Directora General: Carmen Lira Saade

México D.F. Viernes 25 de enero de 2002

Política

Jaime Martínez Veloz

Los panchos de Pancho Barrio

El proceso sucesorio en el PRI ha recibido atención inusitada luego de haberse detectado un supuesto desvío de recursos desde Petróleos Mexicanos al sindicato petrolero. La Secodam denunció el caso ante la PGR y el morbo ha sido alimentado desde el Poder Ejecutivo, contaminando nuestro ejercicio electoral en el tricolor.

La peculiaridad del inflado escándalo es su aparente independencia de motivaciones políticas para proceder con la investigación, anunciada en momentos de importancia estratégica. La maniobra publicitaria de la administración foxista ha venido a beneficiar a una de las planillas contendientes en la sucesión de la dirigencia del PRI, precisamente aquella que se ha erigido como representante de la moralidad, la rectitud, la inmaculada trayectoria.

En momentos trascendentales, el partido ha debido sortear situaciones muy críticas, agudizadas por factores externos, que han sido aprovechados por elementos internos que han distorsionado su verdadera imagen para obtener ventajas en la confusión. Y así, en esta coyuntura, aprovechada para desatar la riesgosa ofensiva propagandística del régimen contra el PRI, unos se solazan al tiempo que se frotan las manos, regocijados porque su inflada figura de demócratas de la primera hora recibe un impulso adicional.

Desde el anterior proceso interno del PRI por la nominación del candidato que disputaría la Presidencia de la República, hubo fuerzas que se orientaron a sabotear la contienda y a cuestionar la viabilidad del mecanismo, tal vez porque se sentían con la autoridad moral que su impoluta trayectoria garantizaba. Inspirados seguramente en la parábola bíblica del hijo pródigo, ahora casi se declaran arrepentidos de su anterior comportamiento. Pero, bueno, lo importante es que se ha pedido perdón y que hay disposición -supuestamente- para expiar los pecados, que no son pocos, sobre todo si recordamos la trayectoria cismática que ocasiona la fingida independencia que parece ocultar la búsqueda de intereses particulares, identificados y legítimos, cuando se admiten abiertamente. Así las cosas, bien haría el compañero de ruta y Presidente de la República, Vicente Fox Quesada, en transparentar su campaña electoral, ahora que va a freír peces en el comal.

Por ejemplo, uno de sus propios tiburones, Lino Korrodi, está retratado brevemente, pero de manera sustanciosa en Asalto a Palacio: las entrañas de una guerra, narración de Guillermo Cantú sobre las correrías electorales de la campaña foxista. Según el libro, Korrodi fue en sus años mozos prestanombre de inversionistas extranjeros en México. Relata también que los blanquiazules catecismos financieros de campaña recordaban la prohibición de allegarse recursos del extranjero; sin embargo, se pidió agotar las consultas legales internas en el partido para considerar con detalle el asunto.

El mismo Fox, poco después del 2 de julio, siendo presidente electo se comprometió en una transmisión televisiva dominical de los periodistas Denisse Maerker y Ciro Gómez Leyva a dar a conocer públicamente los nombres de quienes contribuyeron financieramente en su campaña y prometió transparencia. Cuestionado sobre sus generosos contribuyentes dijo que esa información la revelaría en su momento.

Sin embargo, si de momentos se trata, Francisco Barrio Terrazas eligió uno muy malo para aficionarse a la pesca, y debería recordar que el pez por su boca muere. Socarronamente, en un acto blanquiazul quiso abrir el apetito a los comensales prometiéndoles mojarras.

El contralor quizá olvidó la seriedad y el obligado respeto que exige su investidura. Debería recordar que los litigios se ventilan en tribunales y no en los medios de comunicación, porque se corre el riesgo de equivocarse. Ahora resulta que a pesar de la denuncia oficial de la Secodam por mil 100 millones de pesos, la PGR desmiente a Barrio y documenta una cifra de 640 millones. La mojarra no sólo se hizo charal, sino que se vulnera la estabilidad de las instituciones, exponiéndolas al morbo e incredulidad ciudadana, desacreditándolas cada vez más, en lugar de fortalecerlas, como debería ser.

Bienvenidas las investigaciones apegadas a la ley. En el PRI no hay temor a las auditorías. Es buen momento para que el IFE deseche o confirme presuntas irregularidades en la pasada campaña del presidente Fox o en la nuestra. Es buen momento también para que Francisco Barrio se reserve ante el espejo sus frases domingueras. Y sobre todo es buen momento para la prudencia en aquellos que con muchas rémoras se erigen en adalides de la pulcritud.

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