Directora General: Carmen Lira Saade

México D.F. Viernes 25 de enero de 2002

Cultura

José Cueli

Los sótanos de Gide

En su novela El inmoralista, André Gide escribió: ''Saber liberarse no es nada, lo arduo es saber ser libre". Y esta frase por sí sola nos abre un vasto campo de reflexión. No pocos fueron los temas cruciales que Gide abordó en su obra, pero quizá el que mejor podría englobarlos bajo un rubro general sería el de la libertad. Religión, sexualidad, política, moral, ética y literatura fueron los grandes aspectos que captaron la atención en la literatura y la vida del escritor.

En cuanto a la religión, sabemos que Gide nace y crece en el seno de una familia protestante. Sus acerbas críticas al catolicismo cristalizan en su libro Los sótanos del Vaticano. A lo largo de su vida vemos (en reflexiones vívidas escritas en su Diario) que raya en el misticismo y no deja de conmovernos la ingenuidad, la desesperación y la ternura con que busca llenar el vacío existencial en la creencia de Dios. Le vemos aferrarse con desesperación a la fe y al mismo tiempo flagelarse por lo que él llamaba ''sus desvíos", culpándose hasta la contrición. Podemos advertir en sus confesiones íntimas el dolor casi agónico que le produce su homosexualidad. Imagina una novela cuyo título podría ser El peso de mis pecados me arrastra. En su Diario escribió: ''Todo cuanto puedo recordar me horroriza, no ven que hablan con un muerto?... en ocasiones me siento como un ser descuartizado".

En su camino hacia el ateísmo, convencido finalmente de lo asfixiante y represivo de la religión, su único sostén parece ser la posibilidad de continuar escribiendo, la vía sublimatoria como posibilidad de elaboración del dolor que acompaña a su drama existencial. Más adelante escribiría al respecto: ''El único drama que de veras me interesa y que siempre querría relatar de nuevo, es el debate de todo ser con aquello que le impide ser auténtico, con lo que se opone a su integridad, a su integración. El obstáculo suele estar en él. Y todo lo demás no es más que un accidente".

La historia y el sufrimiento de Gide aparecen condensados de manera magistral en un párrafo de su Diario: ''La melancolía de la Antigüedad, yo no la iría a buscar en el sombrío dolor de Níobe, ni en la locura de Ayax, sino en el amor engañado de Narciso por una vana imagen, por un reflejo que rehúye sus labios ávidos y que rompen sus brazos tendidos por el deseo, en su postura encorvada como una flor en la aguas, en su mirada perdidamente fija, en sus cabellos que lloran sobre su frente como hojas de sauce".

Los testimonios de Gide nos cautivan por su exquisita prosa y al mismo tiempo son valiosísimo testimonio para reflexionar sobre los avatares del amor, el deseo, la pulsión, la escrituración inconsciente del deseo y las identificaciones, los deletéreos efectos de la represión y la violencia ejercidas por la religión y la sociedad.

Jacques Lacan en su interesante texto Juventud de Gide, sobre un libro de Jean Delay y otro de Jean Schumenberg, ofrece una profunda disertación sobre la sicobiografía de Gide. En un momento expresa: ''El niño Gide, entre la muerte y el erotismo masturbatorio, al amor no tiene más que la palabra que protege y la que prohíbe; la muerte se ha llevado, con su padre, la que humaniza el deseo. Por eso el deseo está confinado, para él, a la clandestinidad... Parece, pues, que aquí el sujeto como deseante se haya trocado en mujer. La Putifar se oculta tras la Pasifae en la que él dirá que se volverá, bramando por abrirse a la penetración de la naturaleza, lo mismo que el modelo de su tía se adivina allí donde lo indica Jean Delay, bajo el mimodrama de su histeria infantil".

Los caminos del deseo se asemejan al laberinto de Teseo, los virajes insospechados que éste escoge no pueden ser fácilmente pesquisados pero sabemos que una escucha analítica que posibilite el despliegue de la escritura inconsciente podrá acercarse (en lo posible) al guión fantasmático que la sostiene.

Quizá el acento final a esta reflexión debiera colocarse en el hecho de que el sicoanalista es un escucha, es aquel que posibilitará al analizante escucharse mediante el despliegue del enigma personal que cada uno portamos. Somos eso y no jueces,''diagnosticadores" o ''sanadores de perversiones".