CIUDAD PERDIDA
Miguel Angel Velázquez
ALGO SUCEDE en la Condesa. La constante en este lugar pleno de restaurantes, galerías, sitios de excepcional convivencia, es el terror.
POR UN lado la violencia se ha elevado a niveles nunca vistos. Robos a transeúntes, sustracción de vehículos con violencia extrema, y por el otro la delegada Padierna, que se empeña en aterrorizar a los comerciantes del lugar con cierres inexplicables y clausuras por motivos de "odio".
NO HACE mucho tiempo, en un restaurante de la avenida México un grupo de sujetos armados entró al restaurante El Chisme, amagó a la concurrencia, a la que obligó a meterse a los baños, y después robó la caja donde se guardan los dineros de la venta del día.
DIAS DESPUES, una mujer con su hijo, de aproximadamente cinco años, salía de su automóvil en la calle Amsterdam, donde lo estacionó cuando apenas caía la noche. Dos hombres se acercaron a la señora, que por cierto no es residente del Distrito Federal, y le dijeron: "Nos entregas las llaves (del auto) o matamos a tu hijo".
NO HABIA mucho que pensar; la mujer dejó las llaves de su vehículo, último modelo, en las manos de un asaltante. Poco tiempo después, en la agencia del Ministerio Público se dio cuenta de que la mayoría de robos de automóvil perpetrados en el ámbito de esa agencia pertenecían, precisamente, a la colonia Condesa.
LA SENSACION de la mujer, además de indefensión, fue de de terror ante el asalto que sufrió, porque casualmente el ilícito se efectuó entre un estacionamiento y el paradero de un valet parking, distantes uno del otro apenas 100 metros.
COMO ES natural, ni los acomodadores del restaurante Ramona ni los encargados del estacionamiento casi contiguo se dieron cuenta de nada, como si no estuvieran allí.
PERO ESOS ejemplos nada más son parte de los sufrimientos de quienes viven, transitan, visitan o tienen negocios en la colonia.
HACE NO muchos días, en el corredor de Amsterdam y Teotihuacán un grupo de personas vendían sobre las banquetas a los automovilistas unas roscas de Reyes muy bien presentadas. A las espaldas de los vendedores unos enormes sellos amarillos daban cuenta de que el restaurante Matisse había violado alguna norma de operación que obligó a la autoridad a su cierre.
HASTA AHI las cosas parecían normales, sólo que día con día, en las cortinas y las puertas clausuradas del restaurante han aparecido mensajes escritos de puño y letra de clientes y vecinos del Matisse indignados y hasta enfurecidos por la medida delegacional.
LA DELEGADA Padierna ha sometido a los restauranteros a un clima de terror y trata a unos y otros con el mismo rasero. Aunque los dueños del lugar se niegan a dar información por el miedo a las represalias que la delegada pueda ejercer en su contra, incluyendo el cierre definitivo, entre los clientes se sabe que el motivo de la clausura es, nada más, imagínese: "una decisión de arriba". La delegada ha ganado entre la gente que aún no se asusta el premio a la Justicia. Enhorabuena.
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