Directora General: Carmen Lira Saade

México D.F. Sábado 26 de enero de 2002

Mundo

Petras

Israel y Estados Unidos: una relación única

La relación entre Estados Unidos e Is-rael se ha explicado de diversas formas. Los políticos se refieren a Israel como el aliado más confiable de los estadunidenses en Medio Oriente, si no es que en el mundo. Otros hablan de Tel Aviv como aliado estratégico. Algunos dicen que Israel y Estados Unidos comparten valores democráticos comunes en la guerra contra el terrorismo. En la izquierda, los críticos califican a Israel como un instrumento del imperialismo estadunidense que busca debilitar el nacionalismo árabe, y un baluarte contra el integrismo islámico terrorista. Otros, pocos, analistas señalan el "exceso de influencia" que los gobiernos israelíes ejercen sobre las políticas estadunidenses mediante individuos y poderosos lobbies judíos presentes en los medios de comunicación y los círculos gubernamentales y financieros.

Si bien hay algo de verdad en todo esto, existe un aspecto único en la relación entre un poder imperial como el de Estados Unidos y uno regional como Israel. A diferencia de la relación que Washington mantiene con la Unión Europea, Japón y Oceanía, Israel es el país que más presiona y asegura una vasta transferencia de recursos fi-nancieros por parte de Estados Unidos (2.8 mil millones de dólares anuales, 84 mil millones en 30 años). Israel obtiene de este país transferencia de tecnología y armamento de punta, entrada ilimitada de sus productos a los mercados estadunidenses, entrada libre de inmigrantes, compromiso incondicional de apoyo en caso de guerra, complacencia en la represión de palestinos y veto garantizado contra las resoluciones de Naciones Unidas.

Es, pues, el imperio el que rinde tributo al poder regional y no al revés. La explicación de esta paradoja reside en el papel po-derosamente influyente de los judíos pro israelíes en sectores estratégicos de la economía estadunidense, los partidos, el Congreso y el Ejecutivo. El equivalente más cercano que se encuentra con imperios pasados es el de los colonizadores blancos, quienes con sus vínculos de ultramar fueron capaces de procurarse subsidios y relaciones comerciales preferenciales.

026f1.jpgLos colonos israelíes en Estados Unidos han invertido y donado miles de millones de dólares a Israel, en algunos casos me-diante el desvío de fondos de las cuotas sindicales destinadas a los trabajadores de bajos salarios para luego comprar bonos del Estado de Israel que financian los asentamientos de colonos en los territorios ocupados. En otros casos, Israel ha protegido a judíos fugitivos de la justicia estadunidense, especialmente a estafadores financieros multimillonarios como Marc Rich, e incluso a gangsters y asesinos. Las ocasionales demandas oficiales de extradición por parte del Departamento de Justicia estadunidense han sido ignoradas repetidamente.

El imperio colonizado maniobra para encubrir su servilismo ante su supuesto aliado que es, en realidad, un poder hegemónico. De hecho la relación entre Israel y Estados Unidos es la primera en la historia moderna en la que un país imperial sufre y esconde un ataque militar deliberado por parte de un aliado. En 1967 el navío de comunicación y patrullaje estadunidense Liberty fue bombardeado durante una hora por aviones de guerra israelíes en aguas internacionales, matando e hiriendo a cientos de oficiales y marines (James Bamford, Body of secrets, Doubleday: New York, 2001, pp. 187-239). Mensajes israelíes interceptados así como el despliegue de la bandera estadunidense demuestran que se trató de un acto de agresión deliberado. Washington actuó como cualquier líder del Tercer Mundo al verse atacado por el poder hegemónico: obligó a los testigos del ataque a callar y las víctimas recibieron una compensación. Se trató de un hecho sin precedente en la historia de las relaciones militares y diplomáticas de Estados Unidos; no existe otro caso registrado en el que la gran potencia esconde el ataque de un aliado regional, por el contrario, circunstancias similares han sido la causa de reacciones diplomáticas y bélicas. Esta aparente anomalía no puede de ninguna manera explicarse por debilidad militar o fracaso diplomático: Washington posee armamento superior y sus diplomáticos saben presionar a aliados y adversarios cuando existe la voluntad política de hacerlo. El lobby judío-estadunidense en el Congreso, gente en los medios de comunicación y los magnates de Wall Street estratégicamente situados en el sistema político y económico es-tadunidense lograron que el presidente Lyndon B. Johnson actuara dócilmente. Ningún tipo de presión directa es necesaria una vez que se aprenden las reglas del juego político. Washington amenazó a los testigos de la fuerza naval con llevarlos a la corte marcial si se atrevían a hablar de lo sucedido, y mimó a sus atacantes en Tel Aviv. La relación estadunidense-israelí es única y ningún ataque militar pude ponerla en entredicho.

Una ilustración más de esta relación asimétrica se relaciona con uno de los casos de espionaje más sonados durante la guerra fría, en la que estuvo involucrado un agente israelí, Jonathan Pollard. Durante varios años Pollard robó y duplicó bolsas enteras de documentos secretos sobre inteligencia, contrainteligencia, planes militares y estratégicos y armamento de Estados Unidos. Fue el caso de espionaje más im-portante de la historia reciente llevado a cabo por un aliado de Estados Unidos. Pollard y su esposa fueron convictos. El gobierno estadunidense en privado protestó ante el gobierno israelí. Los israelíes, por su parte, a través de sus aliados judíos estadunidenses organizaron una propaganda a favor de Pollard. Todos los líderes israelíes y el lobby judío pidieron su perdón, y casi lograron convencer a Bill Clinton.

Esta relación desigual es evidente en el caso del mayor prófugo de la justicia, Marc Rich. Financiero y comerciante, fue acusado por las cortes federales estadunidenses de malversación y fraude. Huyó a Suiza y posteriormente obtuvo la ciudadanía y el pasaporte israelíes, al tiempo que invertía tremendas sumas de su dinero sucio en industrias y asociaciones de caridad en Is-rael. A pesar de la gravedad de su ofensa, Rich se codeó con importantes figuras de la política y los negocios en Israel. En 2000 el primer ministro israelí y numerosos personajes judíos convencieron a Clinton de perdonar a Rich. La subordinación a Israel y al poder del lobby judío en Estados Unidos predominó por encima de las protestas enérgicas que denunciaban el vínculo que existía entre el perdón otorgado a Rich y la donación de 100 mil dólares que hizo su esposa al Partido Demócrata. Cabe notar que es extraordinariamente inusual que un presidente estadunidense consulte con un gobernante extranjero (como Clinton consultó con Barak) para tratar el tema de un estafador. No existe precedente de perdonar a un acusado fugitivo que huyó de ser enjuiciado y que nunca atacó sentencia alguna.

El poder de Israel se manifiesta en las numerosas peregrinaciones que políticos estadunidenses realizan anualmente a ese país para declarar su lealtad al Estado he-breo, incluso durante periodos de intensa represión de poblaciones sometidas.

Los sátrapas del minimperio israelí aplaudieron la invasión israelí de Líbano, su sangrienta represión de las dos intifadas y se opusieron a la mediación internacional que buscaba prevenir más masacres, sacrificando así la credibilidad de Naciones Unidas.

A pesar de las evidencias contundentes presentadas por los aliados europeos sobre la violación de derechos humanos en los territorios ocupados, en la Asamblea General y en el Consejo de Seguridad del organismo Washington ha servido muy bien los intereses de su aliado, y califica como "antisemitismo" las críticas que hacen los otros 150 países del racismo de Israel.

La instancia más reciente e importante del servilismo estadunidense ocurrió en los meses que precedieron y sucedieron al 11 de septiembre. El 12 de diciembre de 2001 el noticiero Fox News supo por fuentes de inteligencia federales que 60 israelíes involucrados en tareas de espionaje en el go-bierno fueron detenidos el día de los ataques terroristas a las Torres Gemelas y el Pentágono. Varios de los arrestados son agentes militares o de inteligencia israelíes. Fueron detenidos bajo la Ley Patriota Anti-terrorista. Muchos de ellos reprobaron el examen del detector de mentiras cuando se les interrogó acerca de sus actividades de espionaje dentro y en contra de Estados Unidos. Algunos investigadores federales tienen razones para creer que los operativos israelíes sabían de los ataques del 11 de septiembre con anterioridad. Pero el grado de la implicación israelí en esos hechos es un secreto celosamente guardado. Al ser entrevistado por Fox News, un investigador federal de alto rango afirmó que "la evidencia que vincula a los israelíes con los ataques es información clasificada y no puedo decirles nada".

Nada ejemplifica mejor el poder que Israel tiene sobre Washington como el caso del espionaje israelí. Incluso cuando se trata del mayor ataque terrorista en la historia estadunidense, Washington suprime la evidencia recolectada que sugiere que espías israelíes conocían de los ataques que estaban por perpetrarse. Claramente dicha evidencia enfrentaría a la administración Bush con el lobby judío en el Congreso, así como con sus redes formales e informales en los medios, las finanzas y el gobierno. Los documentos clasificados que el noticiero obtuvo revelan que antes del 11 de septiembre otros 140 israelíes más habían sido arrestados en el marco de una misión secreta de gran envergadura que se encarga de investigar la larga historia del espionaje de Israel en Estados Unidos. Ni un solo me-dio, escrito o electrónico, reportó estos arrestos. Ni el presidente ni el Congreso hablaron del esfuerzo sostenido de Israel de obtener información clave de la inteligencia y del ejército estadunidenses.

Los documentos clasificados detallan "cientos de incidentes en ciudades y distritos en el país" que las agencias de investigación afirman pueden tratarse de actividades de inteligencia organizadas por Israel. Agentes israelíes se inmiscuyeron en bases militares, la DEA, la FBI y decenas de edificios gubernamentales. El documento de la General Accounting Office (una rama de investigación del Congreso) se refiere a Israel como el "país A" y dice: "el gobierno del país A conduce la operación de espionaje más agresiva que un aliado estadunidense haya jamás hecho contra Estados Unidos". Un reporte de la inteligencia militar afirma que Israel "tiene apetitos voraces de información... recolecta tecnología militar e industrial y Estados Unidos es una alta prioridad".

El reporte de Fox News escrito por Carl Cameron salió en internet un día (12 di-ciembre 2001) y después desapareció (no hubo seguimiento). Ningún otro medio recogió la información, sin duda debido a la influencia de grupos pro israelíes. Más que ejercer presión directa, la hegemonía israelí persuade, intimida a los medios y líderes políticos para que operen con la máxima discreción en limitar la apropiación de in-formación estratégica. Si bien agentes is-raelíes algunas veces son sujetos a arresto, interrogatorios y expulsión, el Estado he-breo y sus gobiernos no son nunca condenados; tampoco hay reacciones diplomáticas oficiales, como sería el retiro simbólico temporal del embajador estadunidense.

Pregunta sin contestar: el 11 de septiembre y los israelíes

Después de los atentados, en el mundo árabe circuló el rumor de que Israel los había organizado para incitar a Washington a atacar a sus adversarios árabe-musulmanes. Estas historias y sus autores se basan en no más que evidencias circunstanciales, principalmente en el hecho de que la campaña antiterrorista de Bush legitima la represión "antiterrorista" de Sharon contra los palestinos. Las historias que implican a Israel fueron totalmente desmentidas por los medios y líderes políticos.

Esto lleva a preguntarse acerca de la relación entre los terroristas árabes y la policía secreta israelí. ¿Los israelíes se introdujeron en el grupo u obtuvieron información por otros medios? La información confidencial de los investigadores federales podría aclarar estas preguntas. Pero, ¿algún día se hará pública la información? Casi seguramente no, por la simple razón de que al hacerlo se revelaría la influencia que Israel ejerce sobre Estados Unidos vía sus agentes secretos, su lobby y sus aliados en las finanzas y el gobierno. El silencio que impera indica la naturaleza vasta y agresiva de los poderosos partidarios de la diáspora judía. Dada la enorme importancia política y económica que los medios de comunicación han dado a los hechos del 11 de septiembre y los amplios poderes que se ha otorgado a las instancias encargadas de la seguridad na-cional, no deja de sorprender que no se haya siquiera mencionado en las altas esferas del contraterrorismo en Estados Unidos la existencia de redes de espionaje israelíes.

Asuntos teóricos

La relación entre Estados Unidos e Israel proporciona un modelo único de relaciones interestatales. En este caso, un poder imperial rinde tributo al poder regional. Más aún, Israel impone límites a la política estadunidense e internacional hacia Medio Oriente. La posición hegemónica de Israel ha perdurado a lo largo de las presidencias de demócratas y republicanos por más de un siglo. En otras palabras, se trata de una relación histórica estructural, que no se basa en personalidades ni en coyunturas específicas y transitorias. Varias hipótesis emergen del examen de esta relación única.

La primera surge del hecho que el Estado hebreo tiene poco poder de persuasión y un alcance económico y militar limitado si se le compara con Estados Unidos o Europa. El poder israelí se basa en la diáspora, en las redes políticas y económicas judías altamente estructuradas que poseen acceso directo e indirecto a los centros de poder y propaganda en el país más poderoso del mundo. El tributo se extrae mediante la influencia de los "colonialistas internos" que operan al nivel de los medios de opinión, el Congreso y la Presidencia. Cerca de 50 por ciento de los fondos del Partido Demócrata provienen de judíos pro israe-líes. Por cada dólar que gastan las redes judías en influir los resultados electorales, el Estado israelí recibe 50 dólares en ayuda para financiar y armar a los colonos asentados ilegalmente en los territorios ocupados, así como para tener piscinas, jardineros rumanos y sirvientes filipinos.

Mediante sus redes de ultramar, Tel Aviv puede intervenir directamente y definir los parámetros de la política exterior estadunidense hacia Medio Oriente e Israel. La propaganda que sugiere que la represión israelí del pueblo palestino es una respuesta justificada por las víctimas del Holocausto ha sido repetida hasta el cansancio en los me-dios de comunicación. Cualquier crítica se considera "antisemita". Mediante la intimidación, los fanáticos defienden la política israelí y sus líderes, y contribuyen con di-nero, organizan votos y se postulan para cargos públicos, desde los cuales trabajan para favorecer las necesidades de Israel.

El fenómeno de los expatriados que buscan influir al poder imperial no es exclusivamente judío. Pero en ningún otro caso este vínculo ha llevado al establecimiento de una relación hegemónica: un imperio colonizado por un poder regional, Estados Unidos que paga tributo a Israel y que se encuentra sujeto a la ideología de sus colonos en su territorio. Muchas preguntas quedan por responder a medida que el imperio se expande militarmente y las voces internas en favor de la represión limitan los términos del debate.

Conclusión

A medida que los colonos extienden su in-fluencia a las esferas políticas e intelectuales, se sienten superiores a Estados Unidos, particularmente en las áreas de coerción y guerra. Descaradamente fortalecen el sistema de seguridad israelí, sus métodos de interrogación que incluyen técnicas de tortura, y piden a Estados Unidos apoyar la agenda bélica israelí en Medio Oriente.

Seymour Hersh considera urgente que la FBI y las agencias de inteligencia sigan de cerca el secreto uso y la amenaza de la utilización de la tortura que hace la policía secreta israelí a los familiares de los sospechosos de terrorismo. Richard Perle, figura de gran influencia en el Ministerio de De-fensa de Rumsfeld, aboga porque Israel aplique tácticas de ofensiva basadas en el bombardeo de los adversarios. Otro colono prominente, el senador Joseph Lieberman, pidió a Estados Unidos bombardear Siria, Irak e Irán después del 11 de septiembre, haciendo eco a los consejos que Sharon diera a Bush. Alan Dershowitz, profesor de derecho en la Universidad de Harvard, apoyó la legislación represiva en Estados Unidos a imagen del sistema israelí que permite la detención ilimitada de palestinos.

Los colonos subordinan la política estadunidense a las necesidades de Israel, independientemente de las circunstancias y de los extremos a los que las políticas coloniales israelíes puedan llevar. Los colonos han logrado que los estadunidenses bloqueen las iniciativas de la Unión Europea en favor de la mediación internacional, el Plan Mitchell y el envío de observadores internacionales a los territorios ocupados.

Aún más peligrosa es la paranoia con la que los colonos transfieren la política israelí hacia Estados Unidos. Todos los árabes son sospechosos. Los enemigos en Levante deben ser amenazados o bombardeados. A los terroristas debe imponerse el castigo de los tribunales militares y justicia sumaria. Los medios deben contagiarse del síndrome paranoico de Israel: magnificar cada amenaza, presentar la determinación y eficiencia de Israel en perseguir y castigar a terroristas. Este estilo en la política ha derivado en más ataques de Israel contra países árabes, en espiar a Estados Unidos, en comprar ilegalmente material nuclear, en violentar sin tregua a palestinos y libaneses. El peligro es que Estados Unidos siga contagiándose de esta paranoia, con consecuencias funestas para Medio Oriente, el resto del mundo y la democracia en Estados Unidos.

Lo que toda esta gente olvida mencionar es que las políticas de seguridad de Israel son un desastre total: las estaciones de au-tobús, los centros comerciales, las pizze-rías y todas sus fronteras han sido atacadas y cientos de ciudadanos israelíes han muerto o han sido heridos. Decenas de miles de estudiantes israelíes dejan su país debido a la inseguridad y la proximidad de la violencia, que ni el Shin Ben, ni el ejército ni los colonos son capaces de prevenir. Ciegos ante el fracaso del aparato de seguridad israelí, los colonos insisten en crear condiciones para la represión interna y la guerra en el exterior. Dada su influencia en los medios y su preminencia en las páginas editoriales y de opinión de los diarios más prestigiados, su mensaje es arrollador, a pesar de ser pocos numéricamente y no obstante la mediocridad de su intelecto.
 
 

Traducción: Marta Tawil.