Angeles González Gamio

Tema inagotable

Es la ciudad de México; su historia de cerca de 700 años ha sido siempre fascinante, dando pie a que escriban sobre ella todo género de cronistas, historiadores y periodistas. Emocionan las descripciones que aparecen en los códices prehispánicos, de la prodigiosa México-Tenochtitlan, levantada entre las aguas de hermosos lagos. A éstas siguieron los relatos de los cronistas, tanto nativos como españoles, de la ciudad que se erigió sobre las ruinas de la metrópoli azteca, edificada con las mismas piedras.

Las múltiples transformaciones que ha padecido están plasmadas en inumerables textos, buena parte de ellos reditados decenas de veces, por la importancia que tienen para los estudiosos y el placer que brindan a cualquier lector apasionado de nuestro pasado. El año que acaba de concluir fue testigo de varias publicaciones sobre la magna capital. Comenzaremos por hablar de una obra fundamental, que publicó la UNAM: México en 1554. Tres diálogos latinos de Francisco Cervantes de Salazar. Obra editada con anterioridad, en este caso tiene el interés adicional de contar con una introducción de enorme interés de Miguel León Portilla, el insigne historiador y humanista que ha dedicado su vida a hacer accesible nuestra rica herencia prehispánica, con sus traducciones e interpretaciones del pensamiento de los antiguos mexicanos. En este trabajo nos permite conocer la vida del que fuese el primer cronista oficial de la ciudad de México, parte de cuya obra nos descubre la metrópoli del siglo XVI. El libro tiene la versión facsimilar de los diálogos en latín y la traducción que realizó don Joaquín García Icazbalceta en el siglo XIX.

Otra obra de excelencia es la Historia de la ciudad de México en los fines de siglo (XV-XX), que publicó el Grupo Carso, con la coordinación del Centro de Estudios Históricos de Condumex, que dirige con gran talento Manuel Ramos Medina, connotado historiador. El hermoso libro cuenta con colaboraciones de Eduardo Matos, Serge Gruzinski, Gustavo Curiel, María Cristina Torales, Josefina Mac Gregor y Carlos Martínez Assad. Magníficas fotografías ilustran la obra y nos permiten apreciar la belleza y grandiosidad que ha tenido la capital desde los tiempos de los aztecas y el extraordinario arte que ha inspirado. Aquí podemos deleitarnos con imágenes de maravillosas esculturas prehispánicas, y por vez primera podemos ver textil y papel finamente trabajados, hallazgos recientes en una ofrenda del Templo Mayor. Asimismo, nos extasiamos con la pintura virreinal y con excelentes fotografías de los albores del siglo XX.

La editorial Era nos brinda la novela El poeta, el marqués y el asesino, cuyo tema es un célebre homicidio que se llevó a cabo en la ciudad de México en el siglo XIX. La autora, Claudia Canales, es una magnífica historiadora que realizó una profunda investigación que, además del proceso judicial, con una pluma amena nos permite conocer detalladamente el alma de los personajes y la vida de la ciudad en esa época.

Otra talentosa joven, Alexandra Reyes Haiducovich, escogió nuestra ciudad para ubicar parte de su novela, Montaña negra, con prólogo de Andrés Henestrosa, que editó Miguel Angel Porrúa, basada en la vida de su abuelo, que emigró de los Balcanes en el primer tercio del siglo XX.

En esa misma centuria se ubica el ensayo titulado La ciudad de México en los albores de la Revolución, que publica la excelente historiadora de arte Elisa García Barragán en el número más reciente de la revista Crónicas de la ciudad de México, que edita trimestralmente el Consejo de la Crónica, donde aparecen también la historia de Tlalpan y las voces de sus pobladores más antiguos, a través del programa de historia oral, y un interesante artículo del destacado economista David Ibarra, en el que analiza los problemas más urgentes de la urbe y, lo más importante, propone soluciones. Se vende en las librerías Gandhi, Conaculta, Parnaso, Madero, Zócalo y El Péndulo.

Otro enorme atractivo de la ciudad de México es su gastronomía, en la que sobresale la extraordinaria cocina mexicana. Un magnífico lugar para degustarla es la hostería de Santo Domingo, en su casona virreinal ubicada en Belisario Domínguez 72, a unos pasos de la majestuosa plaza que la bautiza. La comida es la tradicional que preparaban las abuelas y siempre tiene platillos de temporada.

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