es sorprendente, pero no se ha confirmado, Aída Andrade, no es poblana, Rodolfo García y Néstor Vázquez, más pico que pluma y Rodolfo Pineda auto dirigido en un primer intento sobrado de palabras y pretensión. El trabajo es mucho para poder lograr dentro de la dramaturgia el interés del público hacia el movimiento de teatro regional contemporáneo de Puebla, al dramaturgo le toca la labor de edificar la sólida armazón que sostendrá el etéreo cuerpo del espectáculo escénico. Después del efímero gozo de la representación queda para la posteridad el cadáver literario que es la obra de teatro escrita. Creo que nuestras autoridades deberían pensar en crear las condiciones para que surja un movimiento dramatúrgico en nuestra localidad. |