Directora General: Carmen Lira Saade

México D.F. Viernes 25 de enero de 2002

Política

Silvia Gómez Tagle

Una izquierda para un nuevo milenio

En México, como en otros países que han experimentado cambios políticos importantes, no se puede garantizar que éstos desemboquen en un régimen político más democrático, más justo y con mayores libertades, a pesar de que hay muchos argumentos para sostener que el régimen de partido "casi único" (que también han llamado equivocadamente partido de Estado) ha desaparecido.

Existe gran incertidumbre respecto a las características que pueda tener el nuevo régimen, hoy en proceso de consolidación. Sin embargo, precisamente gracias a esa incertidumbre respecto del futuro es que las fuerzas de izquierda tienen oportunidad de ejercer una influencia importante, si tienen un partido y un proyecto que unifique sus acciones y permita imprimirle una dinámica "responsable" a la transición, para que así se garantice el rumbo democrático, al tiempo que se consolidan las instituciones fundamentales. Porque sin la presencia de una o varias expresiones partidarias de izquierda, la transición podría desembocar en un nuevo régimen, diferente sí, pero tanto o más autoritario que el anterior.

Es en este contexto que debe valorarse la importancia del proceso para la renovación de la dirección que vive el PRD, en virtud de que, hoy por hoy, es el principal partido de izquierda en este país. Esta organización, que surgió de una amplia convocatoria a las fuerzas democráticas y de izquierda que se habían unificado en 1988 alrededor de la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas a la Presidencia de la República, requiere con urgencia consolidar su vida institucional a fin de evitar que las decisiones fundamentales, como son la definición de la línea política, las estrategias electorales, la elección de dirigentes y de candidatos, sigan descansando en mecanismos personalizados.

En el momento actual, el reto para todos los partidos es renovar sus formas de actuar y de pensar, no porque todo lo que se hizo antes estuvo mal, sino porque es indispensable cambiar para estar a la altura de los nuevos tiempos. Y el PRD, precisamente porque es un partido de izquierda, tiene obligación de asumir ese compromiso con mayor seriedad.

Ese esfuerzo de reorganización dio comienzo con la organización del sexto congreso nacional que tuvo lugar en Zacatecas hace un año. Pero el PRD requiere definir mejor los principios que lo identifiquen frente a otras fuerzas políticas como un partido de izquierda con un programa viable, pero que exprese los anhelos y sea capaz de convocar a la mayoría de los mexicanos. Necesita una dirección fuerte que elabore una estrategia eficaz para ganar elecciones y para gobernar en forma diferente; pero al mismo tiempo debe ser un partido en permanente diálogo con la sociedad. Eso sería en síntesis: un partido al instrumento de la sociedad.

La globalización ha significado una derrota para la izquierda porque no se han entendido las nuevas dimensiones de las relaciones sociales, el desplazamiento de los intereses económicos al campo del capital financiero, la redefinición de la soberanía nacional, pero no porque signifique una derrota inevitable frente al neoliberalismo. La tarea del PRD es aportar respuestas a los problemas de la desigualdad, la injusticia y el autoritarismo, los que en vez de haberse resuelto se han agudizado a raíz del triunfo del libre mercado.

Pero el rasgo más importante que debe distinguir a la izquierda es la ética política. Este es un principio consagrado en los estatutos del PRD que debe ser resguardado por encima de todos los demás. La lucha por el poder no puede estar al servicio de intereses personales. Por ello, a pesar de las acusaciones mezquinas de unos contra otros, lo fundamental es salvaguardar la institucionalidad del partido.

Decir que todos los buenos están de un lado y todos los malos del otro es puro maniqueísmo, lo cierto es que a lo largo de año y medio (del 3 de julio de 2000 a la fecha) se han discutido puntos de vista y se han ido definiendo dos visiones del partido que en líneas generales cristalizaron en las dos fórmulas electorales para la dirección del partido más fuertes: las que encabezan Jesús Ortega de un lado y Rosario Robles de otro.

En ambas opciones hay alianzas que se han dado en torno a los principios y programas, y otras puramente pragmáticas, pero lo cierto es que las dos opciones electorales representan deliberaciones colectivas de la izquierda que merecen confrontarse en el estilo más democrático posible, para dar la oportunidad a los militantes de decidir por mayoría cuál es el proyecto que más les convence; y también será necesario salvaguardar el derecho de las minorías de seguir promoviendo sus ideas.

Finalmente será el respeto de la institucionalidad el que hará posible que emerja una nueva dirección del PRD con la capacidad de asumir la responsabilidad que le corresponde en la consolidación de la transición política que vive el país.